Un republicano toledano en el gulag ruso

F. J. R.
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Emilio Manuel Martín de la Calle fue uno de los 35 republicanos presos de la URSS tras la toma de Berlín. El escritor Julen Berrueta narra su cautiverio en su ópera prima: 'Un amigo en el infierno'

Formó parte del grupo de españoles presos en el gulag de Oranki, un antiguo monasterio convertido en campo de concentración. - Foto: LT

El frío y el hambre son malos compañeros. Si a ellos se suma trabajar a destajo, cavando en hielo sin apenas herramientas, el destino más probable es la muerte.

El fin de la II Guerra Mundial significó la liberación para muchos españoles que habían luchado contra los fascismos europeos. Hombres y mujeres que no dudaron en defender la República ante el alzamiento franquista, que tuvieron que cruzar la frontera a Francia tras su derrota y que terminaron en pocos años trabajando en un territorio títere de la Alemania nazi.

Poco sospechaban que la caída de esos regímenes no les iba a conllevar la ansiada paz, ya que ser español en territorio enemigo les sirvió para levantar sospechas del ejército vencedor y terminar como prisioneros en un gulag ruso.

Formó parte del grupo de españoles presos en el gulag de Oranki, un antiguo monasterio convertido en campo de concentración.Formó parte del grupo de españoles presos en el gulag de Oranki, un antiguo monasterio convertido en campo de concentración. - Foto: LTSe trata de la historia real de 35 españoles que, pese a ser republicanos, fueron represaliados de la misma forma que muchos combatientes de la División Azul. Condenados a años de trabajo en condiciones infrahumanas hasta la muerte del dictador Iósif Stalin.

El escritor y periodista Julen Berrueta se ha encargado de rescatar esta sorprendente historia del olvido con su ópera prima, 'Un amigo en el infierno', una no ficción novelada que se inspira en la vida de esos 35 prisioneros republicanos internados en campos de trabajo siberianos.

Berrueta reduce la cifra de protagonistas a 13, un número con connotaciones de infortunio que le sirve para crear un relato paralelo a  una cruda realidad.

La investigación del autor recurre a la ficción para rellenar los vacíos de esta particular odisea. Como él mismo explica, muchos de los hechos que aparecen a lo largo de los 45 capítulos de su libro son experiencias reales, otros son resultado de la imaginación y algunos hasta una mezcla de ambos.

«Es una obra que tiene ficción y tiene ensayo. Y ésta última parte quizás se podía haber alargado un poco más, pero soy un nefasto investigador y no he podido encontrar más cosas que las que cuento. Hay lagunas en muchos protagonistas, y quedaba impersonal, por eso la editorial (Espasa) me dio la idea de tomar ciertas licencias; y así fue como mezclé historias entre la ficción y la realidad», explica Julen Berrueta a La Tribuna sobre un trabajo al que llegó tras profundizar en el relato de un capitán de la División Azul, Teodoro Palacios, que se sorprendió mucho de encontrarse como compañeros de gulag a varios republicanos españoles.

Malas caras y silencio incómodo ante un «¡Viva España!» cuando se reconocieron como compatriotas le avisó de que no había simpatía política con esos prisioneros, pero eso no fue escollo para que con el tiempo, sometidos a los mismos vaivenes y calamidades, esos hombres terminaran abrazando conceptos como la fraternidad, la solidaridad y, por qué no, el perdón. Todo para sobrevivir a la barbarie que es un campo de trabajos forzados.

«Es toda una paradoja de la amistad», destaca el autor sobre este grupo de hombres, fascistas y republicanos, que terminaron estrechando lazos sin que disminuyera un ápice las ganas de no volverse a ver jamás. Y es que, si la política hace extraños compañeros de cama, la supervivencia mucho más.

Entre todo ese sufrimiento, Berrueta rescata los nombres y apellidos de esos 35 prisioneros republicanos, entre los que aparece un toledano: Emilio Manuel Martín de la Calle.

No se saben muchos detalles de la vida de este hombre, salvo que en sus documentos aparecía Toledo como lugar de origen. Fuera de la ciudad o de cualquier municipio, lo cierto es que con 23 años, nada más dar comienzo la Guerra Civil, se alistó en el Servicio de Información Militar con la idea de contrarrestar las actividades de quintacolumnistas afines a los sublevados. Fue capitán en la 213.ª Brigada Mixta del Ejército Popular de la República, que se desplegó en los frente de Teruel, el Segre y Cataluña.

Con el fin de la guerra marchó al exilio a Francia, y en 1944 fue detenido en Marsella y enviado a Alemania, en donde trabajó para los nazis como mano de obra esclava en Berlín.

Cuando el 2 de mayo de 1945 las tropas soviéticas ocupan el edificio del Reichstag e izan la bandera soviética en el tejado, el capitán Martín de la Calle y sus 34 futuros compañeros de gulag deciden asaltar la embajada española. Los diplomáticos franquistas la habían dejado a su suerte, huyendo del combate, y no tuvieron problemas en izar en su fachada la bandera tricolor republicana junto al estandarte de la URSS.

«La mayoría tenía experiencia militar y estaban allí porque habían sido obligados a trabajar para el III Reich como obreros. Hubo buen rollo con los soviéticos durante varios días tras la caída de Berlín, pero de improviso fueron detenidos. El capitán Palacios señala que fue porque les confundieron con diplomáticos franquistas que pretendían así escapar de represalias», afirma Berrueta sobre los motivos de su arresto.

Sea como fuere, lo cierto es que muchos estuvieron ocho años en el gulag de Oranki, un antiguo monasterio convertido en campo de concentración. Siguieron sufriendo en sus carnes los totalitarismos europeos hasta la muerte de Stalin o, como el caso del toledano, hasta que quedó claro que no eran fascistas.

Emilio Manuel Martín de la Calle firmó en 1948 un documento que le otorgaba la libertad a cambio de quedarse a vivir en la Unión Soviética. Y así lo hizo este toledano hasta el fin de sus días, perdiéndose la pista de un republicano convencido que fue capturado por los comunistas pero que, al contrario de como quiso transmitir la propaganda franquista de la época, nunca renunció a su ideología.