Pedro Carreño

La Ínsula

Pedro Carreño


Indicios

20/12/2022

Hasta hace poco, la Navidad llegaba sin avisar, pero rotunda, de un día para otro. Irrumpía a primera hora, con la voz cristalina y pueril de los niños de San Ildefonso. Esa letanía lotera marcaba el inicio de las fiestas, como un chupinazo, pero un veintidós de diciembre.
Tiempos en los que los que, a ritmo de matasuegras, el país se ponía en modo Navidad el mismo día. La única tele de entonces reponía 'La familia y uno más', y se lloraba con el añorado Pepe Isbert buscando a Chencho en la Plaza Mayor. Tele que, además, se aromatizaba de anuncios con las colonias de aquellos lustros (Chispas, su primera colonia para ellas. Brummel y Andros, varoniles e infalibles para ellos). Ahora, en cambio, los indicios de la llegada de la Navidad son otros. Más prematuros, confusos y sibilinos.
El encendido de las luces es ahora el pistoletazo de la Navidad. Aunque sea noviembre. El fogonazo navideño viene del Occidente gallego, y tiene al alcalde de Vigo como mago electricista y responsable del chispazo. Después, el resto de ediles del país encienden las luces de su ciudad, o de su pueblo, cuando le da la gana. O más le conviene.
Pero sobre este punto, sobre los indicios que apuntan y rivalizan sobre cuándo y cómo empieza la Navidad, hay más teorías dignas de ser tenidas en cuenta.
Existe una corriente de opinión, bastante seria y respetable, que marca la génesis navideña a mediados de noviembre, cuando los supermercados inundan sus lineales de turrón, peladillas, sequillos, mazapán (industrial) y pan de Cádiz (también industrial). Productos claramente navideños pero que, debido al cambio climático, cuesta digerir con más de veinticinco grados. Y es que, a no ser que se haya vivido en el Caribe, la ingesta de dulces navideños en manga corta y bermudas se presenta de difícil visualización y digestión. De maridarlos con anís y mistela bajo un cocotero, ni hablamos
Otra corriente -también interesante de analizar-, habla de Halloween como el actual punto de salida de la Navidad. Es más, hay quien cree que esta fiesta tan incipiente no es más que un carnaval en Nochebuena. En Alcázar de San Juan, por cierto, tienen la costumbre de combinar ambas fiestas y les va muy bien desde hace décadas.
Todo este cúmulo de indicios, pone sobre la mesa el debate sobre cuándo y cómo felicitar las Pascuas. Confusión que explicaría -siendo inocentes-, las declaraciones de algunos políticos para describir y parametrar los días de Navidad. Más en concreto, el uso de acrobacias semánticas para sustituir el vocablo Navidad -reconocible desde hace más de dos siglos-, por otros más acordes con lo políticamente correcto en estos tiempos. Ahora, para felicitar la Navidad, es frecuente escuchar expresiones que rayan el paroxismo, tales como «felicidad y buenos deseos en la fiesta que aproxima ámbitos familiares», o «transmitimos nuestra expresión solidaria a los colectivos humanos, en estos días previos de fin de año». Tela, pero es lo que hay.
A usted, lector, y desde esta columna, se le desea suerte para pasado mañana. Y si no, salud para celebrar la Nochebuena el próximo sábado. Pero sobre todo, Feliz Navidad.