Antonio Zárate

Tribuna de opinión

Antonio Zárate


La Peraleda: ¿naturaleza o cemento?, usted decide

23/06/2022

La presentación del avance del POM de Toledo hace unos días despertó interés por una terminología acorde con el urbanismo más reciente: mejorar el acceso a la vivienda, un Toledo más verde y ecológico, una ciudad más compacta y cohesionada, movilidad sostenible y no contaminante, crear entornos inclusivos, seguros y sostenibles, etc. Sin embargo, el interés y las expectativas decaen cuando se observa improvisación y un simple 'acortamiento' del anulado POM de 2007, pero conservando la mayoría de las actuaciones allí proyectadas, como La Peraleda, amenazada reiteradamente con la construcción de un cuartel para la Guardia Civil, como punta de lanza de la urbanización contenida en la Modificación 29 del vigente PMOU de 1986 y como Plan Parcial 02  del POM de 2007. Y sin ánimo de hacer un comentario del avance del nuevo POM, pero sí de la urbanización de La Peraleda que se incluye en él, una zona de alto valor ecológico, se comprueba que seguimos sin «modelo de ciudad» conforme con lo que hoy se hace en el mundo, y sin entender la excepcionalidad de oportunidades que brinda para ello nuestra ciudad por sus valores patrimoniales, naturales e históricos. Como también es llamativo la ausencia de estudio demográfico que justifique previsiones de crecimiento y diferencias entre barrios, como tampoco existe análisis funcional para adecuar servicios e infraestructuras a las necesidades de la población.
A modo de ejemplo de la improvisación del avance presentado, se habla en él de suelo urbano residencial para 100.000 habitantes y de la construcción de entre 12.000 o 18.000 viviendas para 15 ó 20 años, pues bien,  si el objetivo fuera alcanzar la cifra de 100.000 habitantes, partiendo de los 85.550 de 2021, con 4.851 viviendas ya se habrían satisfecho las necesidades de alojamiento, con lo que no haría falta nuevo suelo residencial y más cuando la población no crece o apenas lo hace. La cosa cambia si las estimaciones poblacionales se ajustan a 12.000 ó 18.000 viviendas, pues entonces la población alcanzaría los 121.449 habitantes en el primer caso y 139.449 en el segundo, cifras desorbitadas para 2041, si no cambia, y no es previsible que lo haga, la evolución de los saldos vegetativo y migratorio, con un crecimiento real negativo ya varios años entre 1999 y 2021, y un  -4% en 2021 respecto a 2020. En cuanto a las dotaciones funcionales tampoco parece coherente seguir profundizando en el modelo disperso de ciudad anglosajona, que concentra el comercio en grandes superficies en la periferia,  como el parque de La Abadía, cuya ampliación se prevé, aun después de haberse comprobado su efecto desmotivador sobre el comercio interior de la ciudad, incluso con cierre de centros como el de la avenida de Europa.
Dicho esto, y sobre lo que, sin lugar a dudas, volveremos, centramos nuestro interés sobre La Peraleda, una parte de la Vega Baja que el avance del POM recalifica como suelo urbanizable residencial, 99,20 hectáreas para unas 8.000 personas y 3,7 ha para el cuartel, una superficie aproximada a la del Casco histórico. Nuestra atención sobre La Peraleda en este artículo se justifica por las indeseables consecuencias de su urbanización para el medio ambiente de la zona, del río y del conjunto de Toledo. Nos olvidamos, pues, de otras cuestiones, como las dificultades legales para su aprobación por encontrarse en zona de protección de paisaje y de valor arqueológico, e incluso, para cambiar su calificación de 'suelo no urbanizable protegido' a 'suelo urbanizable residencial', dada la doctrina tradicional de interpretación por el Tribunal Supremo del principio legal 'de no regresión ambiental'. Dedicada, pues, la atención aquí al medio ambiente, lo primero que hay que tener en cuenta, es que el suelo es un recurso natural no renovable, es un sistema dinámico y vulnerable, que produce biomasa, recicla nutrientes, regula el ciclo hidrológico y soporta vegetación natural y cultivos que actúan como sumidero de CO2. Por lo tanto, se ignora el papel activo del suelo contra la contaminación y el cambio climático. Y si todo eso es así en cualquier ámbito territorial,  más lo es en La Peraleda, sobre un meandro del río, en un entorno de especial sensibilidad ecológica y valor ambiental, parte del mismo zona hidrológica e inundable según la Confederación Hidrográfica del Tajo. Sus suelos son depósitos fluviales muy potentes, de gran calidad y enorme fertilidad, que resultan de los aportes de limos y materiales de distinto grosor arrastrados por el río a lo largo del Cuaternario, por lo que han sido aprovechados por la agricultura durante siglos.  
