El ego de 'KD' necesita más

Diego Izco (SPC)
-

El ego de ‘KD’ necesita más - Foto: EFE

Ahora que está organizando el enésimo 'show' de su carrera, un posible pase hacia Boston, es un buen momento para asomarse con gafas de sol a contemplar el enorme ego de Kevin Durant, un tipo cuya consideración de 'genio' o 'leyenda' del baloncesto son más grandes cuanto más te acercas a su propio discurso… pero que, injustamente, ha visto negada tal condición por su pose de villano ante la opinión pública, sus declaraciones pasadas de rosca contra compañeros o rivales, su distancia con la prensa o la indiferencia ante la afición. Lo que el jugador le da, la persona se lo quita.

Y eso de 'KD' ha luchado como pocos para hacerse un hueco en la historia de la canasta. Imparable en el Instituto y en la Universidad (promedios de 30 puntos con 18 y 19 años), fue seleccionado en la segunda posición del 'draft' por Seattle, donde solo jugó una temporada. Al año siguiente (2008) firmaría un compromiso aparentemente eterno con los Oklahoma City, donde consiguió ser el máximo anotador de la NBA durante cuatro campañas de cinco. En la quinta (la 13/14) fue designado MVP del curso: «Tú eres la MVP». Aquel discurso emocionado que hizo llorar a su madre y a medio planeta del baloncesto dibujaba a una figura descomunal con corazón y alma. Poco de eso queda hoy: cuando decidió romper aquel vínculo con los Thunder para firmar con los Warriors, Durant se convirtió (hubo encuestas) en el jugador más odiado de la NBA.  

Él quería anillos y no títulos individuales, y no somatizó demasiado bien la crítica. Perdió la sonrisa y parte de la empatía, como un aprendiz de sociópata con un objetivo inamovible entre las cejas: se 'encerró' en su familia y entorno, y junto a su madre, Wanda, y su hermano Tony tomó las decisiones más drásticas de su carrera. Cruzar 2.500 kilómetros de Oklahoma a San Francisco fue un acierto en ese sentido: nada más aterrizar, Golden State reconquistó el título que había perdido en la 15/16 a manos de Cleveland… y 'Durantula' inscribió al fin su nombre en el muro de los campeones de la NBA. Dos años seguidos (en los que fue el MVP de las finales), que fueron la antevíspera del descenso a los infiernos.  

Lesión y regreso

Aquel 10 de junio de 2019 muchos le dieron por muerto. Durant se rompía el tendón de aquiles en las finales ante los Raptors (misma lesión que sufrió su compañero Klay Thompson) y casi sin empezar la recuperación ya trascendieron sus problemas con compañeros como Green, incluso sus charlas clandestinas con el polémico Kyrie Irving (antivacunas) donde este le convenció de dar su siguiente y controvertido paso: fichar por los Nets, a cambio de 164 millones en cuatro años, en la 19/20… en la que no jugó un solo minuto debido a la lesión. Le dio tiempo a 'moldear' la franquicia desde la sombra y las redes sociales, con 'likes' y 'dislikes' que terminaron con Nash, D'Antoni y más tarde James Harden buscando la gloria en la Gran Manzana.

Sólo dos años después, 'KD' ya se ha cansado de Brooklyn y necesita satisfacer su ego con un último pelotazo, volver a verse en los grandes titulares, volver a sentirse entre los grandes favoritos. El verde de los Celtics podría ser el color de la esperanza para ese tipo al que le siguen negando la entrada al Olimpo de los LeBron, Kobe y compañía a pesar de que las cifras y su currículum dicen lo contrario:los dos títulos, los tres MVP, 15 temporadas sin bajar de los 20 puntos de media por partido, cuatro títulos de máximo anotador, 11 veces 'All Star', nueve en los mejores quintetos (seis de ellas en primer lugar)...