La Caridad enterraría a Francisco Álvarez según la tradición

J. Monroy
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La pandemia también puede cambiar esta costumbre, que viene de 1085. La hermandad acatará la decisión que tome el arzobispo de Toledo, Francisco Cerro

Fernando Lorenzana, hermano mayor de la Cofradía del Cristo de la Misericoridia. - Foto: Yolanda Lancha

Si al final se cumple la tradición, será la hermandad de la Caridad la que dé la última palada este viernes a la tumba del cardenal Francisco Álvarez en la Catedral Primada. Pero como en tantas otras cosas, la Covid podría truncar esta costumbre toledana, que tiene su origen nada menos que en 1085, año de la fundación de esta Cofradía que es la más antigua de España.

El hermano mayor, José Fernando Lorenzana, explica que de momento está esperando las instrucciones del arzobispo, Francisco Cerro Chaves, para ver cómo tienen que actuar este viernes. Él es quien pone la normativa y es muy posible que se cambie algún punto. Todo tiene que quedar cerrado entre hoy y mañana.

Felipe Jurado fue el encargado de echar la última palada de tierra sobre la tumba de don Marcelo
Felipe Jurado fue el encargado de echar la última palada de tierra sobre la tumba de don Marcelo - Foto: Yolanda Redondo
Lo normal hubiera sido, como ocurrió con la muerte de Don Marcelo, que los representantes de la Caridad acudieran al sepelio este viernes, a partir de las doce del mediodía. Al finalizar el acto, estarían presentes en el momento del entierro y echarían la última palada en la tumba. Así lo hizo en su día Felipe Jurado, como hermano mayor, con don Marcelo González, como sus antecesores con todos los cardenales y arzobispos de Toledo.

Según la tradición, la Hermandad de la Santa Caridad fue creada por el rey Alfonso VI tras la reconquista de Toledo. El arzobispo Bernardo de Agén le otorgó en esa fecha como distintivo la cruz desgajada de un árbol verde, enseña que aparece sobre fondo blanco en el pendón procesional. No es de extrañar así que los servidores de esta cofradía fueran conocidos popularmente como Verderones. Eran los últimos años del siglo XI y la ciudad capitulaba tras un largo asedio. El cometido de la Santa Caridad era entonces el de sepultar a los difuntos, especialmente a quienes habían muerto víctimas de la guerra, a consecuencia de epidemias e incluso ahogados en el río.