"Mi gran victoria es poder haber hecho 'el gran salto'"

Mónica Puras (SPC)
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"Mi gran victoria es poder haber hecho 'el gran salto'" - Foto: Xavier Torres Bacchetta

Su camino para colgarse al cuello dos oros y una plata olímpicas fue relativamente sencillo por su extraordinario talento como profesional de la gimnasia, pero una vez que decide alejarse de las paralelas, las anillas, el potro y las colchonetas... y aterrizó en el suelo, el mundo se le vino encima. Se ahogó en el alcohol. El gimnasio de La Mina, en un barrio de Barcelona, es su salvavidas, su última terapia tras más de 10 meses en un centro de desintoxicación. Gervasio Deferr, el mejor gimnasta español de todos los tiempos, se abre en canal en El gran salto (Península, 2022), un libro autobiográfico que narra en sus 268 páginas cómo ha vuelto a nacer para poder contarlo.

¿Desde la publicación del libro hasta ahora cómo se ha sentido?

Muy bien. En esta época de redes sociales que todo va tan rápido he recibido un montón de mensajes de gente del deporte y de otros ámbitos que me han dado las gracias porque se han visto reflejados en el libro y, también, por el hecho de dar voz a un tema complicado como es el de la salud mental. 

¿Por qué eligió El gran salto como título?

Llevaba toda la vida saltando y haciendo triples mortales y saltos imposibles. Y el primer día que me senté a contar en un libro todo lo que me había pasado desde que empecé hasta que me retiré como gimnasta y los últimos 10 años pues me di cuenta que era el salto más difícil que iba a dar en mi vida y lo consideré muy adecuado. 

¿Cuál fue su gran salto como gimnasta y como persona?

Como gimnasta creo que lo he demostrado con creces. Tres períodos olímpicos de 12 años en los que he tenido medallas. Y creo que podía haber ganado más, aunque no sé hasta qué punto eso me habría dañado más. Evidentemente cambiaría cosas, antes decía que no. Salpicar a segundas personas y a terceras... eso, ahora, lo evitaría. Pero todo lo que me ha pasado a mí no lo cambiaría, porque eso me ha hecho ser lo que soy ahora con 41 años.

¿Cómo se define actualmente?

Un tipo tranquilo con mucha ilusión, con ganas de vivir y seguir evolucionando.

¿Ser egocentrista es algo innato en el deportista de élite?

No siempre. Eso también se trabaja. Desde los entrenadores también te venden o te hacen creer que eres o tienes que ser el mejor. Yo desde bien pequeño ya tenía claro que quería ser campeón olímpico. Cuando compites siempre quieres ganar.

Supongo que ha releído su libro, ¿cuáles son esas páginas que más le han encogido el corazón?

Sí, lo he leído otras cuatro o cinco veces. Sé que es corto, porque son 268 páginas, pero lo he dado todo en estos 12 meses con Roger Pascual, el periodista que me ha ayudado a plasmar lo que quería en el libro. Yo cuando lo leo tengo un nudo en la garganta desde el segundo uno. Es mi vida. Yo lo recuerdo todo y he tenido momentos de mucha felicidad y muchas catarsis. Es duro. Yo me estremezco con cada una de las palabras. Igual no soy demasiado imparcial.

¿Arrancaría alguna página?

No. Pondría más. 

La figura del psicólogo deportivo es crucial, pero ¿cómo entrena un deportista su mente?

El tema de los psicólogos realmente a mí no me hicieron falta en la parte deportiva, sino para otros temas personales como la separación de mis padres, un año difícil con los estudios, temas de pareja... Nosotros teníamos un psicólogo deportivo, pero solo lo empleaba en las terapias grupales. Yo he visto como deportistas como Alejandro Barrenetxea o Víctor Cano, por ejemplo, trabajaban para aprender a ganar o competir, pero yo nunca lo necesité para temas deportivos.

¿Cuándo se da cuenta el héroe gimnasta que también es de carne y hueso?

En realidad yo lo he sabido siempre. Pero me tuve que poner una coraza tan heavy (fuerte, gruesa) que al final se me olvidó. Cuando he vuelto a darme cuenta yo creo que uno de los puntos cruciales fue el nacimiento de mi sobrina Valentina, que tiene cinco años. También con mis desastres que me hicieron pedir ayuda y entrar en un centro de desintoxicación, pues todo ese proceso es cuando yo digo que sigo siendo persona, sigo sintiendo y sufriendo, y necesito dejar de sufrir. 

