800 años, y la tauromaquia sigue viva en Añover

Dominguín
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Grandes faenas de Morante, Cayetano y Pablo Aguado que tuvieron mala fortuna con los astados y los aceros. Buena entrada de público que casi llena el coso del tío Venancio, pudiendo disfrutar de la entrega de los espadas

 

Añover de Tajo se transformó. Su conocida afición por los toros, ha cambiado este fin de semana el baluarte del trapío y la seriedad de sus astados por el torerísimo en estado puro. Tres figuras del toreo hicieron el paseíllo cruzando el cuidado albero que mima como si fuera su casa Manolo Bolega. En chiqueros seis toros del gusto de los espadas de una ganadería a la que están ellos habituados, los toros de Luis Algarra.

El ambiente previo era magnifico, pues público venido de infinidad de lugares de la geografía nacional, ponían colorido en los propios tendidos. El patio de cuadrillas estaba como el metro en la hora punta, los toreros queriendo pasar los habituales nervios con discreción, pero una nube de fotógrafos, curiosos y habituales rompían este momento tan íntimo.

Se abrió de capa Morante ante el cuarto genuflexo probó su embestida para luego lancearlo a la verónica por ambos pitones rematándolo con una media que enroscó al burel a su cintura. Junto a las tablas llamó con su muleta al astado por alto y así comprobar su condición. Cogió la diestra y a media altura le fue arrancando muletazos con suavidad. Ya encajado y entregado el de La Puebla del Río, sometió al de Algarra que nunca se definió y no venía metido en las telas. Un arreón a destiempo hizo que Morante volara literalmente por los aires, cayendo de manera angustiosa sobre el cuello.  Desconcierto del que se sobrepuso el espada que con una serie de molinetes genuflexo, que precedieron de una estocada hasta la bola. Dos orejas a ley ganadas que paseo Morante, reponiéndose del dolor que le dejó tocado.

El festejo supuso el debut de los tres espadas en esta plaza.El festejo supuso el debut de los tres espadas en esta plaza. - Foto: DominguinCon el que abrió plaza abrevió el de la Puebla que se las vio ante un burraco escaso de fuerzas y sin ninguna opción de lucimiento. No llego al minuto de prueba y espada en mano pasaportó al toro entre sorpresa de algunos y pitos de otros.  

El lote de la tarde fue para Cayetano, mejor el quinto que el segundo, pero ambos de una condición boyante para el lucimiento. Recibió al que hizo segundo por verónicas desde las tablas hasta lo medios, bajando las manos y rematando en la boca de riego con media garbosa. Sentado en el estribo llamó con la muleta al toro, para luego pasárselo por ambos pitones muy cerca en el toreo de rodillas. Los tendidos estaban entregados y Cayetano le dio distancia al animal para ponerse a torear de verdad. Tuvo momentos vibrantes por ambos pitones, donde se caracterizó la mano baja y la firmeza en sus trazos. Una estocada casi entera y un trofeo fue a parar a sus manos.

El quinto fue parado con rodilla flexionada por ambos pitones para luego incorporado hacerlo por verónicas muy encajadas. Doblones por bajos que condujeron largas las embestidas del toro, fue su comienzo de faena, para luego, dándole distancia, iniciar un trasteo que fue de menos a más.  Cayetano con los talones firmes en el albero primero probó por naturales y luego lo hizo por derechazos. Todos con verdad y entrega, siendo rematados con pases de pecho de pitón a rabo. Tras cambiar los aceros, epílogo por estatuarios y doblones por bajo, para luego enterrar el acero de manera efectiva y algo trasera. Dos orejas le otorgó el palco a Cayetano que paseó ante la algarabía de los tendidos.

Pablo Aguado cerraba cartel y venía con la vitola importante del que este año se le espera que ocurran cosas importantes. Su fallo con los aceros en sus dos toros le privaron de un premio numérico mayor, pero los que allí estuvimos nos llevamos una grata impresión. Buena faena la planteada al tercero, con toreo de clase y temple, llevando siempre los pitones del burel a escasos centímetros del paño rojo. Lo que tenía ganado, lo echo por tierra al marrar con los aceros.

Con el son de la jota sagreña paró al que cerraba plaza, pero al ralentí, a cámara lenta, parando en el capote el temperamento del toro. La gente reventó a oles que le jadeaban una y otra vez hasta que remató con una larga a una mano. Se dobló con las telas rojas por ambos pitones para luego salir andando del toro con garbo. Distancia y mano baja, fue la tónica de Aguado que no quiso dejarse ganar la pelea. La no rubrica con el aceró le dejó en un trofeo lo que pudo de algo más repercusión.

Finalizada la corrida salían a pie Aguado y Morante que estaba dolido de su caída, mientras que Cayetano fue el que salió en volandas al haber cortado tres orejas en el conjunto global del festejo.