Editorial

500 años de olvido para la Guerra de las Comunidades

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Esta primavera se cumplen 500 años del estallido en Toledo de la revuelta comunera. El germen para algunos del actual constitucionalismo europeo y, para la historiografía actual, precedente de las revoluciones burguesas del XVIII y buena parte del XIX.

Sin embargo, esta efeméride tiene un más que considerable riesgo de pasar sin pena ni gloria. Ninguna de las Castillas actuales parece tener la intención de invertir un euro en celebrar esta cita comunera. El único intento conocido al respecto, el iniciado por las Cortes de Castilla y León la pasada legislatura y que contaba con el apoyo de Madrid y Castilla-La Mancha, duerme hoy el sueño de los justos.

Como se lamentaba hace unos años Joseph Pérez, uno de los máximos expertos en la Guerra de las Comunidades,   «hoy ya no entusiasman los grandes temas», sino que prima la «pequeña historia». «Se trata de tomar una anécdota y convertirla en teoría». Algo que parece que está pasando factura a los comuneros, a los consideraba el paradigma de la defensa del «bien común» sobre el poder del monarca. 

Pero es que, además, la historia de la Guerra de las Comunidades puede que no sea hoy políticamente correcta para muchos. En un panorama como el actual, donde prima la declaración gruesa frente al análisis, puede existir la tentación de querer tapar este conflicto por «nacionalista», frente a una ‘unidad imperial’ que, como tal, nunca existió en los que hoy llamamos España, más allá de la unión dinástica de parte de los reinos ibéricos bajo la corona de Carlos V.

Como apunta el historiador Fernando Martínez en La Tribuna, «todos han tratado de manipular» el legado comunero para «llevarse el ascua a su sardina». «España sigue siendo un problema no resuelto» y esta revuelta aún despierta sentimientos «viscerales» entre los «defensores de la España centralista e imperial» y los partidarios de un país «más plural y liberal». 

Un error a todas luces, que se suma al daño que ha hecho la última crisis económica a la cultura. De los excesos de los años cervantinos, con más de 40 millones de euros invertidos en 2005 en una Ruta del Quijote intransitable, se ha pasado hoy a no hacer prácticamente nada por conmemorar la historia de las tierras que conforman Castilla-La Mancha. Salvo en el caso del Año Greco, en 2014, la región ha pasado de puntillas por este tipo de conmemoraciones en la última década.

A pocos meses de que arranque esta conmemoración, es difícil que pueda salir algo de calidad para recordar el inicio de la revuelta comunera. No obstante, quedan aún tres años ‘comuneros’ por delante (Toledo cayó en 1522), en los que aún es posible organizar exposiciones y conferencias con cierta calidad. El ejemplo lo tenemos cerca, el Año Greco, en 2014, y la exposición Carolus del año 2000. Se verá.