Editorial

Putin, la antítesis de Gorbachov, pisotea su histórico legado

-

El fallecimiento de uno de los líderes mundiales que más profundo impacto tuvo en su época llega justo cuando estamos inmersos en otro momento de cambio que ni intuimos a dónde nos lleva. Mijaíl Gorbachov ha vivido lo suficiente para ver cómo todo lo que había intentado lograr se desmoronaba. La era de la distensión nuclear entre Washington y Moscú de la cual fue artífice ha sido reemplazada por una guerra sangrienta en Ucrania en la que el armamento de Estados Unidos y la OTAN se enfrenta a las fuerzas rusas con el consiguiente riesgo de un choque directo por accidente o error de cálculo. Desde 1991 los temores a una tercera guerra mundial parecían relegados a los libros de historia, pero ahora los aliados ya han movilizado 40.000 soldados en el este de Europa, con planes de poner a 300.000 en alerta máxima. Desde el mismo Kremlin están reduciendo a cenizas el legado político, social y moral del gran reformador de la Rusia comunista que acabó con el desmantelamiento del sistema soviético.

La decencia de Gorbachov inspiró de manera consistente su liderazgo político con una gran dosis de ética y sentido común. Fue un visionario que cambió su país y al mundo, aunque no tanto como él hubiera deseado. Tuvo éxito en eliminar la herencia del totalitarismo en la Unión Soviética, y sentó las bases para la libertad de expresión y la democracia en un pueblo que jamás las había conocido y que ahora las mantiene suspendidas. Permitió que los países de Europa del Este se hicieran dueños de su destino al acceder al desmembramiento de un imperio sin la sangre y violencia que han acompañado a la desintegración de tantos otros. Vilipendiado en Rusia por ello, los medios estatales siempre le han retratado como un títere de la CIA y el hombre responsable del fin de la URSS, «la mayor catástrofe política del siglo XX», según Vladímir Putin, un momento de humillación que tres décadas después sigue empeñado en intentar enmendar.

El padre de la 'perestroika' fracasó en su intento de cambiar la mentalidad de un país que nunca había experimentado ni de cerca los valores democráticos. La Unión Soviética se desintegró cuando Gorbachov debilitó al Estado en un intento de fortalecer al individuo. Los rusos han optado después por fortalecer al Estado por la vía de recortar libertades individuales. En política exterior, Gorbachov concebía un nuevo orden mundial basado, tanto como fuera posible, en la renuncia al uso de la fuerza. Considerado en retrospectiva, el mundo iría bastante mejor de haberse plegado a su guía. Tres décadas después, Putin responsabiliza a Occidente de expandir la OTAN hasta las fronteras de Rusia y se ha valido de eso para justificar la invasión a Ucrania, una guerra que solo es una parte más de su batalla para deshacer el legado del hombre que levantó el telón de acero.