Toledo y sus pueblos reciben a la reina Isabel de Valois (I)

José García Cano
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La crónica de lo sucedido la redactó Francisco del Campo el cual nos detalla con mucha precisión todos los actos realizados para recibir a nuestra excelsa reina; el autor se detiene en contarnos las ropas, colores, adornos y movimientos

Toledo y sus pueblos reciben a la reina Isabel de Valois (I)

Entre los múltiples -y pomposos- recibimientos que la ciudad de Toledo ha realizado a reinas y reyes a sus llegadas a la capital toledana, recordamos hoy el celebrado el martes 22 de febrero de 1560 con motivo de la entrada en la ciudad de la reina doña Isabel de la Paz -o Isabel de Valois-. La crónica de lo sucedido la redactó Francisco del Campo el cual nos detalla con mucha precisión todos los actos realizados para recibir a nuestra excelsa reina; el autor se detiene en contarnos las ropas, colores, adornos y movimientos que hicieron los cientos de personas que acudieron al recibimiento regio. No solo participaron los vecinos de Toledo capital, si no que muchas localidades limítrofes también se involucraron en el evento. La reina partió el mismo día 22 de febrero hacia Toledo procedente de Olías del Rey, a «unas dos leguas de Toledo», saliendo desde allí en una litera; una vez que la separaba una legua de la ciudad imperial, se vistió con una «muy rica saya», bajándose de la litera y cabalgando al descubierto para que todos sus súbditos la pudieran ver. El recibimiento que la tenían preparado las miles de personas allí congregadas, lo componían en primer lugar, una compañía de soldados arcabuceros y piqueros, dirigidos todos por los miembros del cabildo de la ciudad de Toledo. Igualmente acudió una capitanía de soldados de Camarena, muy ricamente ataviados, llegando en número a cuatrocientos, con un capitán llamado Alonso Rodríguez que vestía jubón y calzas y decoración de chapería de plata, asistido por un alférez llamado Francisco López. A continuación, desfiló un escuadrón de trescientos hombres procedente de Móstoles (recordemos que cinco años después de este acto, Móstoles se independizó de Toledo, al comprar precisamente a Felipe II su propia jurisdicción) al mando del capitán Ontígola, todo vestido de terciopelo blanco con su alférez Juan Gutiérrez, vestido de terciopelo amarillo con recamado de plata. Detrás de la gente de Móstoles siguieron los vecinos de Sonseca, comandados por un tal Bartolomé García, vestido todo de azul con guarnición de oro a quien ayudaba su alférez Antonio López, de terciopelo encarnado con franjas de plata tras los cuales desfilaban unos trescientos hombres.

 Seguidamente comenzaron a desfilar los escuadrones de vecinos de Toledo pertenecientes a los principales gremios de la ciudad, entre los que encontramos oficios ya perdidos y casi olvidados. El cronista comienza la descripción con los zapateros, que iban «muy bien aderezados», a los cuales acompañaba el gremio de carpinteros y albañiles, capitaneados por Ignacio Suárez junto a su alférez Rodrigo Hernández; este grupo lo formaban seiscientos hombres. Le toca el turno a los doradores, espaderos y herreros, que desfilaron junto a su capitán Alonso Hernández, vestido de raso blanco y al alférez Gutierre García, los cuales dirigían alrededor de cuatrocientos hombres. El siguiente gremio que desfiló fue el de los sastres y calceteros, también ricamente aderezados y cuyo capitán se llamaba Francisco de Vega, ataviado de terciopelo morado, siendo asistido por Juan de Ávila; este escuadrón lo formaban unos quinientos hombres. Otro curioso gremio que desfiló fue el de los boneteros, los cuales llevaban todos gorras azules y plumas blancas, precedidos por su capitán llamado Sandoval junto al alférez Soria. Otros gremios que participaron aquel día y que no cita esta crónica, fueron los jubeteros, los arcabuceros, los chapineros, los caldereros y los zurradores (zurrar era curtir y adobar las pieles quitándoles su pelo).

Toledo y sus pueblos reciben a la reina Isabel de Valois (I)
Toledo y sus pueblos reciben a la reina Isabel de Valois (I)
El documento continúa describiendo las danzas y bailes que marchaban también en la recepción y que no podían faltar, para así exhibir la tradición musical y folclórica que posee nuestra tierra. Las primeras personas eran las de Almonacid de Toledo, cuyo grupo lo componían cincuenta vecinos de esta localidad, entre hombres y mujeres. Se sumó otra danza de Olías del Rey, otra de Cabañas, de Bargas y de Orgaz. Toledo capital sacó cuatro carros triunfales en los que se representaban cuatro autos: el primero el de la concordia, el segundo de Venus, el tercero de Febo (o Apolo) y el cuarto de Juno, todos acompañados de mucha música y bailarines. Detrás de ellos iba una boda de labradores y labradoras, todos con sus bestias, con clérigo, sacristán, padrino y los alcaldes del pueblo. A continuación, salieron los caballeros de Toledo junto al corregidor y a su lado en dos cuadrillas los mercaderes, armados de lanzas y adargas, como si fueran moros y cristianos; unos llevaban ropas carmesí con laureles de oro y los otros ropas de terciopelo verde con bandas de plata; estos últimos portaban adargas con bandas verdes y lunas blancas y estaban todos juntos hasta que llegó la reina, momento en el cual arremetieron los soldados, rodeando al séquito y disparando sus arcabuces, produciéndose una buena escaramuza. Momentos después salió la Santa Hermandad de Toledo y sus cuadrilleros todos vestidos de verde (recuerden lo de a buenas horas mangas verdes…), con las ballestas armadas y puestas sus jaras; los miembros que tenían oficio o cargo iban a caballo vestidos de negro con fajas de brocado verde. El estandarte de la Hermandad lo llevaba Diego Jiménez y el total de miembros sería de unos cincuenta hombres. Prosigue el recorrido con la santa inquisición, con todos sus miembros a caballo; los familiares llevaban el escudo del santo oficio en su pecho y el estandarte lo portaba Juan Ángel, vestido completamente de brocado.