Aloy crece y mejora en todos los sentidos

Sara Borondo
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El segundo capítulo de la serie aporta nuevas maneras de explorar el mundo y unos gráficos intachables

Horizon Forbidden West no es un juego más de mundo abierto de la misma forma que todos los pintores pueden utilizar óleos y un caballete pero no todos son Leonardo Da Vinci. Hay que tener una capacidad técnica enorme y un destello de creatividad para ser un gran pintor, y Guerrilla Games ha creado un juego que no tiene peros ni en el apartado artístico ni en el tecnológico, dando vida (como ya hizo hace cinco años con Horizon Zero Dawn) a un mundo creíble, con unos personajes muy vivos y con trasfondo, sobre todo la protagonista, Aloy, que ha experimentado una maduración como pocos protagonistas.

El segundo capítulo de la serie comienza seis meses después de la conclusión del primero, el mundo se debe enfrentar a nuevos retos y Aloy decide viajar al Oeste prohibido para encontrar la solución a una plaga leta. En el camino la acompañarán diversos aliados en una historia que mantiene la tensión y con misiones principales y secundarias muy variadas que incluyen carreras sobre monturas robóticas, puzles, desafíos de caza o arenas de combate, aunque el juego no se libra del todo de las misiones de recadera.

Las nuevas habilidades de Aloy consiguen que la exploración del mundo sea una gran experiencia gracias a la natación, la habilidad de trepar por diversas superficies y la capacidad de usar un gancho y un parapente, lo que ha permitido a Guerrilla diseñar unos niveles más verticales que en el primer juego y, además, hace que sea interesante volver a sitios en los que ya ha estado Aloy para redescubrir nuevas áreas con las habilidades aprendidas o las nuevas herramientas.

Los combates son tan satisfactorios como en el primer juego de la serie, sobre todo las peleas contra grandes robots con forma de animal a los que hay que estudiar para atacar con la estrategia adecuada. Este fue uno de los puntos definitorios de Zero Dawn y ahora el estudio lo ha multiplicado en presencia y variedad de estos monstruos mecánicos.

Con ser todas estas características relevantes para decir que un juego sea muy bueno, la chispa de Forbidden West que hace que todo lo demás brille son los gráficos. Los cambios que el estudio holandés ha realizado en su motor Decima (que cedió a Hideo Kojima para Death Strandings) en en los últimos cinco años son realmente espectaculares porque permite todas esas acciones en un mundo abierto postapocalíptico muy  grande y, además, con un aspecto impresionante. El nivel de detalle es tan grande que cuesta creerlo y lo mismo se puede decir de la distancia de dibujado o las animaciones faciales, y lo más asombroso es que en la versión de PlayStation 4 se ve también magnífico. Del doblaje al español hay que destacar el trabajo de Michelle Jenner, que vuelve a poner voz a Aloy.

En los juegos intergeneracionales suele haber grandes diferencias o infrautilizan el hardware más potente, pero Guerrilla ha conseguido sacar más jugo del que parecía posible en PS4. Como es habitual en los juegos de Sony, hay opción de primar la tasa de imágenes por segundo o el rendimiento gráfico.

Como también nos tiene ya acostumbrados Sony en sus juegos más importantes, Horizon Forbidden West incluye opciones de accesibilidad, algunas de ellas ya presentes en la primera aventura de Aloy, como que las monturas no se salgan del camino, los subtítulos y la dificultad y otras nuevas, como la función de copiloto con la que un segundo usuario puede compartir los controles de la protagonista en la misma consola.

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