Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


Por Tarancón

04/01/2023

Ando por Tarancón, la esquina donde se vienen a rozar las provincias de Cuenca, Toledo, Guadalajara y Madrid. Hasta la reforma territorial de Javier de Burgos de 1833 siempre perteneció a la tierra de Toledo. Y estando aquí no puedo dejar de hablar de Agustín Fernando Muñoz y Sánchez, un humilde sargento de la Guardia de Corps natural de este pueblo, hijo de unos estanqueros, del que se enamoró perdidamente la reina gobernadora de España, María Cristina de Borbón, que a la sazón contaba con 27 años, madre de la futura reina Isabel II y viuda de Fernando VII.
Una tarde que paseaba María Cristina por los jardines de La Granja se le cae un pañuelo y Fernando Muñoz, que la custodiaba a distancia con un grupo de guardias, diligente lo recoge y se lo entrega, de inmediato quedó cautivada por la apostura del galán y le preguntó cómo se llamaba y de dónde era.
-Fernando Muñoz, señora, para serviros. Soy de Tarancón.
 La reina aseguró que no conocía el pueblo, pero auguró:
-Quién sabe si algún día gracias a ti será célebre.
El caso es que al poco tiempo -28 de diciembre de 1833- contrajeron en secreto matrimonio morganático -unión realizada entre dos personas de rango social desigual en el cual se impide que el cónyuge y cualquier hijo de dicha unión herede u obtenga los títulos, privilegios y propiedades del noble- en el Palacio Real de Madrid, aunque el asunto se conoció al poco tiempo. Tuvieron cinco hijos y tres hijas y juntos siguieron el resto de sus vidas aún en el exilio.
Agustín Fernando Muñoz, gracias al braguetazo, fue nombrado I duque de Riánsares con grandeza de España y obtuvo cargos y honores importantes. Pasó de la política y se interesó más durante toda su vida por los negocios, no todos limpios ni honrados; con la trata clandestina de esclavos africanos ganó una gran fortuna que luego invirtió en empresas de construcción del ferrocarril, en la industria azucarera cubana y en bolsa.
A Tarancón lo puso en el mapa, tanto que se la llamó 'la pequeña corte manchega', porque Fernando Muñoz y María Cristina pasaron muchas temporadas en los palacios que construyeron o reformaron en el pueblo: la Casa-Palacio de Retamoso, el Palacio del duque de Riánsares y el Palacio-Ermita de Nuestra Señora de Riánsares, a las afueras del pueblo, donde se construyó su sepulcro y donde está enterrado.