La construcción en La Peraleda de un nuevo cuartel para la Guardia Civil sobre 37.000 m2, desatendiendo otras ubicaciones en lugares más apropiados, y de un barrio de 2.350 viviendas, con predomino de plurifamiliares, según la Empresa Municipal de la Vivienda y el Consorcio, supone el sellado de parte del suelo de este espacio natural. Gran parte de su superficie quedará impermeabilizada por el asfalto, el cemento y el ladrillo, y así se limitará la infiltración del agua de lluvias y la recarga de acuíferos, lo que, evidentemente, supondrá perjuicio para el Tajo, en progresiva disminución de caudal (de 106,83 m3/segundo de media anual en Toledo en 1972-73 a menos de 30 m3/segundo en la actualidad), fundamentalmente por descenso de las precipitaciones, expansión del regadío en tierras de secano y los trasvases hacia las cuencas del Segura y el Guadiana. Y a eso se añade la creciente contaminación de sus aguas por causas complejas e insuficiencias en las redes de saneamiento y depuración en su cuenca. Simultáneamente, el sellado del suelo alterará la escorrentía natural, acelerando el curso de las aguas en superficie bajo precipitaciones torrenciales hasta provocar inundaciones, como vemos que ocurre con frecuencia con las tormentas de agosto y septiembre en municipios de la provincia y lugares de nuestra misma ciudad, sobre todo a la salida de arroyos descendentes del macizo cristalino de Toledo. En La Peraleda, esos riesgos se verán incrementados con la construcción en una zona completamente llana y parcialmente definida como de inundación por la Confederación Hidrográfica del Tajo. En cualquier caso, 2.325 viviendas, más de 8.000 personas y las instalaciones del cuartel en un espacio de valor ecológico y ambiental suponen una actuación urbanística exactamente inversa a las que se acometen en el resto de las ciudades.  Hoy, en todas ellas, se busca la recuperación y restauración de medios naturales, como en Vitoria-Gasteiz, a modo de ejemplo, con el parque de Salburua, de 160 hectáreas, sobre un espacio recuperado para uso de la ciudadanía y mejora de las condiciones medioambientales de la ciudad a partir de lo que en tiempos fuera un humedal desecado y convertido durante décadas en un erial y campo de aviación.
A la absoluta incompatibilidad de la urbanización de La Peraleda con sus valores medioambientales, incluso con inconvenientes para la propia construcción por filtraciones del manto freático, como se comprueba en algunas viviendas de la actual urbanización del Ángel, se suman los impactos climáticos de la edificación y la artificialización del suelo, que repercuten sobre la calidad de vida de las personas y perjudica la lucha contra el cambio climático,  como se recomienda desde la Conferencia de Río de 1992 y con más intensidad desde la Conferencia del Clima de París de 2015. De todos es conocido el efecto de isla de calor que generan las superficies asfaltadas y edificadas respecto a las de su alrededor, hasta 4 grados más, lo que se traduce en un 3,8% de demanda de aire acondicionado, sin olvidar que un simple grado más de temperatura en verano representa una disminución de la calidad del aire por aumento de las partículas en suspensión, por lo tanto, otro problema para la salud de las personas. Tampoco hay que ignorar que el suelo urbano residencial previsto se ubica casi a nivel del río, rodeado por alturas de casi 100 metros, tanto hacia el norte como hacia el sur, lo que propicia situaciones extremas de calor en verano por falta de movilidad de circulación del aire, que se acumula en zonas bajas, y de frío y humedad en invierno, por inversiones térmicas bajo situaciones atmosféricas de anticiclón. Esas circunstancias se traducirán de nuevo en más consumo de energía para calefacciones y refrigeración, y aumento de emisiones de CO2.
Por lo tanto, difícilmente puede armonizarse la urbanización del meandro de La Peraleda y de sus márgenes de la orilla derecha del río, también convertidas en suelo urbano residencial por el POM, con las directrices medioambientales y de urbanismo de la UE. Cómo se puede hacer compatible un nuevo barrio para más de 8.000 personas sobre suelos rústicos, no urbanizable protegido, en buena parte aun cultivados, de alta permeabilidad y elevada fertilidad, con las declaraciones el 28 de abril de 2022 en la 'Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria del Parlamento de Europa' de Frans Timmermans, Vicepresidente ejecutivo responsable del Pacto Verde Europeo: «Las ciudades están a la vanguardia de la lucha contra la crisis climática. Ya se trate de la ecologización de los espacios urbanos, la lucha contra la contaminación atmosférica, la reducción del consumo de energía en los edificios o la promoción de soluciones de movilidad limpia», o con las manifestaciones de Margrethe Vestager, Vicepresidenta ejecutiva para una Europa Adaptada a la Era Digital: «Tenemos que acelerar la transición de Europa hacia la neutralidad climática, poner fin a nuestra dependencia de los combustibles fósiles y ofrecer beneficios a nuestra ciudadanía, como un aire más limpio y unas facturas energéticas más bajas».
