«La violencia de género en el campo está menos visibilizada»

M.G
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La presidenta de Asaja Mujeres, la nueva asociación que se constituyó hace cinco meses, explica las reivindicaciones de las mujeres en el sector agraria y la necesidad de que se empoderen y superen la falta de autoestima.

«La violencia de género en el campo está menos visibilizada» - Foto: Yolanda Lancha

La Asociación Asaja Mujeres lleva más de cinco meses de recorrido desde que se constituyó. ¿Se puede hablar ya de balance?

La asociación nació al amparo de Asaja nacional, ya que el presidente y el comité ejecutivo llevaban un tiempo planteándose la necesidad de esta asociación por puro convencimiento, no por decir o porque se lleva ahora. Las mujeres tenemos que estar en estos órganos de dirección y ellos tienen muy claro que cuando una mujer llega no tiene un camino fácil. 

Tampoco es fácil dar el paso cuando se tienen cargas familiares, tanto hijos como personas mayores a cargo, otras veces el problema es de falta de autoestima sobre si nosotras podemos llegar y ser iguales que un hombre, así que tenemos que creérnoslo porque somos iguales y estamos capacitadas para desarrollar las mismas funciones. 

De la asociación teníamos los mimbres, pero nos sorprendió la pandemia y se quedó en stand by. A  finales de 2021, cuando se empezaron a flexibilizar las medidas sanitarias, retomamos el trabajo y pudimos constituirla en marzo. El balance es muy positivo, realizamos jornadas por toda España para darnos a conocer, vamos de la mano de Asaja, y estamos teniendo un gran acogimiento. Incluso en algunos sitios nos comentan que ya era hora de que hubiera una asociación agraria de mujeres, algo que te enorgullece porque sientes que se ha acertado.

Además, celebramos la puesta de largo de la asociación el pasado 18 y 19 de octubre en Granada y fue muy exitosa. Elegimos Andalucía porque es la comunidad autónoma en la que más mujeres están dadas de alta en nuestro sector, también la que tiene más visibilidad y más titulares mujeres de explotaciones. 

Dice que mucha gente estaba esperando una asociación así. ¿También ha percibido críticas y reticencias? Más que nada porque el ámbito rural sigue siendo muy patriarcal.

No, al contrario. A mí me acogieron todos los socios de esta provincia con las manos abiertas como presidenta. Yo ya llevaba bastantes años en la asociación y me conocían siendo la secretaria general de la organización. Lo único que he recibido son abrazos, besos y enhorabuenas, algo que agradezco muchísimo. 

Al principio, cuando entré en Asaja e iba a los pueblos no veía a ninguna señora. Había un matriarcado, el hombre se iba al campo y ella al margen de la casa también llevaba la administración de la empresa familiar. Así que siempre les decía que quería ver a las mujeres y cuando te pateas los pueblos como hace esta asociación agraria es cuando conoces a la gente y sus problemas. Si no saliera del despacho no tendría la radiografía tan precisa de la provincia de Toledo.

En esa radiografía salta a la vista la brecha salarial, uno de los principales problemas para las mujeres del ámbito rural.

Sí. Nosotros informamos y formamos a mujeres porque es el objetivo. También damos charlas de gobernanza y empoderamiento porque es cierto que la autoestima en muchos casos la tenemos muy baja y hemos detectado también el maltrato psicológico, algo que tienen tan normalizado que ellas mismas no son capaces de detectarlo. 

En relación a la brecha salarial, las mujeres no tienen igualdad de oportunidades porque cuando hay cargas familiares normalmente la que se sacrifica y se queda al cuidado de los hijos son ellas. Está claro que el arraigo de los pueblos tiene que venir por las mujeres cuando forman una familia, pero al final también es ella la que se queda en casa sin trabajar, por este motivo queremos trabajar por esa igualdad de oportunidades, sobre todo, para que esa brecha salarial no exista.

Hay que hacer pedagogía y queremos que a este tipo de charlas vengan tanto hombres como mujeres y, sobre todo, ellos tienen que entender que sus mujeres se pueden incorporar a trabajar a jornada completa, media jornada o como sea. Lo que no puede ser es que cuando una mujer quiere formar una familia a la única que le cambie la vida sea a ella porque el hombre sigue de la misma manera.

Además, ellas te dicen que les gustaría trabajar, pero les resulta muy difícil en muchos pueblos por la imposibilidad de conciliar, puesto que en las ciudades es más fácil porque hay guarderías, más personas externas al cuidado de los hijos, centros de día y otros recursos. 

