Miguel Ángel Dionisio

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Miguel Ángel Dionisio


El hijo pródigo

17/11/2021

La historia es bien conocida. Al menos para quienes no han sufrido el proceso de devaluación cultural al que nuestros gobernantes de toda índole han sometido a la educación española. La parábola de hijo pródigo, uno de los relatos más bellos del Nuevo Testamento, narrado en el evangelio de san Lucas, con el que Jesús, frente a la dureza de corazón de los fariseos, muestra la misericordia infinita de Dios, que, como el padre del relato, está siempre dispuesto a acoger con los brazos abiertos al pecador. Un texto conmovedor, que ha inspirado numerosas obras de arte, como el espléndido óleo de Rembrandt que se conserva en San Petersburgo. En nuestro Siglo de Oro, en el marco de la reforma católica posterior al Concilio de Trento, sirvió asimismo para ilustrar el valor de la penitencia y la conversión, que alcanzaban su mejor expresión en el sacramento de la penitencia, que los luteranos rechazaban.
Murillo fue uno de los pintores que se basaron en dicho relato, realizando una serie de seis cuadros, en los que el artista, en plena madurez, puso en juego todos sus recursos narrativos, llegando, en El hijo pródigo apacienta a los cerdos a un grado excepcional de expresividad y belleza, al mostrarnos el arrepentimiento del protagonista a través de los elementos que le rodean, como la oscuridad de la piara, el gris del cielo, la luz que le envuelve, el paisaje en ruinas o el lenguaje gestual. Una serie que, conservada en la National Gallery of Ireland, de Dublín, puede contemplarse estos días en el Museo del Prado en la muestra 'El Hijo pródigo de Murillo y el arte de narrar en el Barroco andaluz'. Una exposición que se adentra en la pintura de series, género bastante frecuente en el ámbito privado español de la época, y que, por desgracia, en muy pocas ocasiones nos han llegado completas. En ella, El Prado nos ofrece una oportunidad magnífica de contemplar, junto a la de Murillo, otras dos series, la 'Historia de José', de Antonio del Castillo, una de las figuras más importantes de la escuela barroca cordobesa, y 'La vida de san Ambrosio', de Juan Valdés Leal, realizada por encargo del arzobispo de Sevilla y mecenas de las artes, Ambrosio Spínola y Guzmán, para su oratorio particular. Esta última nos permite, además, obtener una visión más amplia sobre un autor, Valdés Leal, al que asociamos casi exclusivamente con las pinturas sobre las postrimerías (In ictu oculi y Finis gloriae mundi) del Hospital de la Caridad de Sevilla. La exposición se completa con un conjunto de escenas ambientadas en ámbitos de sociabilidad (alrededor de un pozo y banquetes) realizadas por los autores anteriores, además de Alonso Cano y Juan de Sevilla, pertenecientes a series que hoy se hallan dispersas o incompletas.
Una magnífica exposición, que nos permite descubrir aspectos poco conocidos del Barroco, un goce estético que les invito a disfrutar.