Pedro Carreño

La Ínsula

Pedro Carreño


¡Ay, mascarita!

01/03/2022

Vencer a las tentaciones (a las malas, se entiende) es una de las primeras cosas que hay aprender de pequeño para luego -si se puede-, recordarlas cuando uno peina canas. Viene esto a cuento porque, en días de carnestolendas, se presenta difícil no escribir sobre el carnaval. Máxime, cuando todos llevamos una mascarilla desde hace casi dos años, y nos cuesta reconocernos cuando cruzamos por la calle. Vamos a intentar vencer a la tentación, y enmascarar esta columna.
Hace 111 años, en la calle Carretas de Madrid se armó la marimorena. Un gran escándalo recorrió el centro de la Villa y Corte y, al día siguiente, los periódicos capitalinos se hicieron eco de lo ocurrido. Dos mujeres, con un atrevimiento desconocido hasta entonces, se pasearon por la calle Carretas con falda-pantalón. Sin duda, toda una desfachatez y provocación para aquel entonces.
Un rotativo de la época recogía los hechos acaecidos de esta forma: 'Dos mujeres se presentaron en la calle Carretas vistiendo falda pantalón. Cerca de tres mil personas las rodearon abucheándolas, pero ellas, tan frescas, ni se inmutaron. La protesta fue subiendo de tono y las mujeres buscaron refugio en el Ministerio de la Gobernación, mientras varias parejas de seguridad intentaban inútilmente disolver a los manifestantes'.
Ante tal gesto heroico y reivindicativo, es difícil imaginar porqué hoy, en la calle Carretas, no hay una placa conmemorativa al valor, elegancia y coraje de aquellas dos mujeres.
Sigamos venciendo a la tentación. Unos pocos años más tarde, tuvo lugar otro acontecimiento que, según el humilde juicio del autor de esta columna, es digno de recordar. En Barcelona, en 1926, el director danés Lau Lauritze, estrenó una de las últimas versiones mudas de Don Quijote de La Mancha.
Esta cinta tiene miga. De hecho, el gran Saramago la incluyó en una lista con las cinco películas que más le influyeron. Contaba el escritor luso que pocas veces había disfrutado tanto con Alonso Quijano y su escudero, por el sentido del humor que les confirieron los actores que los interpretaron.
Resulta que, el director danés, puso de Quijote y de Sancho Panza a dos humoristas daneses muy famosos en esa época. Actuaban con el nombre de 'Pat & Patachón' y por su descripción física, tuvieron que ser una versión muy buena del gordo y el flaco. Pero en danés.
La película triunfó. Sobre todo, en Dinamarca. Cuentan las crónicas que la productora se gastó 60.000 duros de la época solo en trajes y armaduras, y que se rodó en pueblos manchegos. Y está escrito, que hasta la Casa Real apoyó la peli enviando una vajilla, para que sirviera de menaje en la escena gastronómica de La Ínsula de Barataria.
El periódico El Castellano se hizo eco del rodaje, y recogió un hecho fatídico. Ocurrió que el coche que trasladaba a los artistas se pegó un piñazo en Alcázar de San Juan regresando de Herencia (la crónica no dice si los artistas venían de su afamado carnaval, pero sería entendible). Y, por esas cosas del destino, el accidente tuvo lugar…… ¡en la calle Cervantes! . Los protagonistas no sufrieron heridas graves, pero sí en cambio, y según el rotativo, una niña de cinco años llamada Carmencita Nieto, que jugaba en la acera. Los heridos fueron atendidos en el hospitalillo de la estación.
La tentación de escribir sobre el carnaval en la columna parece superada. ¿Verdad mascarita? ¡Ay, que no me conoces! (Incluso, la de escribir sobre la invasión de Rusia a Ucrania, porque eso no es ni una broma ni una mascarada).