El primero de los tres policías nacionales que declaró como testigo en el juicio fue el jefe del grupo de estupefacientes en aquellas fechas.  Su declaración se limitó a contar que aquella mañana recibieron una llamada del vigilante del Hospital Nacional de Parapléjicos alertando de que se iba a producir una operación de venta de drogas a las puertas del hospital y tres efectivos se desplazaron y detuvieron a un hombre y a una mujer, ambos colombianos, y enseguida hallaron la droga en el interior del vehículo. En total, 10,5 gramos con una riqueza media del 17,1%, con lo que se habría obtenido 616 euros si se hubiera vendido en su totalidad.

El efectivo aseguró durante su testimonio que había rumores de que en el Hospital de Parapléjicos había tráfico de drogas, pero no le daban crédito porque no se habían encontrado con ningún caso concreto. Si bien, admitió poco después que los rumores eran ciertos. «En el hospital hay más droga de la que pensábamos» y lo achacó a las posibilidades económicas de los pacientes que la consumen debido «a las indemnizaciones que reciben de los seguros».

El agente se desvió del objetivo de la declaración, pero enseguida continuó hablando de los hechos, de que el otro acusado era conocido por el grupo de policías, incluso subrayó que se le conocía como «el viejo» y se sabía que vendía grandes cantidades de droga en Toledo y fue detenido en muchas ocasiones, lo que motivó que se marchase de Toledo.

Sin embargo, el agente comentó que la acusada no tenía antecedentes, no la habían visto nunca ni tenían constancia de si traficaba o no.

Otro de los policías que testificó añadió que el conductor del vehículo comentó en ese momento que  la droga encontrada bajo el asiento era para consumo propio.

Los agentes coincidieron en que el paciente del hospital que tenía intención de comprar droga se dirigió al conductor en todo momento.