Por tanto, queremos llevar a las distintas instituciones la problemática y se tienen que mojar más porque es una labor de todos. De lo contrario, las mujeres seguirán sin poderse incorporar al mercado laboral hasta que sus hijos no sean mayores y con más de 50 años resulta mucho más complicado conseguir un contrato o reciclarse.

Un reciente informe del Fondo Español de Garantía Agraria apunta que las mujeres agricultoras reciben menos de un tercio de las ayudas de la PAC.

Sí, claro. Es que somos muy pocas mujeres titulares de explotación. 

Poco más de un 10%, unas 184.000 mujeres son propietarias de explotaciones.

Sí. En mi caso, soy titular de una explotación agraria porque cuando era joven y estaba estudiando llegó un momento que como me gustaba tanto el campo que aposté por él. Ser hija de agricultor y ganadero hizo que me salieran los dientes en el campo. 

Mi madre quería que fuera independiente, pero no todas las mujeres han vivido lo mismo en otros sitios o en otras familias. Incluso para aquella época mi madre fue adelantada y se sacó el carné de conducir junto a otras mujeres de Navahermosa y estaba como mal visto. 

Todo esto sigue existiendo y aunque hemos evolucionado mucho, todavía hay maridos que no se calientan una cena y critican que ellas no estén en casa. Muchas mujeres lo tienen interiorizado y no son capaces de ver ese maltrato implícito en convencerlas para que dejen el trabajo o  para que no lo cojan. 

¿Existe también más violencia de género en el ámbito rural que en el urbano?

Está menos visibilizada porque la tienen normalizada. Ellas creen que es lo normal y no es así. En el ámbito rural noto todo esto. Al principio, cuando comencé a trabajar en Asaja me preguntaban si mi marido me decía algo por trabajar y yo siempre contestaba que mi marido me respetaba igual que yo a él. 

Si hay pocas mujeres trabajando en el campo, en puestos de dirección muchas menos, más bien una representación simbólica.

Así es. Aquí en Castilla-La Mancha tenemos el Estatuto de la Mujer y gracias a ello las socias de las cooperativas se van presentando a los consejos rectores. Ahora me enorgullece decir que en mi consejo rector somos cinco mujeres y cuatro hombres, lo nunca visto. Yo estoy en el consejo rector de mi cooperativa desde los veintitantos años, pero ellas no querían. 

¿Cómo hay que trabajar desde Asaja Mujeres para conseguir mayor peso femenino en los puestos directivos?

Trabajando y moviéndonos mucho. También hay que contar nuestras propias experiencias y que vean que somos capaces. Sobre todo, ellas mismas se lo tienen que creer para poder dar ese paso. Hay mujeres con empresas agrícolas y ganaderas dirigidas por ellas que son para quitarse el sombrero. Sin embargo, son pocos casos, pero suelen participar en las charlas para relatar sus experiencias. 

Por otro lado, consideramos muy importante el tema de la titularidad compartida. Desde Asaja trabajamos muchísimo sobre ello porque hay muchas mujeres que están trabajando en explotaciones familiares y no están visibilizadas y si tienen un accidente laboral, ¿qué hacen? Y tienen que pensar que tampoco les queda prestación si se jubilan. 

Por eso, la titularidad compartida sirvió de mucho, pero seguimos trabajando para que la edad se amplíe a 55 años porque ahora está en 50 según la ley. Si logramos que una mujer se incorpore a la explotación familiar mediante la titularidad compartida se ganaría mucho. Además, es beneficioso para que la mujer también figure como el marido porque muchas veces se encargan de los papeles administrativos de la explotación y no pueden firmar un papel. 

Lleva muchos años ligada al campo y a Asaja... ¿Ha tenido que ponerse muchas veces en su sitio y se ha sentido incómoda en algunas situaciones?

Sí. En algunas situaciones he estado incómoda, pero no con mi sector, sino en reuniones institucionales con otros sectores. Si hago balance es positivo y te respetan porque te has hecho respetar, pero al principio se pasa mal, me veían una mujer joven y no gustaba que opinaras. Y todavía, en según que sitios, tienes que seguir demostrando dos o tres veces más que valemos igual que los hombres. También te ves obligada aún a sacar un poco de genio en algunas partes, sobre todo, cuando intervienes y no te escuchan o están de cuchicheos, y hay siempre pido el mismo trato y respeto que practico.

¿Es necesario fomentar también el autoempleo en el sector agrario?

