El aviso que llegó desde China

I.G.Villota
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El director del Instituto Confucio de la UCLM, que mantiene las clases ahora telemáticas, reflexiona que sus estudiantes chinos eran conscientes desde principios de año de la preocupación por el virus por las noticias que llegaban desde su país

Días antes de que el Gobierno decretase el estado de alarma, los establecimientos chinos de Toledo cerraban sus puertas de manera voluntaria. - Foto: David Pérez

El 31 de enero Toledo expresó su solidaridad con China. La celebración del Año Nuevo Chino, el Año de la Rata, a cargo del Instituto Confucio de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), sirvió para expresar el apoyo al país oriental por el brote del coronavirus. Ese día, el tradicional y vistoso desfile del dragón, celebrado en los dos últimos años en la ciudad, se suprimió esta vez para minimizar el riesgo. Sí hubo una pequeña demostración de danza tradicional en el patio del Palacio de Lorenzana.

La mayoría de los asistentes a ese acto no eran conscientes de la gravedad de la situación y de lo que vendría semanas después. Parecía un problema lejano. Pero sin duda  era un aviso. Cuando han pasado dos meses desde entonces, el director del Instituto Confucio, Jaime Moraleda, reflexiona que los estudiantes y profesores chinos, que llevan en Toledo desde el pasado septiembre, eran conscientes de la preocupación por el virus por las noticias que llegaban desde su país aunque sin imaginar la magnitud que tendría en España.

Hoy el Instituto Confucio mantiene su actividad con clases telemáticas para sus más de 300 matriculados, la mayoría de ellos españoles estudiantes de chino, motivados por el trabajo, la formación académica o los viajes, pero también menores de familias chinas que llevan muchos años en España y cuyos padres y madres no quieren que pierdan el contacto con el idioma, indica Moraleda.

Jaime Moraleda, entre la directora china del Instituto Confucio y la vicerrectora Fátima Guadamillas, el pasado 30 de enero en el celebración en Toledo del Año Nuevo Chino. Jaime Moraleda, entre la directora china del Instituto Confucio y la vicerrectora Fátima Guadamillas, el pasado 30 de enero en el celebración en Toledo del Año Nuevo Chino. - Foto: David PérezEl director echa la vista atrás un par de meses. «Los alumnos chinos que estudian en la Universidad de Castilla-La Mancha ya percibían  en enero, por el contacto con sus familiares, la preocupación y la incertidumbre por lo que estaban viviendo allí. La infección estaba muy presente en el mundo chino y ellos recibían noticias y estaban preocupados», apunta.

Recuerda que en esos momentos se desarrollaban por todo el mundo las celebraciones del Año Nuevo Chino. «Muchos chinos se movían por el territorio español, entre provincias, para encontrarse con familiares y amigos, y había movimiento de viajes entre China y España», rememora, motivo por el que desde el Instituto Confucio decidieron suspender actos como el desfile por las calles del Casco histórico para evitar contagios. «Evidentemente no preveíamos que la situación en España iba a llegar a los niveles actuales, pero ya tomábamos las precauciones por la información que llegaba desde China, porque allí ya había aislamiento, etcétera», comenta.

Desde entonces, la propagación del virus llegó a Europa y hace unas semanas la UCLM tomó la decisión de suspender las clases, antes de la declaración del estado de alarma, que llegó pocas horas después. El Confucio, al estar integrado en la Universidad regional, dependiente del Vicerrectorado de Internacionalización, también suspendió sus clases presenciales y funciona de manera telemática con videoconferencias y trabajos enviados por correo electrónico.

Marcos y el resto del alumnado siguen las clases desde sus casas.Marcos y el resto del alumnado siguen las clases desde sus casas.La mayoría de los cursos sigue en activo, explica su director, aunque en algunos casos las clases no se pueden seguir al haber alumnos sin las condiciones de conexión a Internet adecuadas o al tratarse de menores de edad. En este caso se envía el material por correo electrónico a los progenitores y los niños y niñas realizan sus tareas en casa.