¿Cuáles son esos aprendizajes que nunca se olvidan y que transmite también a sus alumnos?

Podemos caernos, podemos caer, pero no nos podemos rendir. Se lo digo constantemente a mis niños y niñas. Estamos practicando uno de los deportes más difíciles, pero no pasa nada, te puedes caer. Pero no puedes llorar y tirar el resto del ejercicio. Hay que seguir. Ya lloraremos más adelante si hace falta, analizaremos en lo que fallamos. Porque esto es un suma y sigue. 

 

Me estremezco con cada palabra del libro. Es mi vida"

Esa es un poco la montaña rusa de la vida, ¿no?

Eso es. Por eso yo hablo tanto ahora de la gestión de las emociones. No lo enseñamos, ni aprendemos y se nos escapan de las manos. Tienen que inculcarlo desde Primaria. Hay que saber estar tristes que por eso no se acaba el mundo. Hay que entender las euforias de alegría y no volverse locos y no perder el control. Gestionar también el enfado y la soledad. 

No tuvo mucha suerte con sus entrenadores, pero de todos aprendió algo. ¿Lev y Álvaro fueron sus mejores maestros?

Alfredo Hueto también tuvo una importancia fundamental en mi carrera. Aunque también hubo cosas negativas. Con Álvaro y con Lev fueron todas las cosas positivas. Son lecturas diferentes porque son relaciones diferentes.

Tras su retirada dice quedarse sin objetivos, ¿cuáles son ahora?

Desde 2018 que yo salgo del centro tomo las riendas del Club de Gimnasia de La Mina, que es un barrio marginal en el que tenemos un proyecto desde 2010. Llevo cuatro años trabajando con esos chicos y chicas y mi objetivo son ellos. Siempre encuentro la calma ahí. Cuando hice el programa de Jordi Évole y fue súper viral... esos días estuve más nervioso y me iba al gimnasio que es donde encuentro la tranquilidad.

¿Cómo empieza de cero un joven de 30 años?

Pues yo muy mal. Lo hice todo tan mal... Fui el mejor en mi deporte, todo me salió de cara. Pero a los 30 años me retiro oficialmente, aunque dejo de competir con 27 años. En esos tres años estoy pensando ir o no a Londres. Vivo en Madrid, recupero mis estudios, vivo con mi chica. Pero oficializo mi retirada... Regreso a Barcelona y ahí se me cae el mundo al suelo. Me separo de mi chica. Se muere mi amigo del alma, Andreu Vivó. No sabía hacer nada sin el alcohol y eso se enquista. En 2011 y 2012 estoy vivo de milagro porque en esos dos años podría haberme muerto hasta 25 veces. Estoy aquí y me he perdonado a mí mismo. Mi familia está conmigo y orgullosa del cambio. Están a mi lado como hacía tiempo. Todo fue por culpa mía. Soy yo quien me aparté porque no quería que me juzgaran. Hasta que no lo supe ver... Me voy a ingresar porque ya no puedo más. Y mi familia por dentro estaba dando gritos de alegría porque realmente supe decir stop.

 

Al regresar de Madrid a Barcelona se me cayó el mundo. No sabía vivir sin el alcohol "

¿Ha podido hacer las paces con todo el mundo?

Sí. He podido. Para mí ya no existe el rencor. Tengo el corazón lleno de mis sobrinas, mis niñas y niños del gimnasio, mi familia y mis amigos que son pocos, pero siempre estarán ahí. Con esto ya me siento súper lleno.

¿Alguna espinita clavada como esa renuncia a ser abanderado?

Ufff. Eso me dolió, me dolió mucho. Pero sabía que si era abanderado, no conseguiría medalla, porque mis piernas no iban a aguantar seis horas y luego tener que saltar con los mejores del mundo. Sí me lo merecía. De hecho lo reconoció hasta Samaranch padre, que para mí eso es brutal. 

 

En 2011 y 2012 podría haberme muerto hasta  25 veces"

¿Ve en Ray Zapata a un heredero?

