Ana, víctima de la riada: «Tengo que empezar de cero»

J.M.
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Ana Hernández, de 37 años, ha perdido su casa y sus pertenencias tras la riada que ha devastado Cobisa. «Si hubiera estado en casa, hoy estaría en el cementerio», asegura

Una víctima de la riada: «Tengo que empezar de cero» - Foto: Yolanda Lancha

Ana ha asumido que encara ahora una vida nueva. «Tengo que empezar de cero», dice en dos ocasiones a este diario horas después de la riada que arrasó parte de Cobisa y se llevó por delante su vivienda. Ni una pertenencia, ni un recuerdo se salvó invicto de la tromba. Ni las paredes resistieron indemnes. Solo las lámparas vencieron a esos 180 centímetros de capa de agua que lo inundó todo. «Si hubiera estado en casa, hoy estaría en el cementerio. Hubiera sido imposible salir», asegura sin temblar.

Ana Hernández, de 37 años y 160 centímetros de altura, trabajaba el miércoles por la tarde en el control de las cámaras de tráfico de la Policía Local de Toledo. Como habitualmente. Pero la gota fría iba a deparar la ruina de su casa, localizada en una planta baja de la calle Ricardo Díaz, en Cobisa.

Hasta allí no había llegado ninguna riada leve, pero el efecto devastador de la última ha dejado a esta mujer casi sin casa ni pertenencias. «Se hizo una bolsa de agua y se rompió el muro», apunta para detallar un fenómeno que no vio pero seguro que habrá repasado en su cabeza.

Una víctima de la riada: «Tengo que empezar de cero»Una víctima de la riada: «Tengo que empezar de cero» - Foto: Yolanda Lancha«Lo material no me importa. Pero los recuerdos de mis abuelos, los libros. Todo. Tengo ratos de reír y de llorar. Estoy feliz y triste», describe en un baile de contradicciones pero con una entereza descomunal ante la naturaleza de la pérdida.

Muchos vecinos de Cobisa comparten la desgracia de Ana. «Parece una zona de guerra», reflejaba apesadumbrada en palabras a este diario en la edición del viernes la concejal de Política Social, Igualdad y Participación Ciudadana, Marisol Núñez. «Las casas están destrozadas. Las familias se han quedado sin nada», continuaba sobre las consecuencias del desbordamiento. El Ayuntamiento había recontado unas 100 casas afectadas, la mitad de ellas de manera muy grave, y unos 40 vehículos vapuleados. Lo más grueso entre una localidad desolada.

La riada de Cobisa circuló enseguida por los teléfonos móviles de los españoles. Grabaciones como la del joven que gritaba fuera de sí porque el agua rompió el muro de la finca y entró enfurecida en la casa. El arroyo de la Degollada cruza de punta a punta Cobisa, un municipio de más de 4.000 empadronados. Resulta excepcional que el cauce que atraviesa subterráneamente el pueblo conduzca agua, pero la tromba descargada taponó el encauzamiento y apelotonó la bajada desde la sierra de Layos. Por ello, la corriente riada se limitó a calles arracimadas junto al cauce del arroyo: la avenida de Castilla-La Mancha, la Veguilla, Torrentero, Huerta, Antonio López, Ricardo Díaz, Clara Campoamor y Peñas Huecas.

Una víctima de la riada: «Tengo que empezar de cero»Una víctima de la riada: «Tengo que empezar de cero» - Foto: Yolanda LanchaAna ha asumido que tendrá que derribar hasta paredes de la casa, de su propiedad, en la que vive desde hace 10 años. Esta víctima de la gota fría ha vuelto a la vivienda y relata emocionada que encontró hasta una treintena de colaboradores. Los contó de uno en uno en esos momentos de extraña lucidez en medio de la devastación. «Me quedé parada viendo que de las 30 personas, no conocía ni a la mitad. Tengo palabras de agradecimiento a todo el mundo», insistía por el ofrecimiento desinteresado que ha recibido en las primeras horas tras la desgracia.

Porque la labor de limpieza, además, es ingrata en medio de tanto lodo y tanto destrozo. Tanto escombro. Y del granizo, que seguía intacto días después. Así, Ana busca todavía pertenencias que pueda rescatar y llevar consigo a casa de sus padres, también en Cobisa, donde se ha refugiado tras la dramática riada.

«Estoy contenta porque estoy viva», afirma en un aforismo que encierra, en verdad, una síntesis que solo nace en una persona que siente que acaba de salvarse de una catástrofe.