Todos los responsables del Instituto Confucio están bien en casa, cuenta su director español. Además, la institución tiene un administrativo específico, un director chino, ambos en Toledo, así como dos profesores en la capital regional, dos en Albacete, otros dos en Ciudad Real y uno en Talavera. de la Reina

Como buen conocedor de la cultura del país oriental, Moraleda recuerda que los responsables de establecimientos chinos en España decidieron cerrar sus tiendas sin que nadie se lo pidiese, antes de que se decretase el confinamiento y el estado de alarma. «Ellos recibían la información y la preocupación antes que nosotros, eran conocedores y conscientes, toda vez que la comunidad china viaja mucho a su país y siempre tiene contacto. Tenían miedo ante las circunstancias», sostiene.

Indican que también reaccionaron ante las suspicacias levantadas en los primeros compases del brote. «Al principio de la llegada del virus a Europa los chinos se cargaron la culpa de ser los transmisores, cuando eso está lejos de la realidad y es algo mucho más global que un razonamiento tan simple», afirma, añadiendo que «habían visto que se les miraba de una manera no correcta en algunos sentidos y decidieron cerrar sus establecimientos para evitar ese tipo de mal pensamiento respecto a la comunidad china».

Moraleda continúa con su reflexión. «Luego todo se ha normalizado y ya nadie o casi nadie piensa en esa dirección, pero al principio tuvieron precaución para que no se les viera como un foco de contagio».

Respecto a la rectitud y la responsabilidad con la que han asumido las restricciones, invita a pensar en la propia cultura china y también en el régimen autoritario en el que viven. «Han asumido la norma de forma más estricta pensando que si se ponen medidas restrictivas  es porque las necesitamos, lo asumen de manera más racional. Si la norma es no salir de casa lo cumplen perfectamente».

«No quiere decir que los demás no lo hagamos, pero lo cierto es que ellos están acostumbrados, fruto de su cultura y del régimen en el que viven, a una mayor capacidad de cumplimiento de las normas», asevera Moraleda.

Respecto al futuro del curso académico, el director considera que dependerá de la evolución de la pandemia pero confía en que el interés de los estudiantes continúe intacto e incluso se vea fortalecido. «El miedo al viaje a otros países por la pandemia va a existir, pero la vida va a recuperarse en cuanto se recupere la normalidad y los estudiantes van a seguir necesitando formación y las universidades e institutos docentes van a seguir repartiéndola», apunta, convencido de que «cuando la circunstancia se salud se recupere, la actividad didáctica y docente se recuperará de yagual manera».

También lo cree Marcos, uno de los alumnos de primer curso de chino. Mientras prepara la oposición como profesor de Educación Física de Secundaria decidió apuntarse al Confucio. «Me llaman la atención los idiomas en general y además tengo familia china. Mi primo, con el que voy a clase, está casado con una china y mis sobrinas son medio ‘chinillas’. Además el idioma es muy útil de cara al futuro. ¡Por qué no ser medio pioneros al tenerlo!», sostiene.

Marcos recuerda que en la celebración de nuestra Nochevieja, los familiares de su prima, desde China, ya alertaron de la situación que estaban viviendo, aunque no terminaron de interiorizar el aviso al verlo lejano. «Nos avisaban de que lo que venía era gordo. Los números nos asustaban menos porque pensábamos en la cantidad de población que tiene China y veíamos que no se estaba expandiendo tan rápido, pero ellos nos insistían en que era gordo», recuerda.

Alentados por ellos, compraron geles hidroalcohólicos y parte de material como guantes y alguna mascarilla, «pero pese al aviso, nos pilló de sopetón», reconoce.

Explica que el verano pasado toda su familia fue a China, un viaje que él se perdió que quería hacer este verano, aunque lamenta que «probablemente lo tenga que posponer». En cualquier caso, cree que lo más importante es que allí «ya están saliendo a la calle y que nosotros podamos hacerlo cuando nos indiquen».

Las clases de chino, a las que se apuntó este curso, aprobando el primer nivel en enero e inmerso en el segundo, le están sirviendo mucho para mantener la cabeza ocupada en estos días de confinamiento y celebra que la plataforma digital con la que siguen las clases funcione desde el primer día. «No perder el curso se agradece», indica, invitando a estudiar un idioma que, asegura, «no cuesta tanto como parece» aunque toque esforzarse y cambiar el chip, porque no se parece en nada al español, el inglés o el francés, los que solemos estudiar.