 Sí. Desde la asociación estamos dando charlas de emprendimiento para que conozcan las ayudas de las consejerías de Agricultura y de Economía, Empresas y Empleo y puedan formar su propio negocio. Suelen tener muchas ideas y también es necesario saber rentabilizar lo que tenemos en los pueblos, por ejemplo, a nivel gastronómico. 

¿La pandemia nos ha enseñado a mirar más al campo y al ámbito rural?

No. No ha pasado, en absoluto. Creo que la pandemia, en líneas generales, nos ha hecho más egoístas. 

Los sindicatos han denunciado varias veces en los últimos meses casos de explotación laboral hacia mujeres que trabajan en el campo. ¿Se trata de una problemática habitual?

No. Aquí en la provincia de Toledo no hay nada de eso. No digo que en alguna comunidad autónoma no se produzca de manera puntual, pero en Toledo llevamos muchos años trabajando con mujeres y con hombres, sea campaña de vendimia o de aceituna, y el trato siempre es excelente. Con la gente de aquí el trato es muy bueno y con la que viene de fuera también. El mejor ejemplo es que  llegan, tienen su alojamiento y en la mayoría de los casos se comparte casa con los trabajadores. Además, el salario del campo es el mismo para los hombres y para las mujeres y no distingue de géneros.

También CCOO ha denunciado casos puntuales de abusos sexuales a trabajadoras del campo e insiste en que es un práctica más habitual de lo que parece.

Tampoco han ocurrido aquí. Son casos aislados. Pero no es así. 

¿Es rentable trabajar en el campo con la crisis económica que estamos sufriendo?

No. La crisis está afectando mucho. Ahora estamos en plena siembra en seco, pero la mayoría nos vamos a acoger a dejar las tierras en barbecho en el mayor porcentaje que podamos porque ahora mismo no hay quien soporte el precio del gasoleo B para los tractores. Y lo mismo ocurre con el precio de los fertilizantes, y con la materia prima, como las leguminosas, que también están intocable. Estamos atravesando uno de los peores momentos. 

¿Y se avecina una crisis de aceite como se está diciendo en la calle?

Sí. Este año no hay campaña. Nosotros la última venta que hemos hecho de aceite oliva extra era de un resto que nos quedaba del año pasado a 4,55 euros y va subiendo. Hace menos de un mes estuve en un congreso de agricultores fuera de España y tuve la oportunidad de conocer agricultores de otros países y tampoco tienen cosecha de olivar. Además, hay que tener en cuenta la climatología y la sequía, que se han globalizado. Es cierto que se avecina una importante crisis con el aceite para el consumo nacional. Por eso, recomiendo hacer acopio de aceite para un año más o menos porque habrá escasez, aunque quizá no falta aceite en los lineales, pero subirá mucho y a ver quién tiene dinero para pagarlo. 

Se escucha desde hace muchos años que el campo da para poco por el sistema de la cadena alimentaria, la cantidad de intermediarios y la presión de las grandes superficies. ¿Cómo se podrían mejorar las condiciones para que los agricultores tuvieran mayor peso?

Sí, es un problema. Hemos luchado mucho por la Ley de la Cadena Alimentaria, una normativa que conseguimos que se publicara, pero únicamente en papel y las administraciones están haciendo dejación de funciones porque para que el agricultor no sufra de esa manera tiene que estar detrás la administración. 

Por ejemplo, las naranjas se las pagan al agricultor a 16 céntimos y en Andalucía han dejado de cogerlas porque el precio no compensa, pero el consumidor las compra por encima de tres euros. Para regular eso tenemos la Ley de la Cadena Alimentaria, que dice que ningún agricultor puede vender a pérdidas, pero en realidad sí seguimos vendiendo a pérdidas. 

¿Y fomentar más la venta directa ayudaría también a mejorar las condiciones?

Se podría hacer, pero no todo el mundo es capaz de hacerlo, salvo que te ayuden. Algo tenemos que hacer. Lo más conveniente sería que los agricultores nos empezamos a unir para vender el producto sin intermediarios porque al final las grandes superficies te dan una vuelta de tuerca. 

También el consumidor va a comprar ahora mismo y por 200 euros apenas lleva productos básicos porque todo está subiendo mucho. Va a seguir habiendo productos, pero habrá que ver a qué precios y de dónde se traen. Hay que reconocer e insistir en que tanto en España como en Europa los productos son de una calidad excepcional y estamos sujetos a unas normas de calidad muy exhaustivas, pero muchas veces nuestros productos no llegan a los supermercados porque las grandes superficies no quieren pagar lo que realmente valen.