«La riqueza de la catedral no la hay ni en el Vaticano»

F. J. R.
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Carlos Dueñas Rey presenta hoy (19:00 horas en el Alcázar) su último trabajo, un fascinante recorrido, a modo de visita guiada, por el templo que le cautivó desde su adolescencia

«La riqueza de la catedral no la hay ni en el vaticano» - Foto: Yolanda Lancha

Los ojos maravillados de un muchacho de 14 años al conocer por primera vez los rincones de la Catedral de Toledo, más la experiencia de haber trabajado cincuenta años en una farmacia a la sombra de la torre del templo primado, han dado como resultado el tercer libro de Carlos Dueñas Rey.

De la mano de la editorial cordobesa Almuzara llega el por ahora último trabajo de este toledano autodidacta, armado con una innata curiosidad y una habilidad especial para buscar a los mejores para resolver sus interrogantes. 

Se trata del libro 'La Catedral de Toledo', un ameno recorrido por la espectacular seo que nació con esa única voluntad y que está llamado a ser una herramienta de divulgación indispensable, tanto para visitantes como toledanos. 

La mejor prueba de ello no es solo su contenido, conciso y ameno, sino el motivo por el que fue escrito. El propio Carlos Dueñas lo cuenta para La Tribuna, demostrando una vez más que las mejores historias son esas con las que te encuentras por casualidad. Como así fue.

Una tarde hace ya muchos meses, unos chicos de Barcelona llegaron hasta Toledo con los anteriores libros de leyendas del autor ('Enigmas y misterios de Toledo' y 'Toledo mágico y misterioso'), y preguntaron en la librería Hojablanca si podían contactar con Carlos para que les dedicara los ejemplares. Dicho y hecho, una llamada de teléfono y la casualidad de que se encontrara en esos momentos disfrutando precisamente de un recorrido por la Catedral favorecieron el encuentro. Y allí fue cuando le sugirieron por qué no escribía algo divulgativo y de fácil acceso para aquellas personas que venían buscando información sobre el templo.

La primera reacción de Carlos fue decir que no, pero poco a poco la idea fue madurando en su interior, hasta que llegó un momento en el que reconoce que el proyecto le vino un poco grande. Entonces es cuando entró en escena otro de los protagonistas de este trabajo, el guía Manolo Gualda. Reuniones en un conocido establecimiento junto a Zocodover fueran dando forma al libro, que finalmente fue corregido por la profesora Carmen Vaquero.

De esta forma ha llegado a las librerías 'La Catedral de Toledo', un trabajo en el que Carlos Dueñas trata de contagiar en el lector la emoción que él mismo siente al recorrer la seo toledana.

El recorrido novelado que se plantea en el libro es el que el propio autor siempre realiza en sus visitas. Haciendo de cicerone a una antigua amistad de su juventud, y al marido de ésta, el lector accede al templo tras recorrer la calle Ancha, para tomarse un café y, previa cagada de paloma al interfecto esposo, pararse a contemplar el entorno de la plaza del Ayuntamiento.

La Puerta Llana es el punto de partida, y el primer bofetón que pega la Catedral nada más adentrarse en ella. «Cuando vienes de las calles estrechas y te encuentras con esa amplitud», destaca el autor, que sabe que al visitante siempre le llama la atención «el efecto piramidal de la disposición de las naves y los capelos catedralicios».

Después, paso por la Capilla de la Descensión,  donde estuvo el Altar Mayor de la Basílica visigótica y donde surge la leyenda del descenso de la Virgen María para entregar el manto a San Ildefonso, patrón de la ciudad. Sin duda, la Capilla de la Descensión es para Carlos Dueñas uno de sus lugares favoritos del templo primado, aunque la Capilla de San Ildefonso le va a la par. Allí yace el cardenal Gil de Albornoz, «que tuvo que exiliarse por los encontronazos que tuvo con Pedro I El Cruel», y al hombre al que el autor asegura que los toledanos deben el apodo de 'bolos', por la fundación del Real Colegio de España en Bolonia. «Otros cuentan otras historias; pero no, nos llaman bolos por eso», aclara Dueñas. 

