Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


Y si nos faltaran alimentos…

21/04/2022

El concepto de seguridad alimentaria que acuñó la FAO, en la década de los años setenta con el fin de abordar la producción y disponibilidad de alimentos en el mundo, ha ido evolucionando. En su origen, la seguridad alimentaria de un país se media fundamentalmente en clave de autosuficiencia, en la medida que era capaz de mantener su estabilidad, produciendo alimentos para atender el consumo y para almacenar las necesidades básicas para tres meses. Después, en los ochenta, el concepto se amplió con aspectos relacionados al acceso a los alimentos, puesto que disponer de alimentos no implica necesariamente que estos lleguen a la población, si no se ha procurado su acceso tanto físico como económico.
Finalmente, desde los años noventa, la seguridad alimentaria se ocupa no solo de la estabilidad y la accesibilidad, sino también de la inocuidad y de las preferencias culturales relacionadas con los alimentos. En definitiva, desde la Cumbre Mundial de la Alimentación de 1996, la seguridad alimentaria «a nivel de individuo, hogar, nación y global, se consigue cuando todas las personas, en todo momento, tienen acceso físico y económico a suficiente alimento, seguro y nutritivo, para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias, con el objeto de llevar una vida activa y sana».  En esta Cumbre, a instancia del movimiento internacional Vía Campesina, además se promovió el concepto de soberanía alimentaria para proporcionar a los pueblos el derecho a elegir lo que comen y de qué manera quieren producirlo, lo que incluye el derecho a regular la producción nacional agraria y a proteger el mercado doméstico de las importaciones a menor precio procedentes de otros países. No obstante, esta soberanía se circunscribiría solo a realidades territoriales arraigadas, por lo que las organizaciones internacionales, inspiradas en la comunidad ética kantiana, trabajan por la cooperación y la gobernanza mundial de la seguridad alimentaria y de las cadenas de suministro para paliar los fallos del mercado de alimentos, puesto que es evidente que su provisión no es eficiente, fundamentalmente, porque la oferta y la demanda no están equilibradas.
Bien es verdad que desde nuestro entorno europeo siempre hemos estado más ocupados y preocupados en el aspecto de la inocuidad de los alimentos -nuestra seguridad alimentaria es primordialmente food safety-, y en la volatilidad de sus precios, que en potenciales carencias que conducen a carestías. Sin embargo, ante lo imprevisible de los acontecimientos y buscando una prioritaria autonomía estratégica que la proteja de los efectos sobre el mercado de alimentos del cambio climático, la pandemia y la guerra en Ucrania, la UE está empezando a reconsiderar los fundamentos del modelo agrario europeo.
Por eso, entre otras medidas, apoyará a los productores afectados por el aumento del coste de los insumos y las restricciones comerciales, permitirá el cultivo de los barbechos considerados hasta ahora como superficies de interés ecológico y flexibilizará requisitos sobre fitosanitarios y residuos para importar piensos.
No será sencillo, compaginar la ahora imprescindible autonomía estratégica, orientada al proteccionismo, con la cooperación.