El confinamiento decretado en los primeros momentos de la pandemia paró el país, pero aceleró el sentimiento creativo de muchos artistas. Encerrados, muchos de ellos tuvieron que reinventarse y buscar otras formas de trabajar. El caso de Alfonso López Hidalgo fue uno de ellos. Este pacense, de Villanueva de la Serena, que por avatares de la vida lleva más de 25 años viviendo en Nambroca, vio cómo de la noche a la mañana se quedaba sin poder mantener su ritmo de exposiciones por toda España.

Las salas en las que solía exponer cerraron, pero la creatividad nunca se agota. En sus paseos por los alrededores de Toledo, en esos momentos en los que la pandemia aflojó y la gente pudo echarse al campo, fue cuando Alfonso descubrió los sublimes paisajes en tono a Toledo a través de la senda ecológica.

De esas caminatas, llenas de notas y bocetos, ha surgido ‘En torno a Toledo’, una muestra de 33 cuadros realizados durante el estado de alarma que permanecerá en la sala de exposiciones de las Cuevas de Hércules hasta el próximo 4 de julio.

Espontaneidad en torno a Toledo - Foto: Yolanda LanchaAunque hay algún perfil de la ciudad de Toledo, López Hidalgo ha preferido centrarse en la potencia de la naturaleza. No puede evitarlo, ya que esa particular visión del campo la tiene capturada en su retina desde sus tiempos de infancia y adolescencia en su tierra.

Alfonso es un artista total, que desde muy pequeño comenzó a dar forma al barro que corría por el centro de las calles de su pueblo. Más tarde, entró a trabajar en un taller de chapa y pintura y allí descubrió su gran pasión: el color.

«Me atraía, el color era un lenguaje para mí», explica el artista, que finalmente traspasó las fronteras de su Extremadura natal y comenzó un periplo de formación, en Madrid y, principalmente, en Cataluña, que le ha permitido ganarse la vida como pintor y acumular ya 36 años de experiencia.

Espontaneidad en torno a Toledo - Foto: Yolanda LanchaLos derroteros de la vida lo trajeron hasta Toledo, concretamente a Nambroca, desde donde ha estado trabajando en los últimos años hasta echar hondas raíces. Pero Alfonso no olvida la primera vez que Toledo se cruzó en su vida. Fue con veinte años de camino a Consuegra con unos amigos, y reconoce que sufrió el síndrome de Stendhal. «Belleza más belleza, igual a dolor. Cuando vi la crestería de la ciudad de Toledo sentí como que me ahogaba. Era sublime, como de cuento de hadas. Y luego ya vi mi primer Greco, en Tavera, y no pude más», explica el artista, que ha recuperado todos esos sentimientos en esta muestra.