El autor de 'La Catedral de Toledo' conoce muchos secretos del templo gracias a años de observación y conocimiento, « de la mano de los mejores». De pequeño reconoce que se escondía detrás de las columnas para poder escuchar las explicaciones de los guías madrileños que acudían a enseñar la seo, y posteriormente conoció a figuras como Rufino Miranda, «que cada día me enseñaba una cosa distinta de la Catedral», Luis Alba, Julio Porres, Ramón Gonzálvez o Ángel Collado; así como todos los arzobispos desde Plá y Deniel.

Pero sin duda, a Carlos se le ilumina la cara al recordar a dos figuras. La primera es sobradamente conocida, y no es otro que el cardenal Don Marcelo, «un hombre entrañable, cuyas homilías eran toda una lección de teología para todos los públicos. Que cualquiera podía entender perfectamente. No leía las homilías, porque no andaba bien de la vista, y todo lo decía de cabeza», recuerda Dueñas antes de pararse a destacar a la persona que más le marcó en su juventud. Fue precisamente en esas primeras correrías infantiles entre los bancos del templo, cuando contempló a un anciano sacerdote dar misa en el Altar Mayor. Se trataba de Justo Santamaría González, párroco casi toda su vida de Consuegra al que el cardenal Tarancón trajo al cabildo de la Catedral. «Era un santo varón. Contaba cosas del pueblo y sabía llegar a las personas. Cuando le vi por primera vez me sorprendí, porque nunca había oído a un cura hablar así. Cautivaba con su homilía», explica Carlos Dueñas, que trata de imprimir el mismo efecto al lector con su visita por la Catedral.

«Es de un cúmulo de belleza tal que cuando ves una cosa y te sorprendes, enseguida avanzas y ves otra cosa que te sorprende más; y otra luego más aún... eso es la Catedral de Toledo. La Custodia, el Transparente, su pinacoteca, la sala Capitular con esos frescos de Borgoña... hasta que solo puedes decir, ¿con qué me quedo?», se pregunta el escritor.

«Por eso es la 'Dives Toletana' (la Rica Toledana), porque la riqueza de la Catedral de Toledo no la hay ni el Roma. En el Vaticano no hay diez órganos como hay en Toledo. Por fuera hay catedrales más bonitas, porque está encerrada entre las calles, como puede ser la de Burgos, León o Sevilla, pero la elegancia que tiene Toledo no la tiene ninguna», razona Carlos Dueñas, que conoce de memoria cada rincón del templo.

Una seo que ha sabido, como la ciudad que la contiene, perdurar en el tiempo. Y eso también es parte de su encanto. En los años setenta, cuando el autor era adolescente, recuerda que la falta de dinero impedía tener el templo tan arreglado como ahora. Había goteras en la Capilla de Reyes Nuevos, y no fue hasta pasados los años cuando se comenzó a restaurar muchas partes del edificio.

Por eso, Carlos Dueñas se indigna un poco cuando escucha eso de «¿por qué tengo que pagar para pasar si es la casa de Dios? Pues muy fácil, porque el mantenimiento lo paga la propia Catedral, el de arriba no manda millones y el Gobierno no da dinero. El mantenimiento, los empleados… por pasar a la Catedral no se paga, cualquiera puede entrar a oír misa y los domingos por la tarde es gratis con el DNI. No se paga por entrar, pero tiene ciertos museos en su interior que es lógico que se pague por verlos, porque no se mantienen del aire y, además, es una forma de filtrar, para evitar que se deteriore por el exceso de visitantes, porque hay gente que entra en la Catedral como si fuera a los toros, con gorra y pegando voces», comenta con gracia el autor, que anima a todos a acercarse a su particular visita por el templo primado y que esta tarde, a las 19:00 horas, presentará de forma oficial su tercer trabajo en la Biblioteca de Castilla-La Mancha. Seguro que en breve andará con nuevos proyectos.