La batalla de Lepanto 451 años después

José García Cano*
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En 1616 el rey instituyó la fiesta perpetua del aniversario de la batalla en la catedral de Toledo el día 7 de octubre, disponiendo que las banderas de Lepanto «se saquen y cuelguen en la dicha Santa Iglesia…

Banderas de la batalla de Leptanto desplegadas en la catedral de Toledo hace pocos meses. - Foto: www.leyendasdetoledo.com

«El mar se tiñó de rojo y el cielo se cubrió de humo. El sol palideció ante el fuego y el viento enmudeció ante la victoria»; así describió Cervantes la batalla de Lepanto, de la cual recordamos el próximo viernes sus 451 años, la cual fue descrita como la mayor batalla naval de la historia moderna, en la que más de cuatrocientas galeras y alrededor de 200.000 hombres protagonizaron este hecho histórico en el que el infatigable Juan de Austria «venció en Lepanto a los infieles…» Recordemos que la alianza formada por España, Venecia y los Estados Pontificios (más conocida como la Liga Santa), se creó para detener el avance de la armada turca y poner freno a sus tropas. La persona designada para tal empresa fue don Juan de Austria, hijo de Carlos V. Una vez concentrados en el puerto de Mesina, las tropas cristianas emprendieron rumbo hacia Grecia a mediados de septiembre del año de Nuestro Señor de 1571. Llegado el día 7 de octubre, la flota de la Liga Santa empezó a desplegarse hacia la boca del golfo de Lepanto, es decir al este de Grecia; a poca distancia las tropas musulmanas al mando de Ali Pachá. Entre los dos ejércitos superaban las 400 galegas, más unos cincuenta barcos más ligeros, que servían de apoyo a las primeras. Una cruenta batalla en la que soldados de uno y otro bando lucharon con valentía y arrojo, viendo como hasta dos y tres galeras les atacaban al mismo tiempo; armas como arcabuces –por los cristianos-, flechas –por los musulmanes-, lanzas y todo que era susceptible para atacar al enemigo. Destacaron las crónicas el papel del almirante veneciano  Barbarigo –muerto de un flechazo en un ojo- o del español Álvaro de Bazán, quien obligó al enemigo a huir a tierra, después de asesinar al comandante Sirocco. Aunque no todo fueron logros para los cristianos ya que por ejemplo la nave principal que comandaba la Orden Malta o de San Juan de Jerusalén –presente en nuestras tierras toledanas del Campo de San Juan-, fue eliminada y sus miembros asesinados.
Sobre las 16:00 horas la batalla se aproximaba a su fin. El balance de fallecidos cristianos fue impresionante: más de siete mil muertos (algún autor llega a los 10.000) y casi ocho mil heridos, aunque hay diferentes versiones sobre las cifras exactas. Sabemos que 8.000 soldados fueron apresados y convertidos en esclavos. Entre los muchos datos y curiosidades que nos ha dejado esta batalla recordemos que en ella estuvo presente don Miguel de Cervantes Saavedra, quien resultó herido y además perdió la movilidad de su mano izquierda, de ahí lo de su mote del 'manco de Lepanto', batalla que él denominó como «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros». Otro hecho importante que se relaciona con la victoria de Lepanto es la intercesión de la Virgen del Rosario en la victoria cristiana, ya que se había celebrado el primer domingo de octubre; de hecho el papa San Pío V organizó un rosario público el mismo día de la batalla en la basílica de Santa María, fijando la fiesta de la Virgen de las Victorias precisamente el primer domingo de octubre, fiesta que en 1573 se denominaría como la fiesta de la Virgen del Rosario, pasándose al día 7 de octubre. 
Lo importante es que en la ciudad de Toledo y como recuerdo de aquella gesta bélica, conservamos tres pendones que recuerdan aquella batalla. En su día estuvieron colgados y expuestos en el Museo de Santa Cruz, siendo el mayor de ellos de más de 16 m de longitud y 5,20 de anchura, el cual perteneció según la tradición a la nave capitana y en el que se conserva la imagen de Cristo crucificado, incluyendo a sus pies los escudos del Papa Pío V, de Venecia, de España y de don Juan de Austria. Los tres pendones son de damasco azul celeste y una de sus restauraciones tuvo lugar en 1958 cuando se exhibieron en la exposición del IV Centenario de la muerte del emperador. La idea de conservarlos en la catedral toledana fue del rey Felipe II, un lugar sagrado y majestuoso para cobijar estas reliquias históricas -aunque la entrega de estas banderas tuvo lugar en 1616- cuando el rey instituyó la fiesta perpetua del aniversario de la batalla en la catedral de Toledo el citado día 7 de octubre, disponiendo que las banderas de Lepanto «se saquen y cuelguen en la dicha Santa Iglesia… y las ponga de manera que se ponen las banderas de la fiesta del triunfo de la Santa Cruz en la victoria de las Navas de Tolosa y las de Orán». Esta tradición se siguió respetando hasta los años sesenta del siglo XX. Nuestro Museo Arqueológico de referencia en Toledo, es decir el Museo de Santa Cruz, conserva tres de ellas en modo de depósito por parte del Cabildo Primado, donde se ubicaron desde 1960, aunque hace muy pocos meses, pudimos volver a descubrirlos en todo su esplendor con motivo del rodaje de un programa de televisión en el que pudimos comprobar su estupendo estado de conservación. También fueron expuestos el pasado año con motivo de los 450 años de la batalla de Lepanto, momento en el que se celebró la exposición permanente titulada La España de los Austrias.

*José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.