370 años del Ochavo de la Catedral de Toledo

José García Cano*
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Los ocho lados de este espacio no son casuales, ya que el número 8 es un número especial y simbólico que nos recuerda a la eternidad.

Una de las Esferas de los cuatro continentes. Ochavo de la Catedral. - Foto: Arzobispado de Toledo

Hoy se cumplen los 370 años de la finalización de las obras del relicario u Ochavo de la Catedral de Toledo, un espacio muy desconocido para todos y en el que desde hace siglos se han guardado decenas de reliquias de lo más interesantes y curiosas. Recordemos que los ocho lados de este espacio no son casuales, ya que el número 8 es un número especial y simbólico que nos recuerda a la eternidad; después del séptimo día, es decir el día del descanso, llegaba el octavo día, cuando la obra total ya estaba acabada y de ahí que se asumiera que era un número perfecto, situado a continuación del 7, es decir, un paso más en la perfección. Se han buscado otras simbologías cristianas de este número, como por ejemplo la resurrección o la regeneración.  

Volviendo al ochavo catedralicio, recordemos que se sitúa detrás del altar de la Virgen del Sagrario y en el momento de finalizar la obra de cantería del mismo (24-04-1653), se colocó la bola y la cruz, pesando la primera 12 arrobas y la segunda 6,5. El arquitecto del Ochavo fue el maestro Felipe Lázaro de Goiti. Posteriormente se prosiguió la obra en la que se utilizaron los famosos mármoles de San Pablo de los Montes y de Montesclaros; de esta localidad toledana de la Sierra de San Vicente, provenía una buena parte del mármol que Carlos III utilizó en algunas importantes obras del Madrid del siglo XVIII, como algunas de las nueve fuentes que se ubicarían en el Paseo del Prado, por ejemplo, las de Cibeles y Neptuno, bajo dirección técnica del afamado Ventura Rodríguez. Las canteras de mármol dolomítico blanco de Montesclaros, se usaron sobre todo para la fabricación de cal, por lo que eran conocidas en multitud de lugares y demandadas por arquitectos y constructores. La obra del interior del ochavo de la catedral fue dirigida por el fraile jesuita Francisco Bautista, quien la dirigió sabiamente. No podemos olvidar la intervención en este espacio de Nicolás de Vergara el Mozo, quien se encargó en un principio de las obras, así como la del conocido Juan Bautista Monegro, de Toribio González o la de Jorge Manuel Theotocopouli. La idea del Cardenal Quiroga -quien promovió el proyecto del Sacrarium- era diseñar un lugar especial para cobijar las muchas reliquias que el templo toledano atesoraba, entre las que se encontraban los restos de San Eugenio y Santa Leocadia. Se finalizó esta parte exterior en la época del Cardenal Moscoso y Sandoval, si bien el resto de la obra se concluyó el 19 de enero de 1673, cuando se produjo la solemne traslación de las reliquias al Ochavo. Su interior fue decorado con diferentes mármoles, con molduras de bronce dorado y fue decorado con algunas pinturas al fresco que realizó Mariano Maella en 1778 -con las tres virtudes teologales y las cuatro cardinales-, aunque en un principio se encontraban otras del siglo XVII de Francisco Rizzi y de Juan Carreño. Las reliquias contenidas en su interior se distribuyen en siete arcosolios, en los que se ubican diferentes vitrinas para tal fin. Es curioso como el número de arcosolios no es casualidad, el 7, es decir, el número de días que tardó el Señor en crear el mundo.

Entre otras citaremos como piezas más importantes, el arca del Santísimo Sacramento, creada en tiempos del Cardenal Cisneros para depositar en ella la Sagrada Hostia el día del Jueves Santo. Los relieves fueron diseñados por el pintor Juan de Borgoña y realizada en 1514 por Pedro de Medina Y Diego Vázquez, aunque luego se ha modificado con el paso de los años. Tiene cuatro cuerpos rectangulares y en las diferentes caras se aprecian escenas de la pasión de Cristo y algunas figuras de santos. También se encuentra otra reliquia denominada el brazo de Santa Lucía, relicario hecho en plata sobredorada y esmaltada, hecho en Siena en la segunda mitad del siglo XIV, siendo sus autores Andreas Petrucci y Iacobus Tondini y es posible que fuera donado por el Cardenal Gil Álvarez de Albornoz. No podemos olvidar otro de los elementos importantes que se sitúan en el ochavo: las esferas de los cuatro continentes, cuatro grandes esferas de plata de gran tamaño, que representan los cuatro continentes que se conocían en aquella época, en las que se ubican figuras femeninas sentadas sobre esas partes del mundo: Europa, América, Asia y África. Fueron realizadas por Lorenzo Vaccaro en 1695 y fueron regaladas por el virrey de Nápoles a Carlos II, formando parte posteriormente del museo catedralicio de Toledo. Otra interesante pieza es el arca de San Raimundo abad de Fitero, de estilo barroco y datada en el siglo XVII, en la que se conservan los restos de San Raimundo, fundador de la orden militar de Calatrava; es un arca de plata con pie de planta octogonal y en la que aparece -como es lógico- la cruz de la orden de Calatrava. El retablo relicario de San Luis de Francia es otra pieza impresionante que se encuentra en el Ochavo. Se trata de un retablo originario del siglo XIII, aunque se modificó en el siglo XVIII, siendo donado por San Luis de Francia junto a una carta fechada en 1248 que se conserva en el mismo relicario con un sello de oro. En su interior se guardan algunos fragmentos del Lignum Crucis, así como reliquias de San Juan Bautista, San Bonifacio, San Félix, Santa Bárbara, así como un velo y vestido de la Virgen María.

La tradición presupone que las reliquias que se guardaron en el Ochavo se comenzaron a adquirir en tiempos de Alfonso VI, pues las anteriores, que habían llegado desde África, Asia y otras partes de Europa, fueron trasladadas hacia el norte de la península cuando los musulmanes comenzaron su invasión, llevándose algunas de ellas a Oviedo y a otras ciudades alejadas de Toledo, entre ellas Zamora, donde como es sabido se llevó el cuerpo de San Ildefonso, patrón de la ciudad. Este curioso espacio del Ochavo y sobre todo la cantidad y variedad de reliquias en él conservadas, no dejan de mostrarnos -una vez más- la riqueza artística e histórica que atesora nuestra catedral primada.

*José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.