Música, excelencia y Patrimonio

José María Domínguez*
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El director toledano Javier Ulises Illán dirigió a la Joven Orquesta Nacional de España en la Noche del Patrimonio junto a músicos españoles de la Filarmónica de Berlín.

Música, excelencia y Patrimonio

Las óperas de Metastasio fueron un manual para los poderosos de la Ilustración. Sus personajes representan las contradicciones del gobernante que se debate entre laspropias pasiones y el deber de la gestión de la cosa pública. Metastasio, que pasó la mayor parte de su vida entre los palacios de la corte de Viena, enseñaba a dominar tales pasiones que son «los vientos imprescindibles con los que se navega por este mar de la vida» y que, siendo imposibles de eliminar, convenía aprovechar en pro de la propia singladura. No es de extrañar que Haydn, Mozart y Beethoven, otro tanto acostumbrados a la vida palaciega vienesa, se sintieran atraídos por la fuerza de su teatro.

Javier Ulises Illán ha tenido la audacia de transformar esta realidad de la historia de la música (con frecuencia eclipsada por las obras instrumentales de los tres genios)en un interesante proyecto para la Joven Orquesta Nacional de España, del que los conciertos (cinco en una semana) son solo la parte pública. El resultado de un intenso periodo de trabajo, esfuerzo y convivencia. La joven orquesta es, como dijo Illán muy acertadamente en sus agradecimientos, un reflejo en pequeño de la sociedad y un proyecto humano de importante carga formativa. El recital del Rojas fue el colofón de este encuentro y por eso el director toledano transmitió complicidad con una orquesta que le obedeció en la férrea disciplina impuestadesde el podio. No hizo mella el cansancio ni siquiera en el bis, después de casi dos horas y media de (exquisita) música. Conocía Illán los problemas del teatro municipal (que sigue sin contar con la concha acústica que hemos reclamado varias veces desde estas páginas). La dificultad de empastar el sonido la transformó en virtud, resaltando los pequeños detalles propios de un planteamiento camerístico. Tarea facilitada por el increíble nivel técnico de los músicos, destacando bien por su afinación, bien por la delicadeza (como en los pasajes protagonizados por el fagot Carlos Martín Esteve).

El punto álgido del programa, al final de la primera parte,fue la Sinfonía Concertante de Mozart (KV 364), protagonizada por dos músicos españoles de una de las mejores orquestas del mundo, la Filármonica de Berlín, Luis Esnaola y Joaquín Riquelme: los Nadal de la música clásica. Un referente y modelo para los jóvenes «jondes», feliz acierto de este proyecto. La interpretación de ambos quedará para los anales de la historia musical de Toledo. Tan perfecta en lo técnico y tan brillante en la musicalidad que fue imposible de igualar en la segunda parte del concierto. Dos solistas muy diferentes (en corporeidad, en gestualidad, en sonido) pero con una concepción unánime de la música como acción, como juego, como provocación capaz de admirar, extasiar o lacerar al público. Igual que en la ópera del siglo XVIII donde lo importante no era imitar una acción sino provocar en el público las pasiones causadas por ella.

Por su parte, María Hinojosa con tres intervenciones puntuales en distintos momentos del programa, defendió una versión correcta de escenas operísticas argumentalmente semejantes pero muy distintas en su dramaturgia musical. Una cosa es la locura de la Fulvia mozartiana (KV 369) abatida por un padre felón, un emperador que la acosa y un amado al que cree muerto y otra cosa son los celos de la traicionada Deidamiabeethoveniana (op. 65) porque no consigue retener a suAquiles seducido por Ulises. El reto, nada sencillo, estaba en esculpir tres personajes distintos (completó el trío delirante la Berenice de Haydn, Hob. XXIVa:10) con un mismo cincel, el de una voz bella y virtuosa, bien colocada y potente en los registros medio y agudo, pero algo apagada en los graves de un Beethoven difícil por la densidad de la orquestación. Hay que reconocer en cualquier caso la valentía de Hinojosa al afrontar una prueba de resistencia física y de versatilidad como la que ha supuesto esta gira.

El concierto demostró, en todo caso, los logros de una inversión generacional en formación musical (se nota que los «jondes» están muy acostumbrados a tocar en conjuntos y a pensar colectivamente la Música) y fue un sueño cumplido para dos amigos «que deliraban por la Música», como explicó Riquelme (antiguo miembro de la orquesta) en su afectuoso homenaje a Javier Illán al dedicarle la propina de los solistas (del dúo en Sol Mayor KV 423). Éstos además sorprendieron tocando en el final del concierto como un músico más, desde los últimos atriles. Preciosa imagen la de una JONDE con destellos berlineses acompañando a una de las sopranos más sobresalientes del panorama vocal internacional.

El programa fue especialmente oportuno en la noche del patrimonio, al subrayar cómo Haydn, Mozart y Beethoven participaron de la italianidad que impregnó la Europa del siglo XVIII: ya entonces se afirmaba que como el té venía de la India, la música venía de Italia. Toledo, por el prestigio de su capilla catedralicia y por la cercanía a Madrid, no fue ajena a esta realidad, como bien recordó Illán en su alocución. Abundan en la ciudad trazos materiales de aquella italianización musical: las cartas de Farinelli en Tavera que hablan de Metastasio, los libretos de éste en la Biblioteca regional del Alcázar(encuadernados como auténticas joyas), la iconografía musical de iglesias y conventos o las partituras de Haydn en el archivo catedralicio que el propio Illán desea grabar (ver este periódico, 20-9-2019) y que también son parte de nuestro pasado musical como demuestran proyectos análogos recientes (véase «Haydn en Sevilla» de la Orquesta Barroca de Sevilla). El concierto del Rojas dejó claro que la JONDE, con Javier Ulises Illán a la cabeza, está sobradamente preparada para afrontar este nuevo reto: ojalá llegue pronto la oportunidad.

 

*José Maria Domínguez es profesor del Departamento de Musicología de la Universidad Complutense.