Desde luego, es evidente que la urbanización de La Peraleda, como otras del nuevo POM, no garantiza la sostenibilidad de Toledo como modelo urbano y lo alejan de la pretendida resiliencia y de los compromisos exigidos por la Unión Europa para avanzar hacia la neutralidad climática en 2050. Y por si todavía fuera poco lo dicho, habría que señalar que la impermeabilización de más de 100 hectáreas y las construcciones previstas interrumpen el funcionamiento del meandro como corredor biológico y natural del río,  como zona de paso para la fauna que lo habita y vive en sus orillas y las formaciones vegetales que allí crecen. Ahora, ese corredor biológico se verá  interrumpido por una barrera arquitectónico de edificios multifamiliares o/y unifamiliares, en dirección NE-SW, lo que corta a su vez el flujo de vientos predominantes en la ciudad a lo largo del año, de componente SW-NE. Se limita la dispersión de partículas de contaminación y se favorece el  aumento de la temperatura en verano en el casco histórico, otra vez, más consumo de energía por el aire acondicionado y más huella urbana sobre el clima, más CO2 y partículas en suspensión.
En resumen, la urbanización de La Peraleda, con la construcción de un nuevo barrio y del cuartel de la Guardia Civil, resulta incompatible con el principio de sostenibilidad, con las recomendaciones de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS),  la Agenda Urbana y la Europa Verde. Y todo eso, de forma innecesaria y tirando por la borda oportunidades de Toledo para beneficiarse de parte de los 360 millones de euros que la Comisión anunció el 28 de abril de 2022 para las ciudades europeas que participaran en la misión Horizonte Europa para el período 2022-2023, con el fin de impulsar procesos de innovación hacia la neutralidad climática de aquí a 2030. De ese modo, la urbanización de La Peraleda, en plena Zona de amortiguamiento de la Unesco, en Zona de protección de Paisaje del Ministerio de Cultura y dentro de uno de los conos visuales de protección del Plan Especial de Toledo de 1997, sólo puede entenderse como operación urbanística especulativa que acabará con una de las vistas desde la distancia de la ciudad histórica de más y mayor protección legal, además de los daños medioambientales comentados.
Por otra parte, la urbanización de La Peraleda daría origen estructuralmente a un nuevo barrio que añadirá dispersión y complejidad a una ciudad que seguirá siendo un archipiélago urbano, mientras no se entienda que muchos de los espacios vacíos, especialmente, las vegas, son áreas de oportunidad para la renaturalización recomendada por la 'Europa Verde'. Es preciso comprender que las tramas verdes compactan y no dispersan: el Retiro, la Casa de Campo de Madrid, el Parque de Roma, etc. unen barrios, no los separan, de la misma manera que los ríos, siempre que se actúe con criterios de racionalidad y sostenibilidad, como se ha hecho con el Manzanares en Madrid, el Turia en Valencia o el Nervión en Bilbao. Toledo, con un escaso crecimiento poblacional, por debajo de los municipios de su entorno, apenas necesita nuevo suelo residencial, y más cuando aún quedan suelos sin ocupar: en San Bernardo, Montesión, La Legua, el Polígono Industrial, entre otros, con el desaparecido 'Barrio Avanzado', y cuando aumentan las viviendas vacías por envejecimiento y falta de relevo generacional.
Sólo entendiendo los procesos demográficos, las dinámicas funcionales de la ciudad y de sus barrios, las ventajas de aumentar tramas verdes y azules, y las capacidades de Toledo para aspirar a un protagonismo cultural en Europa a partir de las herencias recibidas, de las que el paisaje es parte, se podría desarrollar un modelo urbano resiliente, sostenible, comprometido con la transición ecológica y el patrimonio. Y siempre con el ciudadano como foco de atención para mejorar su calidad de vida y como partícipe en consultas previas de las decisiones que le afecten, pero partiendo del conocimiento y el análisis científico previo, no 'a posteriori', después de decisiones ya tomadas y cerradas, simplemente para cubrir apariencias de participación obligadas y lo que es peor, para justificar operaciones especulativas suspendidas desde el anulado POM de 2007. Eso no es el 'urbanismo de la concertación' que impera en el mundo y al que el avance actual del POM, hoy por hoy, no responde, ni en el fondo ni en la forma.