Alejandro Bermúdez

Con los pies en el suelo

Alejandro Bermúdez


¿Queda algo normal en España?

20/05/2022

No me extraña que en muchos momentos no sepamos ni quiénes somos, ni donde estamos, ni si Villarejo es un pueblo, una nacionalidad o un continente. Se está forzando tanto la lógica de las cosas que no tardando mucho vamos a necesitar reciclarnos y volver al colegio para recuperar conceptos como arriba, abajo, dentro, fuera, sentado o de pié.
A esto nos están llevando los años de 'inventos del tebeo' de la izquierda, que a falta de verdaderos principios que ofrecer a una sociedad alimentada de tópicos, practica una política que, como diría Quevedo, «en todo es contraria de sí misma». La derecha contribuye también al esperpento con su cobardía, que le impide exhibir con claridad los conceptos.
Cuando una sociedad trastoca conceptos elementales, hasta el punto de que quién ocupa una casa porque sí se ve protegido por las propias fuerzas del Estado frente a su legítimo dueño, cuando se supone que deberían hacer lo contrario. Cuando la izquierda puede presumir de tener 'chicas' en casa, incluso pagarlas con fondos públicos, y sin embargo se excomulga a quien siendo de derechas 'diga' lo mismo. Cuando quién emplea asistentes personales sin alta en Seguridad Social, se erige en látigo de corruptos. Cuando un sociata 'trinca' dinero 'para asar una vaca' en versión propia y el presidente de la 'cofradía' no se ruboriza llamando corrupto al de enfrente. Cuando se cesa a los espías por investigar a los delincuentes. Cuando quién no puede arrendar un apartamento para una semana sin permiso de sus padres sí puede abortar sin que ellos se enteren. Cuando a quienes se les llena la boca de hablar de libertad te imponen el idioma del rótulo de tu negocio y el de estudio de sus hijos, aunque no lo conozcan. Cuando un presidente del gobierno se atreve en las mismas Cortes a insultar a las fuerzas del orden de su propio país para congraciarse con los enemigos de España.  Cuando todo esto pasa, no me extraña que nos cueste trabajo ubicarnos en el espacio y en el tiempo, cuanto más discernir entre ideas un poco más complejas.
Esta falta de principios y de simple lógica nos ha llevado, no solo a España, sino a Europa entera, a pasar de reyes a esclavos. Hemos caído en el infantilismo y hemos externalizado nuestra existencia: nuestra defensa está en manos americanas, con la particularidad de que además nos sentimos superiores y nos permitimos tenernos por poco cultivados. Nuestra energía está en manos árabes, rusas y hasta de Maduro, que ya es el colmo. Y nuestra utilería, herramientas, vestidos y demás, en manos chinas.
¿A qué nos dedicamos en Europa y en concreto en España? Pues a lo que realmente nos gusta: a la política, que consiste en hacer de la excepción la regla. A obligar que la acción humana vaya contra su propia naturaleza. A llenarlo todo de burocracia inútil, corrosiva y servil, y sobre todo a propiciar que nada funcione con una mínima eficacia. Nuestra administración está especializada en hacer difícil lo sencillo e imposible lo que tenga un mínimo de complejidad. Nuestra Sanidad se alía con el absentismo y hace que una operación de quince días se retrase meses. Nuestra Justicia tarda veinte años en ordenar el derribo de una urbanización con viviendas ocupadas por inocentes. ¿Hacemos algo normal todavía?...