La vida arrasada de un matrimonio de Cobisa tras la riada

J.M.
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Rosa y Eugenio Carlos, tetrapléjico, fueron rescatados por la Guardia Civil en su casa de Cobisa tras unas horas agónicas. «Tenemos que buscar donde vivir», lamenta el matrimonio

Rosa recuerda la tormenta al filo del sollozo. Por momentos, le vence la emoción y se le quiebra la voz. «Pensé que íbamos a morir», afirma aterrada. Esta vecina de Cobisa y su marido, tetrapléjico, resistieron más de dos horas sumergidos hasta el cuello. Mientras, la Guardia Civil improvisaba una cadena humana para enfrentarse a la corriente y llegar hasta el matrimonio sexagenario. Ambos fueron trasladados en una ambulancia al Hospital Virgen de la Salud. Salvaron la vida, pero la riada arrasó con el resto. «No me queda nada», lamenta la mujer ante una coyuntura agónica.

Eugenio Carlos permanece ingresado en el centro hospitalario, y Rosa lo acompaña. En verdad, ambos recibieron el alta horas después del siniestro, pero el hombre, de 68 años, regresó para ser sometido a unas pruebas diagnósticas desligadas de la gravísima riada.

Una semana antes, el matrimonio estaba en la casa, preparado para comer. Y empezó la tormenta. El marido, que está en silla de ruedas por un accidente de tráfico, sacó incluso el teléfono móvil para fotografiar el granizo. Pero, poco después, el agua reventó el muro y arrasó la vivienda, con ellos resistiendo en la cocina. Rosa temía a un ahogamiento, al frío o a un golpe de los muebles desbaratados por la corriente. Hasta que los agentes los pusieron a salvo.

La vida arrasada de un matrimonio de CobisaLa vida arrasada de un matrimonio de Cobisa - Foto: Yolanda LanchaLa vida de esta pareja, que lleva casi medio siglo junta, ha descabalgado desde el 1 de septiembre. Residían en la calle Veguilla, una de las más gravemente dañadas por el desbordamiento del arroyo de La Degollada. «El seguro nos da muy buenas palabras, pero nos dice como ‘búsquese la vida’», explica Rosa, quien acompaña a su marido en el Hospital Virgen de la Salud todo el día. Para las noches, se ha acomodado en un hostal de Toledo, cercano a la plaza de toros, donde trabaja una hermana suya.

necesidad de una casa. «Tenemos que buscar donde vivir. Tenemos que buscar una casa». Ese apremio necesita de manos. Los hermanos de Rosa ayudan al matrimonio, limitado por la hospitalización de Eugenio Carlos. «No me puedo mover. No puedo dejar a mi marido solo», detalla esta mujer de 67 años.

Por ejemplo, Rosa no ha podido, de momento, hablar con el alcalde de Cobisa, Félix Ortega. Al respecto, echa en falta que las excavadoras limpien los alrededores de la casa.

La vida arrasada de un matrimonio de CobisaLa vida arrasada de un matrimonio de Cobisa - Foto: Yolanda LanchaRosa se relaja cuando recuerda los orígenes de la pareja. Precisamente, se conocieron en los años 70 en el hospital, por entonces ‘Residencia Virgen de la Salud’. «Estamos todo el día llorando los dos. No tenemos nada bueno. Lo tenemos todo mal», lamenta Rosa descompuesta tras una pérdida de tal magnitud.

La riada dejó parte del municipio de unos 4.200 empadronados devastado. «Parece una zona de guerra», acertaba a decir apesadumbrada por entonces a este diario la concejal de Política Social, Igualdad y Participación Ciudadana, Marisol Núñez. «Las casas están destrozadas. Las familias se han quedado sin nada», continuaba sobre las consecuencias del desbordamiento. El Ayuntamiento había recontado unas 100 casas afectadas, la mitad de ellas de manera muy grave, y unos 40 vehículos vapuleados. Lo más grueso entre una localidad desolada.

La riada de Cobisa circuló por los teléfonos móviles de los españoles. Grabaciones como la del joven que gritaba fuera de sí porque el agua rompió el muro de la finca y entró enfurecida en la casa. El arroyo de La Degollada cruza de punta a punta Cobisa. Resulta excepcional que el cauce que atraviesa subterráneamente el pueblo conduzca agua, pero la tromba descargada taponó el encauzamiento y apelotonó la bajada desde la sierra de Layos.

Por ello, el desbordamiento se limitó a calles arracimadas junto al cauce del arroyo: la avenida de Castilla-La Mancha, Torrentero, Huerta, Antonio López, Ricardo Díaz, Clara Campoamor y Peñas Huecas y La Veguilla. Esta última, la calle de la vivienda de Eugenio Carlos Barreto y Rosa Díez, donde la normalidad quedó totalmente descompuesta el 1 de septiembre hacia las 15:30 horas.