José María San Román Cutanda

A Vuelapluma

José María San Román Cutanda


Vandalismo

04/04/2022

Por más esfuerzo que hago, sino sin entender qué le ven algunos a hacer la gracia de destrozar y menoscabar el patrimonio ajeno. No sé si es que yo soy demasiado corto de entendederas, pero de verdad que no encuentro el gusto que pueda tener molestar a un prójimo generalmente desconocido por mera diversión. Y últimamente, en el Casco toledano estamos sufriendo una oleada de actos vandálicos de diversa índole. Hace unas tres semanas, fue el escaparate del histórico comercio 'Córdoba', en la plaza de la Magdalena, del que además se llevaron una laboriosa maqueta de la procesión del Corpus que era atractivo de toledanos y turistas. Hace dos semanas, conocimos de algunas  quejas, que luego fueron al periódico, de vecinos que viven en el entorno de Santo Tomé y que tenían que soportar mal ambiente y orines de personas que salían de fiesta, entre otras cosas. Hace una semana, los espejos retrovisores de varios coches en el entorno del Alcázar. Y este fin de semana, hemos amanecido con algunas estatuas de la ciudad vestidas con coronas y sombreros ridículos, como le pusieron al pobre que pide al Cardenal Sancha frente a los Jesuitas o a la imagen de Carlos V del patio de armas de la Puerta de Bisagra. Eso, sin contar con que en la puerta del Arzobispado que da a la plaza del Ayuntamiento hubo quien tuvo la genialidad de dejar encajado en el quicio un disfraz de botella de Jägermeister.
Me parece que todo este vandalismo, que a veces es casi consentido, tiene raíz en una cuestión educacional. Da la sensación de que hay gente a la que no le han enseñado las mínimas normas de urbanidad y decoro. Y lo peor es que, cuando alguien pretende corregir a quien actúa así, corre el riesgo de llevarse una mala palabra o una agresión. Empiezo a estar bastante harto de tanto diálogo y de tanto pañito caliente con los gamberros de turno, porque a mí mismo sus gracietas me han costado dinero y un sofocón recientemente. ¿Es que acaso no se puede salir de fiesta, como hemos hecho todos, sin necesidad de joder al prójimo? ¿O es que estamos criando imbéciles y vamos a dejarles que sigan haciendo tropelías? Porque además, aquí hay otro capítulo más que no tenemos en cuenta: que lo que hacen suele ser de noche y sin que pueda haber ni testigos ni cámaras que los pillen. Y la Policía, tanto Local como Nacional, por muy bien que cumpla con su trabajo y por mucha diligencia que ponga, tiene los límites que tiene impuestos por la Ley. A mí mismo hace unos días, cuando les transmití una queja, me atendieron extraordinariamente bien dos Policías Locales que eran perfectamente conscientes de lo que pasaba.
Después de mucho darle vueltas, creo que esto tiene dos soluciones. Una primera solución, demasiado ideal para que sea cierta, que es dar un vuelco educacional en este aspecto. Me resultan bastante sorprendentes las actitudes de los padres sobreprotectores que justifican las gamberradas de sus hijos con las típicas frases de 'es que son jóvenes' o 'hay que divertirse'. Ya lo viví en una ocasión. Y a la madre que me lo dijo le respondí que esperaba que su hijo fuese con sus amigos a romperle los espejos de su coche y a llenarle de orines la puerta de su casa. Seguro que le habría hecho de todo menos gracia. Pero como ahora lo de regañar y castigar a los hijos está estigmatizado porque parece ser que sufren y se traumatizan, pues a dialogar y encima a premiar al muchacho después del berrinche. ¡Váyanse a hacer puñetas, hombre!
 Y una segunda, más con los pies en la tierra, que es empezar a aplicar en serio la justicia retributiva. ¿A qué me refiero? Muy fácil: a que el gracioso, o la graciosa, que tengan idea de romper retrovisores, pintar esculturas, mear en puertas ajenas o cosas por el estilo tengan que cumplir una pena que no consista solo en una multa, sino también en un servicio retributivo en el que se ganen el importe de esa multa y se restituya la cantidad de los daños ocasionados al doble o incluso al triple de lo dañado desempeñando trabajos ejemplarizantes. No estoy inventando nada, porque este sistema de trabajar en beneficio de la comunidad ya existe, pero no se aplica tanto como debería a esta clase de supuestos. Haría falta, además, una mayor implicación vecinal. Quiero decir con esto que cuando alguien vea alguna de estas cuestiones no tenga ningún miedo en llamar a la Policía y poner denuncia, que para estas cosas está la Ley.
Yo ya lo he sufrido, y espero no sufrirlo más. Y si vuelve a ocurrir algo que me afecte y encuentran a los que me lo han hecho, que tengan por seguro que no me voy a achantar ni en denunciarles ni en decirles cuatro verdades. Y como yo, espero que mucha gente, que a veces un buen susto educa más que mil palabras.