Ray fue alumno mío. Lo sacamos de Lanzarote para despegar. Luego ha sido él el que ha hecho todo el trabajo. Todo lo bueno que le pase se lo merece. Yo estoy orgullosísimo, feliz de haber estado en su evolución. Por supuesto que veo un heredero. Pero no veo un Gervasio Deferr veo un Ray Zapata. Él ya tiene su propia potencia. No necesitamos más Gervasios. Necesitamos a Ray a Néstor Abad, a los chicos jóvenes, porque si intentan ser yo, fracasarán.

¿Y en la gimnasia femenina?

Está Roxana Popa, una trabajadora incansable y en ella veo muchísima magia. Y luego las jóvenes también vienen apretando fuerte. 

¿Qué nivel aprecia en España desde que lo dejó?

Hay que seguir apoyando la gimnasia porque es un deporte muy hermoso y porque los valores del deporte no tienen precio. Alejandro Barrenechea, Arkaitz García, Víctor Costa, todos nos han hecho ser mejores.

Esta es una frase textual de su libro: «La victoria en el deporte y en la vida se construye sobre el aprendizaje de 1.000 derrotas», ¿cuál considera que es su gran victoria?

Mi gran victoria es poder haber hecho con 41 años el Gran Salto y vivir para contarlo. He estado muy cerca de la muerte. Como gimnasta no puedo quedarme con una de las medallas. No puedo decir Sidney fue mejor que Atenas, o fue peor que Pekín. No fue oro lo de Pekín, pero fue en mi aparato estrella. Y era como culminar una carrera de 15 años en la selección y de 25 años como gimnasta. No puedo seleccionar un solo momento.

¿Y qué recuerdos le trae aquel 'maldito' Mundial de 2007?

Fue justo un año antes de los Juegos Olímpicos. Yo realmente cuando acabo el ejercicio creo que he ganado el oro mundial. Y pienso que soy campeón del Mundo, algo que no he logrado nunca. Supe que lo había bordado. Y es muy comparable a unos Juegos en salto. Para mí el salto era como mi aparato secundario. Yo era muy fuerte de piernas, saltaba muy bien y el salto son tres segundos. Es tan rápido, tan potente, pero no puedes enseñarle al mundo lo que haces en solo tres segundos. Solo gana el que clava. Y yo en dos finales olímpicas de cuatro saltos clavé tres. Pero no era mi ejercicio. Lo mío era saltar durante un minuto y 10 segundos como un animal enseñándole al mundo que nadie puede hacerlo como yo. Eso nunca lo conseguí y es una espinita que me quedará para siempre. Mentalmente lo he asumido. Sintiéndote el mejor es que cada vez que lo recuerdo… He visto ese vídeo más de 100 veces y es que no había otro ejercicio como el mío. Me sigue doliendo ese campeonato del mundo que no me llevé.

¿Cómo lo explica?

Si el chico que me ganó no gana su país no se había clasificado. Tenía que ser oro sí o sí para estar en los Juegos Olímpicos. Me lo robaron. Luego en los Juegos le gané y hubo un poco de revancha. Hay un poco de magia en esos Mundiales que un país está fuera, pero hay un chico fortísimo, y parece que hacen lo posible para que llegue.

¿Imaginó alguna vez llegar dónde ha llegado?

Soy dos veces campeón olímpico, otra subcampeón; tres veces subcampeón del mundo, 14 veces campeón de la Copa del Mundo, campeón de Europa, campeón de España…. Es una pasada. Jamás pensé en esta carrera. Fue todo tan potente que me volví loco cuando me quitaron la gimnasia. No sabía que hacer con mi vida. Me costó, me ayudaron y lo superé y ahora estoy aquí para contarlo. 

¿Qué queda del 'Gervi' niño?

Sueño con poder cambiarle la vida a cuantas más personas pueda mejor. Pero quiero estar tranquilo, a través de la gimnasia que es mi verdadera pasión. Sin grandes victorias y sin grandes derrotas. He luchado mucho no quiero grandes batallas.

¿La Mina es su salvavidas?

Claro. Hoy he llegado de Bilbao y lo primero que he hecho ha sido pasarme por el gimnasio tres horas. Así estamos, renovados y con una energía del copón. 

Solo quiero dar las gracias al mejor gimnasta español de todos los tiempos por dar la cara.

Había que darla.