Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


Un paseo por Toledo

31/03/2022

Será que esta primavera es gris, será que llevamos dos años sufriendo más de lo que nunca imaginamos, será que la pandemia, la guerra, los escollos de la vida, nos han arrancado las ilusiones o que nuestro cerebro se ha agarrotado ante tantas desdichas, pero lo cierto es que necesitamos ver la luz. O encenderla nosotros mismos. Y a eso voy.
Nuestro privilegio es haber sobrevivido, algunos con más dicha que otros, a la maldita pandemia, aun perdiendo toneladas de energía, sufriendo el rigor de lo inesperado, sorteando incertidumbre a raudales y padeciendo una preocupante apatía. Para salir de esta sensación que a veces nos ahoga, mi fórmula es sencilla: un paseo por Toledo. Mi lujo particular. Porque, qué decirles, nuestra majestuosa capital brilla por encima de la mediocridad de sus gobernantes, el incivismo de alguno de sus vecinos y la desidia de aquellas administraciones llamadas a mimarla.
Y es que Toledo atesora un inmenso pasado que ha de impulsar el presente hacia ese dinamismo que ahora mismo no se vislumbra. Los que confiamos en que hay que apelar a la ilusión, a las ganas, a la imaginación y al talento para aspirar a un futuro que supere la decadencia del presente, tenemos varios espejos en los que mirarnos. De hecho, nuestra ciudad ha acogido en las últimas décadas un ramillete de proyectos destinados a trascender, a dejar huella en las generaciones venideras, como las escaleras mecánicas de Recaredo, el campus tecnológico de la Fábrica de Armas, esa factoría emblemática de una ciudad que hizo su acero inmortal, o la Biblioteca que convirtió en templo del saber un edificio magnífico, el Alcázar, antaño símbolo de esa división de España que no queremos repetir.
Cierto es que más allá de estos proyectos, además del palacio de congresos y del remonte de Safont, de cuestionado funcionamiento, poco hay a lo que aferrarnos en los últimos años. Ahí está el Hospital Universitario, un símbolo de lo que pudo ser y no fue en un sistema sanitario que hace aguas, aunque esa es otra historia.
Toledo necesita despegar, salir libre de esa amenaza que se cierne sobre piedras milenarias que merecen respeto y no desprecio. Porque es cierto que deambular por las calles de mi ciudad es recorrer un escenario de arte, de patrimonio que se comunica con certezas, pero también es oír los gritos silenciosos de esos parques que agonizan, de esos terrenos descuidados que esconden tesoros arqueológicos que no se llegan a descubrir o de esa mole que pide a gritos dejar de ser una inmensa sombra en el paraje de una ciudad viva, ese Quixote Crea, al que nadie da vida.
Toledo atraviesa momentos tan inciertos como la sociedad en la que vivimos. Barrios yermos, entremezclados con proyectos que no responden a las necesidades de los vecinos, esos residentes que ni siquiera son escuchados para decidir obras que marcarán su futuro, como el cuartel de la guardia civil. Es momento de sentarse a diseñar una ciudad que debe presumir de tiempos pasados y convertirse en icono del presente, con la cultura como eje principal, con el cuidado del paisaje y la recuperación del Tajo, nuestro río, como seña de identidad. En definitiva, queremos una capital sostenible pensada para unos vecinos felices. Dicen que las crisis deparan oportunidades. Esta es la nuestra. Más positiva, no puedo ser.