Emiliano García Page, la primera voz discrepante

Pilar Cernuda
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Son muchos los socialistas que critican a los compañeros de Pedro Sánchez en el Gobierno, pero muy pocos seatreven a decirlo en público. Solo el presidente de Castilla-La Mancha lo ha hecho y le han abofeteado desde el partido

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (3i), acompañado de varios presidentes autonómicos, incluyendo a Guillermo Fernández Vara (i), Javier Lambán (2i), Emiliano García-Page (3d) y Ángel Torres (3d) - Foto: EFE/ Javier Belver

Tiene 54 años y no hay político en activo con su currículum: concejal de Toledo, diputado de las Cortes manchegas, senador, consejero de Obras Públicas de la Junta de Castilla-La Mancha y, después, consejero de Bienestar Social, de Presidencia y Portavoz, vicepresidente y presidente del Gobierno regional. 

Curriculum que da mil vueltas al del presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, que cuando logró la secretaría del partido por obra y gracia de José Blanco, solo podía presumir de asistente de una eurodiputada, Barbara Durkhop; de Carlos Westendorp, en Sarajevo; parlamentario de la Asamblea de Madrid, concejal madrileño y diputado en el Congreso, por sustitución, desde hacía tres o cuatro meses. Ni una hora en un cargo de gestión. 

En los últimos días, se han levantado voces -pocas- contra las críticas de Emiliano García Page a cómo está llevado el gobierno Sánchez y cualquiera que conozca mínimamente la actualidad española sabe que el presidente manchego está cargado de razón. El secretario general del PSOE es hoy el principal lastre del partido para ganar elecciones y la práctica totalidad de las personas que cuentan con una trayectoria más solvente en el partido están en sintonía con lo que piensa García Page, aunque se guardan de decirlo públicamente. 

García Page se ha criado políticamente con José Bono y, como él, es más moderado que la mayoría de sus compañeros, defensor sin complejos de la españolidad y todo aquello que se identifica con España. Ha sido acusado en varias ocasiones, al expresarse contrario a las cesiones a Podemos, Bildu y los independentistas, de tener el corazón más cerca del PP que de su partido. Page siempre responde lo mismo: es coherente con sus principios. Al defenderlos ha contado con el apoyo mayoritario de los manchegos, que le han dado sus votos en múltiples citas electorales. Siempre ha estado en el PSOE, pero nadie le puede exigir que calle cuando considera que algunos de sus dirigentes, o el mismo secretario general aunque sea presidente del Gabinete, toma decisiones que considera perjudiciales. Lo que ocurre es que lo hace a cara descubierta. 

La semana pasada, García Page se convirtió en el primer dirigente socialista que ha levantado la voz contra Sánchez -en privado no es el único- en una entrevista y le han acusado de no haber expresado su opinión en la reunión que mantuvo en Zaragoza el Comité Político Federal. Lo hizo, aunque probablemente con menos virulencia que al periodista Jorge Bustos.

Page cargaba las tintas contra los compañeros de Sánchez -no les llamaba socios, sino compañeros- que son los que están provocando el desafecto hacia el PSOE. Y daba la cara por Núñez Feijóo, afirmando que lo conoce bien desde hace años y que en ningún caso lo considera un «insolvente», como le llaman desde el Gobierno. No han faltado voces del sanchismo que han tratado de descalificar al presidente manchego colocándolo ya como afín al PP.

Servilismo y lealtad

Sus declaraciones fueron un torpedo en la línea de flotación del PSOE. Por lo que dijo, por los silencios de personas que se pensaban que iban a salir en su defensa y por el paso delante de otros, entre ellos el extremeño Fernández Vara. Vara, buen amigo de Page, que como él defendió abiertamente a Susana Díaz frente a Sánchez en el proceso de primarias para la secretaria general, y que una vez que ganó Sánchez dijo que había que aceptar con a lealtad el resultado, fue duro con Page por sus declaraciones de estos días. Las consideró «injustas» para el presidente de Gobierno, y le recordó que él también había llegado a un pacto con Podemos para apoyarle como presidente regional cuando en las elecciones anteriores no alcanzó la mayoría suficiente. 

Desde el entorno de castellanomanchego recordaron al presidente de Extremadura que efectivamente se produjo ese pacto para impedir así un gabinete del PP, pero que a lo largo de la legislatura el presidente no tomó en consideración ninguna de las exigencias que le presentaban los morados, lo que provocó que en la siguiente cita electoral lograra mayoría absoluta y que, por tanto, ahora esté gobernando sin ninguna clase de ataduras. 

Desde su Ejecutivo defiende no solamente la marca España en toda su amplitud, sin escatimar el uso de la bandera y el himno, sino que para él es prioridad la defensa de los manchegos, tanto en el plano económico como político. Como hacía Bono, de cuyo equipo formó parte en varias consejerías. Por ejemplo, estos días García Page se ha posicionado absolutamente en contra de las leyes que afectan directamente a la caza, no solo por convicción y porque considera que se analiza la caza desde la demagogia y el desconocimiento sino también porque es una de las principales fuentes de riqueza para los manchegos. Por otra parte, desde siempre ha sido muy activo en bloquear cualquier iniciativa que pueda perjudicar mínimamente el suministro del agua a su región, lo que le ha granjeado polémicas históricas con los gobiernos de otras regiones, incluso con las gobernadas por socialistas, como ocurre ahora con Valencia.

Unidad en la formación

Emiliano García Page ha dado un golpe sobre un tablero y ha descolocado las fichas. Salieron inmediatamente a la palestra, además de Fernández Vara, algunos ministros para criticarle. Sobre todo la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, manchega que las voces viperinas consideran que es la persona en la que piensa Pedro Sánchez para que algún día sea candidata a la Junta. Buena amiga de García Page, sin embargo en esta ocasión rompió una lanza a favor de Sánchez, lo que no ha extrañado porque en la nueva hornada de ministras a las que Sánchez incorporó a su equipo hace un año, hay tanto servilismo que provoca incomodidad. Y, entre los más veteranos que eran capaces de marcar distancia con algunas de las iniciativas del Ejecutivo, sobre todo las impuestas por Podemos o por los socios parlamentarios, también se está viendo un giro claro a favor del sanchismo, con apenas voces que mantengan sus posiciones de siempre. Por no decir que solo hay una, la de Luis Planas, el ministro de Agricultura.

El primero que sabe que el tablero está revuelto, incluso con algunas fichas por el suelo, es Pedro Sánchez, que ha acudido a arreglar el entuerto, o a intentar arreglarlo, con la estrategia habitual en las semanas últimas: los sondeos ni siquiera marcan tendencia, porque este verano ha cambiado la situación, el PSOE gana terreno mientras el PP se ha estabilizado y él no contempla la posibilidad de perder las elecciones. 

En una comparecencia en Nueva York, donde asistió hace unos días a la Asamblea General de la ONU, con periodistas que preguntaban sobre todo por las declaraciones de Page y la situación del partido, no dudó en declarar que «nunca he visto al PSOE tan unido».

Si él lo dice...