El hasta aquí hemos llegado

Pilar Cernuda
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La intervención de Casado en el Congreso, en la que rompió con Vox y Abascal, marca el rumbo del nuevo PP y demuestra que laformación cuenta con un líder sólido con posibilidades de remontada

El hasta aquí hemos llegado - Foto: Mariscal

En la sede central del PP en la calle Génova se vive una euforia contenida. Esperanzadora, porque la intervención de Pablo Casado ha provocado un sentimiento unánime de que hay partido, que hay líder, que hay posibilidades de remontada; contenida porque han sido serios los varapalos recibidos tras certezas electorales que no cumplieron. 

El resultado de las elecciones de abril de 2019 fueron muy malos, sin paliativos, y mejoraron en las de meses después, pero muy por debajo de las encuestas que manejaban. Por otra parte, aunque intentaban transmitir seguridad en el futuro desde que se inició la pandemia, con sus graves consecuencias sanitarias y económicas, los sondeos que se han ido publicando insistían en que el PP no acababa de arrancar. Por eso la intervención de Casado, un chute de entusiasmo, acompañado del comentario prácticamente unánime de los medios de comunicación que coincidían en que había hecho el mejor discurso de su vida, ha hecho pensar en Génova que cambian las cosas y cambian para bien. 

Al finalizar el debate de investidura en el que rompió amarras con Vox y sobre todo con Santiago Abascal, Pablo Casado reunió a los diputados de su grupo parlamentario. Les reiteró que con su Hasta aquí hemos llegado que dijo en el Hemiciclo, se abría una nueva época para el PP. Les comunicó que iba a convocar a la Ejecutiva Nacional el próximo martes, a la que aspiraba que asistieran el mayor número posible de dirigentes regionales, y que en esa reunión, como estaba haciendo ese momento con los diputados, trasladaría a los dirigentes del partido que se iniciaba un camino en el que había que pisar mucho la calle. Se refirió a la Sanidad y a la Economía, pero quiso meter en la cabeza a los diputados que había que entrar en las cuestiones más del día a día, más cotidianas, en la microeconomía, en las preocupaciones familiares.

El nuevo Pablo Casado -porque hay un Casado anterior a la moción de censura y otro posterior- se ha configurado tras el discurso que pronunció el pasado jueves. Lo más destacable, su ruptura con Vox, sin retorno, tras los duros argumentos con los que justificó esa separación; implacable con Abascal, con el que había tenido una relación cercana durante muchos años, sobre todo cuando el actual líder del PP ocupó un cargo de segundo nivel en el Gobierno de Aguirre, con la que Casado trabajó muy estrechamente cuando era presidenta del Ejecutivo madrileño y Casado presidía Nuevas Generaciones. 

Explican colaboradores de Casado que la estrategia del líder del PP pasaba por romper públicamente con Vox. Sin embargo, no comunicó prácticamente a nadie el sentido del voto, porque tenía dudas sobre si sería más adecuada la abstención. Como tenía claro que en ningún caso debía anunciar antes de su intervención en el debate cual sería la posición del partido. 

Había diseñado las líneas maestras del discurso, pero hasta la noche del miércoles no lo remató. Esas líneas las conocía el secretario general Teodoro García Egea y su jefe de gabinete Pablo Hispán. Y su mujer, Isabel, según cuentan en Génova. A Isabel le trasladó Casado sus dudas respecto a cómo abordar la ruptura personal con Santiago Abascal. No le preocupaban las consecuencias políticas de esa ruptura, pero sí las personales, que eran fundamentales para que se visualizara perfectamente que el PP no quería saber nada de Vox. La moción de censura, pensaba Casado, iba directamente contra la línea de flotación del PP, y marcar la diferencia, poner el acento en todo lo que les separaba, situarse en cualquier plano en el que nunca pudiera estar Vox, rompería el discurso de Pedro Sánchez, que estaba haciendo un daño brutal al PP. Fue Isabel, su mujer, la que apoyó esa posición que solo preocupaba a Casado desde el punto de vista personal.

La noche del miércoles, tras escuchar a lo largo del día el debate, con las «barbaridades» de Abascal –lo de barbaridades es un término utilizado por un miembro de la dirección del PP- Casado tomó la decisión definitiva: el no, con un discurso que debía ser tan duro como le saliera de dentro. Porque el PP no se merecía que nadie, y mucho menos el presidente de Gobierno, hiciera un paralelismo entre el PP y lo que defendía un Abascal que apareció en el debate como un «energúmeno».

Retos a futuro

¿Y ahora? Lo primero, cambio de impresiones con los miembros de la Ejecutiva y escuchar lo que digan sus compañeros, con especial atención a los presidentes regionales. Sobre todo los de Madrid, Andalucía y Murcia, donde podría producirse crisis de Gobierno porque el PP gobierna en coalición con el PP pero con el apoyo externo de Vox, y el partido de Abascal podría tener la tentación de romper ese sostén. De hecho, Vox rompió la negociación presupuestaria con el Gobierno que preside Juanma Moreno.

Casado está convencido de que esa retirada de apoyo no se va a producir. Para ello tendría que anunciar Vox la ruptura formal con el PP, que el PSOE viera la oportunidad de conseguir un Ejecutivo a través de una moción de censura... y que Vox apoyara a la izquierda, lo que es improbable porque entonces sí que habría trasvase de voto entre PP y Vox… pero en el sentido contrario al que aspiraba Abascal cuando presentó la moción de censura: los votantes de Vox no perdonarían que con el apoyo del partido derechista esas tres regiones fueran a manos de PSOE y Podemos.

Segundo reto al que se enfrenta Casado de forma inmediata: la reanudación de las negociaciones con el Gobierno para proceder a la renovación del CGPJ. El PP sabe que el PSOE parte ahora desde una situación de debilidad: es Europa la que le empuja a llegar a un acuerdo y olvidar la locura de cambiar el método de elección de los miembros del Consejo. El PP pondrá de nuevo a Enrique López al frente de las negociaciones con el ministro de Justicia. Se conocen bien, jueces los dos y compañeros del CGPJ. Las negociaciones se rompieron cuando el Gobierno exigió que Podemos estuviera en la mesa negociadora. 

El pasado jueves, García Egea insistió en que el PP mantendría ese veto a Podemos, pero... Hay dos caminos, mantener el veto para ver si Sánchez da marcha atrás, o pactar bajo cuerda Génova y Moncloa que se siente Podemos en la mesa pero que su representante sea convidado de piedra. Si acepta Sánchez, desde luego. Pero en Génova, en este momento en el que se sienten fuertes tras la ruptura con Vox, creen que se inicia un nuevo camino en el que se pueden cumplir objetivos que hasta hace pocas horas eran impensables.