Lorenzo roza la puerta grande en El Pilar

Dominguín
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Gran dimensión del torero toledano en Zaragoza, con dos faenas completas que demostraron la gran proyección que tiene el espada para el año 2020.

Lorenzo roza la puerta grande en El Pilar - Foto: Joël Buravand

Por segundo año consecutivo, Álvaro Lorenzo ha brillado en la feria zaragozana de la Virgen del Pilar. Pero en esta ocasión el palco le privó de haber obtenido más trofeos. En su primero de escaso presencia para un coso de primera, que puso en duda su condición para el toreo en los primeros tercios de la lidia. Cuando llegó al caballo el animal empujó con claridad, saliendo trastabillado del equino. Esto levantó protestas, aunque el acierto de mantenerlo en el ruedo, nos posibilitó ver una gran faena. Llegó con la embestida descompuesta, sin estar fija en los engaños y echando los pitones hacia el cielo. Pero la firmeza del toledano, su aplomo y fe, lograron que el de Juan Pedro Domecq se fuera acomodando a la poderosa muleta de Lorenzo. Supo sacarle las embestidas justas por ambos pitones, llevando siempre la cara muy tapada y tirando del astado al ralentí. El final de la faena sorprendió al respetable sacando de su espalda la muleta plegada, instrumentándole unas benardinas muy ajustadas y luquecinas por ambas manos que enloquecieron a los asistentes. La espada la enterró casi entera en lo alto y el toro cayo de manera fulminante sin puntilla, lo que provocó la petición mayoritaria de los dos trofeos que le abrían la puerta grande del coso de la Misericordia. El palco sólo concedió una oreja, lo que levanto las protestas hacia él, mientras que Lorenzo recogía resignado un premio minusvalorado. 

Con el que cerró plaza, Álvaro Lorenzo, si pudo estirarse con el capote, ya que el astado alto y largo, se movió al son de los trastos del toledano. Evocando otra época, como hacia el llorado Antonio Bienvenida, tomó la muleta plegada y citó al astado, llevándole con la pañosa ceñido a su cuerpo. Sacó su gran poder y temple que osan sus muñecas y llevó al astado cosido a la tela roja que flambeaba una y otra vez por el centro del anillo zaragozano. El diestro puso todo de su parte para remontar la faena, pero la chispa que le faltaba al burel, fue lo que hizo que no llegase a calar en los tendidos lo que estaba ocurriendo en el ruedo. Tras enterrar la mitad del acero en el toro, este cayó y el público, cariñoso con él toda la tarde, le tributó una merecida ovación de despedida.

Le acompañaron en su actuación Enrique Ponce que cortó un trofeo a cada toro, y Cayetano que estuvo digno obteniendo silencio ovación de su lote.