Ana Bolena y Catalina de Aragón se ven las caras

Enrique Rubio (EFE)
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Las dos fueron esposas de Enrique VIII, las dos fueron reinas, las dos se amaron y se odiaron y una de ellas tuvo peor final que la otra, ya que perdió la cabeza. Fue mucho lo que las unió, incluidos sus 'libros de horas'

Ana Bolena y Catalina de Aragón se ven las caras

Su rivalidad marcó la Historia de Inglaterra y hasta la europea. La compleja relación entre Catalina de Aragón y Ana Bolena -las dos primeras esposas del rey Enrique VIII- ha trascendido los siglos, pero su devoción religiosa las vuelve a unir ahora, 500 años después.

En un momento en que las autobiografías de los royals baten récords de ventas, las series inspiradas en la monarquía triunfan en las plataformas digitales y el país se dispone a coronar a un nuevo rey por vez primera en 70 años, un vistazo a la Historia del Reino Unido demuestra que ya todo estaba ahí mucho antes.

La ruptura de la isla con el continente, los cataclismos que un «matrimonio de tres» puede producir o incluso los efectos de una pandemia han marcado la vida reciente de los británicos, pero lo hicieron de igual forma en el siglo XVI a través de estas dos mujeres.

La razón de su reencuentro ahora la tienen dos pequeños libros policromados y anotados en inglés y latín. Son dos libros de horas, manuscritos ilustrados editados en París en 1527 y que sirvieron a ambas reinas para orar y meditar. Quién sabe si bajo el mismo techo y al mismo tiempo.

Por primera vez estas dos obras, que ambas mujeres utilizaron cuando Enrique VIII ya había pedido la mano de Ana y porfiaba por anular su matrimonio con Catalina, se exponen juntas, en el mismo castillo de Hever (sureste de Inglaterra) donde la Bolena pasó su infancia y vivió antes de casarse con el monarca.

Una intrigante conexión

El estudio de ambos libros ha permitido a la historiadora Kate McCaffrey revelar una nueva cara de ambas mujeres, a las que unían su profundas creencias cristianas, aunque una permaneció fiel al catolicismo y la otra fue decisiva en la ruptura de Enrique VIII con el Vaticano y la creación de la Iglesia anglicana.

«Es una nueva conexión entre las dos mujeres, realmente intrigante, en un momento con tantos cambios en la Corte y en sus vidas. Reunirlas y reexaminarlas desde una nueva óptica, para ver lo que compartieron y lo que les vinculó no solo como rivales es muy importante», explica McCaffrey.

Para la historiadora, lo que hace tan atractivas las vidas de Catalina de Aragón y Ana Bolena es que un «gran ejemplo del drama humano, con todos los altibajos de los culebrones que nos gusta ver hoy», ya que muestra a dos «mujeres reales» sobre las que, más allá del manido tema de la esposa y la amante, pesan muchos estereotipos.

Hija de los Reyes Católicos, Catalina de Aragón (1485-1536) contrajo matrimonio con el heredero del trono británico Arturo, pero este murió a los cinco meses, y ocho años después, en 1509, ella se casó con su hermano menor y sucesor, Enrique VIII.

Hasta el final de sus vidas fue una reina adorada por su pueblo, especialmente tras su regencia mientras su marido estuvo en Francia. Eso no impidió que Enrique VIII rompiese sus lazos con la Iglesia católica para poder casarse con Ana Bolena, que había servido como dama de compañía de Catalina durante cinco años.

McCaffrey cree que Ana Bolena y su familia habrían tenido una relación estrecha con la entonces todavía reina y que inicialmente no la habrían visto como una rival.

«Sabemos que Catalina le pide a una de sus damas de compañía, que estaba criticando a Bolena, que pare y le dice que algún día se compadecerá de ella. Creo que eso nos da una pista de que Catalina sabe que en realidad el problema es Enrique. Por su experiencia con el rey, sabe que Ana se acabará exponiendo a un final atroz», explica.

Ana terminaría siendo ejecutada en 1536 por unas dudosas acusaciones de adulterio e incesto.

Las investigaciones con rayos ultravioleta de McCaffrey con los dos libros demuestran que el que era propiedad de Ana fue conservado a lo largo de generaciones por sus acólitos, pese a la campaña de descrédito lanzada por su marido.

«Es bastante revelador que Enrique decidiese regalar a su mujer la copia menos decorada y a su amante el mejor...», admite la experta. Aunque se le perdió la pista durante muchos años, en 1910 el magnate estadounidense William Waldorf Astor lo compró tras hacerse dueño del castillo de Hever. El ejemplar de Catalina fue adquirido a comienzos del siglo XX por otro millonario, John Pierpont Morgan, quien lo guardó en su biblioteca de Nueva York.

Una inscripción en un margen de su libro le sirve a Ana Bolena a modo de despedida anticipada: «Recuérdame cuando reces para que la esperanza te guíe día a día».