Máscara antigás alemana de la Primera Guerra Mundial

Enrique Rontomé Notario
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En las trincheras de la Primera Guerra Mundial, soldados de ambos bandos tuvieron que familiarizarse con las «caretas antigás», ante los ataques de una nueva arma devastadora empleada por primera vez por los alemanes en 1915

Máscara antigás alemana de la Primera Guerra Mundial

Hoy en día, cuando la ciudadanía puede ya pasear sin mascarilla quirúrgica por la calle, puede ser una buena ocasión para detenernos ante uno de los primeros equipos de protección individual surgidos en el contexto de la Primera Guerra Mundial.

Debemos remontarnos al frente de Ypres (Bélgica), el 19 de diciembre de 1915, cuando una unidad alemana abrió los cilindros que contenían gases tóxicos y el viento empujó aquella mortífera nube hacia una unidad de tropas coloniales francesas. Las terribles bajas y el pánico causado por esta nueva arma, incentivó la búsqueda de medidas de autodefensa, que se materializaron en las llamadas «caretas antigás», fabricadas y distribuidas urgentemente entre los contendientes.

Aunque ya había ejemplares desde 1915, uno de los primeros y más populares fue la máscara antigás que podemos contemplar en el Museo del Ejército. Este modelo alemán de 1917, denominado Lederschutzmaske (máscara de protección de cuero) está compuesta por la propia careta de cuero curtido al cromo y sumergida en una solución de aceite impermeabilizante. Las costuras están selladas con una laca negra gomosa. Las lentes son de celulosa con una estructura metálica en forma de tela de araña. La máscara se ajustaba a la cabeza del soldado con unas cintas elásticas

Máscara antigás alemana de la Primera Guerra MundialMáscara antigás alemana de la Primera Guerra MundialSe guardaba en una lata cilíndrica de metal con cierre hermético. Una cinta de tela permitía al soldado llevarla en bandolera. En la parte interior de la tapa se incluye un receptáculo para albergar dos lentes de repuesto.

Si bien el empleo del gas no fue importante en la Guerra Civil, ambos bandos se equiparon con nuevos modelos. La República adquirió máscaras antigás francesas, checas, belgas y las producidas en País Vasco y Cataluña. Por su parte las tropas nacionales absorbieron una gran cantidad de material sobrante alemán de la Primera Guerra Mundial, fundamentalmente del modelo que nos ocupa, aunque con un filtro actualizado.

Esta máscara antigás procede de la Pirotecnia Militar de Sevilla, y tras una exposición celebrada en el Museo de Ingenieros, en 1919, pasó a formar parte del Museo de Artillería, antecedente de nuestro Museo del Ejército.

Al igual que el uso de mascarillas en la actualidad ha afectado a nuestros hábitos, también los soldados de la Primera Guerra Mundial se vieron obligados a variar algunas de sus costumbres. Es difícil ver a combatientes en las trincheras a partir de 1916 con espesas barbas, ya que dificultaban el ajuste perfecto de la máscara al rostro, circunstancia necesaria para la correcta actuación del sistema de autoprotección.

Animamos a nuestros visitantes a contemplar la Máscara antigás alemana y su lata de transporte de la Primera Guerra Mundial, situada en el Recorrido Histórico, en la sala La Restauración monárquica (1874-1923), vitrina El eco de la Gran Guerra.