Javier, talaverano en Turquía:«Hemos trabajado hasta enfermar"

Leticia G. Colao
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El bombero, miembro del ERICAM, ha regresado de la zona del terremoto tras 10 días de ingente trabajo y muy poco descanso. Su grupo ha rescatado a siete personas

Javier, talaverano en Turquía:«Hemos trabajado hasta enfermar" - Foto: L.T.

«Me vine muy cabreado pensando que habíamos hecho poco y aquí te das cuenta que hemos trabajado hasta enfermar». Con estas palabras se resume el trabajo del bombero talaverano, Javier Díaz Sánchez, un día después de regresar de la catástrofe que ha asolado la zona más oriental de Turquía y Siria. La vuelta ha sido dura no solo porque es consciente de la labor realizada, sino porque lo ha hecho enfermo, como buena parte de sus compañeros, y porque saben que «aún queda mucha gente sepultada».

En los diez días de estancia en Turquía, el talaverano, de 51 años y bombero de la Comunidad de Madrid en el Parque de Pozuelo, ha participado en labores de rescate en las zonas de Alejandreta y Antioquía. Lo ha hecho como miembro del equipo de Emergencia y Respuesta Inmediata de la Comunidad de Madrid (Ericam), único grupo de Emergencias español junto a la UME homologado por Naciones Unidas para este tipo de situaciones mundiales, que ha rescatado a siete personas, tres de ellas en el grupo de Díaz.

En el primer rescate, en el que salvaron a un hombre de 65 años, tardaron casi 15 horas. Lo hicieron tras escuchar su llamada de auxilio bajo los escombros, ayudados por el color de los sofás de las siete plantas de un edificio completamente derruido. El hombre fue rescatado aunque a la alegría se sumó el drama de que su hijo, de 30 años, fallecido, se encontraba a apenas 20 centímetros de su lado, en la oscuridad. Junto a él, en días posteriores, salvaron también la vida de dos mujeres, una de unos 60 años y la segunda alrededor de 40.

Javier, talaverano en Turquía:«Hemos trabajado hasta enfermarJavier, talaverano en Turquía:«Hemos trabajado hasta enfermar" - Foto: L.T.Son las grandes satisfacciones que deja una tragedia que nunca olvidarán. Tampoco la «amabilidad y la acogida» de la población turca, que a pesar de seguir buscando a sus familiares, probablemente muertos, «te daban todo lo que tenían para agradecerte la ayuda».

El trabajo de los bomberos contaba en todo momento con la 'compañía' de los familiares de las personas sepultadas. «No se iban de allí hasta que veían a sus familiares, vivos o muertos», e incluso indicaban el número de personas que quedaba en alguno de los inmuebles antes del terremoto. Se entendían mediante el traductor del móvil. «Nos han cuidado muchísimo, te ayudaban en todo a pesar de su dolor, te daban su comida, te ofrecían calentarte en sus hogueras...», indica emocionado.

Perder la noción del tiempo. A pesar del trabajo ingente, de las horas sin descansar, de trabajar con temperaturas bajo cero y del debilitamiento actual propio de la situación, Javier Díaz regresa con «la sensación de  que no hemos hecho todo lo que podíamos», aunque allí la realidad de la tragedia les impedía descansar. «Es tanto lo que había allí y lo que se podía hacer, la cantidad de personas que quedan sepultadas, que en el afán de ayudar miras más por los demás que por tí mismo, llegando incluso a perder la noción del tiempo, no sabíamos qué día ni qué hora era». Tanto es así, que en los primeros días acumularon 70 horas sin dormir, descansando la primera vez solo tres horas seguidas.

No fueron conscientes en este tiempo del riesgo que corrían de enfermar, «problema porque no había hospitales, todos se han derrumbado», además del peligro de las continuas réplicas del terremoto.

El tiempo de descanso era tan necesario como obligatorio, así como los mensajes de ánimo que llegaban desde España, especialmente de Talavera. «Nunca había pensado que un mensaje de Whatsapp fuera tan necesario», indica el talaverano, quien asegura que al llegar al campamento, única zona con cobertura, buscaba el teléfono para leer los mensajes de apoyo. «Lo buscaba más que el comer, porque me animaba a seguir», asegura.

Una vez descansados y con la tranquilidad que da el hogar, aparece el impacto psicológico que tendrán que gestionar en las próximas semanas. La cancelación de las labores de rescate, el olor a cadáveres bajo los escombros y el dolor de las familias, además de la realidad de ruina de ciudades enteras, quedará para siempre en su memoria. También su capacidad de trabajo  frente a una catástrofe mundial.