«La democracia no está en el ADN, hay que estar en guardia»

M.G
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La escritora madrileña presentó ayer su novela 'Últimos días en Berlín', finalista del Premio Planeta, en la Biblioteca regional. Paloma Sánchez-Garnica ambienta su novela en el Berlín de los años 30, con el nazismo y el estalinismo de fondo

«La democracia no está en el ADN, hay que estar en guardia» - Foto: Carlos Ruiz B.K.

Paloma acaba de colgar a otro periodista tras una entrevista. «Estoy como los médicos de cabecera, uno tras otro», sonríe. La promoción de 'Últimos días en Berlín' es exigente, pero ella lo agradece. Vive y disfruta de todo lo que le ofrece el día, los pequeños instantes y los recuerdos que todavía la mantienen en una nube, como la noche del 15 de octubre, cuando su nombre sonó como finalista del Premio Planeta. La escritora madrileña sabe estrujar la vida con esa humildad que suele caracterizar a los anónimos. Ella no lo es. Lleva ocho novelas publicadas, ésta última la mejor, según ella, y ya tiene ideas y algunas páginas escritas de la próxima. Pero no tiene prisa, primero hay que seguir saboreando la octava, que va por su séptima reedición y continuar buscando momentos con los lectores, fascinados con una ficción centrada en el Berlín de los años 30, con una Alemania entregada a Hitler, recién nombrado canciller.

Ya han pasado casi cuatro meses desde que se alzó como finalista del Premio Planeta con su novela 'Últimos días en Berlín'. ¿Cambia en algo un galardón tan prestigioso?

La vida no te cambia, simplemente cambias el ritmo en circunstancias que ahora tocan, presentaciones, atender a los periodistas, encuentros con lectores... Desde la noche del 15 de octubre estoy en ese estado de disfrute consciente. No solo son las felicitaciones, los amigos, lo feliz que se siente la familia cuando la felicitan, también me acaban de comunicar la séptima reedición de la novela tras tres meses en la calle.

Al principio, tuve vértigo por saber cómo llegaba la historia a los lectores, pero ahora tengo una grata sensación porque están entusiasmados con esta historia. Que un lector me diga que ha llorado leyendo mi novela, por ejemplo, es lo más para mí, como cuando alguien me dice que ha recuperado el hábito de la lectura, el mejor premio.

No es la primera vez que Berlín se convierte en el escenario de una de sus novelas. Está enamorada de esta ciudad, sin duda.

Sí. Me parece una ciudad fascinante y con una historia digna de ser novelada. Es una ciudad que ha pasado el núcleo de la historia de Europa del siglo XX. Tuvo la Primera Guerra Mundial, los años 20, el ascenso del nazismo en los años 30, la Segunda Guerra Mundial, la posguerra, la Guerra Fría y la caída del Muro...

Los totalitarismos están presentes en la novela. Se ha atrevido con el nazismo y con la Rusia estalinista en la misma historia, una bomba al tratar dos temas tan complejos.

Al principio me daba mucho respeto entrar en este terreno, sobre todo, porque del nazismo se conoce mucho e incluso se le ha juzgado históricamente y judicialmente, pero del estalinismo se sabe muy poco, es todo muy opaco y ha habido una condescendencia constante con ese sistema desde esos años 30. Para mí era necesario entender esa otra parte de la moneda. He leído mucho y la lectura me ha dado muchas pautas de cómo se vive en esa sociedad, pero también he tenido la ayuda inconmensurable de una prima mía que lleva treinta años en Moscú y lo conoce muy bien.

La novela arranca fuerte: El nombramiento de Hitler como canciller, la histeria colectiva por el líder y una dura agresión.

Hay que arrancar con el nivel alto para que el lector se quede pegado a las páginas. Es la primera imagen porque fue el primer gran error que cometió Hinderburg, el presidente de la República de Weimar, al nombrar a Hitler canciller y subestimándolo porque se pensó que le iban a controlar, pero no fue así, le dio la llave para hacerse con el poder absoluto. En apenas unos meses solo había un partido político, no había sindicatos y acabó con la disidencia política.

La noche de los Premios Planeta dijo claro: 'No hay que bajar la guardia'... ¿No aprendemos?

No hay que bajar la guardia porque nada nos es dado en el ADN. El estado de derecho, la democracia y las leyes que nos protegen y nos permiten tener libertad, siempre con la obligación de mantener el respeto al otro, no nos vienen impresas en el ADN y deberíamos estar siempre en guardia porque nos lo pueden quitar en cualquier momento. Para que no  nos lo quiten, como ocurrió en Alemania, no hay que ser una sociedad fácilmente manipulable. Hay que ser una sociedad crítica y que pueda plantarle cara al poder que quiera quitarnos el estado de derecho.

Además, podemos tender a pensar que esos males del pasado y esas tragedias no nos pueden pasar, pero ya lo dijo Primo Levi refiriéndose al nazismo: 'Ocurrió, por lo tanto puede volver a ocurrir en cualquier momento y en cualquier lugar'. Quizá no con los mismos métodos, formas ni con los mismos resultados. Hay que tener en cuenta que todavía hay muchos sitios en el planeta que están sufriendo dictaduras y regímenes que les incapacitan para pensar y hay que estar muy alerta.

 'Últimos días en Berlín' no es una novela histórica, pero sí es necesario una buena labor de documentación para contextualizarla. ¿Es más difícil escribir de Berlín en los años 30 que una historia en el presente?

'Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido' era una novela actual en la que yo he sido testigo de muchas de las experiencias que cuento y me costó mucho trabajo ser objetiva porque tendía en las primeras páginas a imponer mi criterio. Echando la vista atrás, en ese diálogo del pasado con la escritura, se puede llegar a ser más objetivo, verlo con una base documental potente porque si no es imposible que el lector viva la historia en una época concreta, con sus costumbres y prejuicios. A la hora de escribir y de leer hay que ponerse en la piel de los personajes y del contexto.

En el Berlín de los años 30 las mujeres también pagaban mucho peaje.

Como siempre. Las mujeres en el nazismo se convirtieron otra vez  en amas de casa, madres, esposas y punto. Muchas mujeres lo asumieron de forma entusiasta y el ejemplo perfecto es la mujer de Goebbels. Después de la Primera Guerra Mundial las mujeres tomaron otro posicionamiento, pero después volvió a caer. Nací en una sociedad machista y soy consciente de los avances conseguidos, de que me lo pueden quitar en cualquier momento y lo tengo que proteger y estar alerta.

¿Ha recibido alguna oferta para llevar su novela al cine o a una serie?

No la he recibido ni tampoco me preocupa. Quizá me gustaría porque me aportaría dinero y una publicidad gratuita. Sea mala o buena la película o la serie, al final el nombre de la novela está ahí y la visibilidad es un buen marketing.  Si viene, que venga. No es mi terreno, pero si llega algún productor que quiera hacerlo, perfecto. A mí me preocupa lo que piensen y las críticas de los lectores.

No sé si es una escritora que relee sus novelas... Si echa la vista atrás a la primera, ¿qué ha aprendido?

No las leo. No cambiaría nada porque considero que lo que hago es un oficio. Mi última novela es la mejor porque al ser un oficio aprendes a medida que practicas. No las leo nunca porque sería un sufrimiento, dejo de leerlas en el momento en el que ya no puedo cambiar nada porque terminaría siendo un diálogo sordo con los personajes. He evolucionado como escritora y a medida que escribes aprendes, lees más, vas teniendo más edad y más experiencias vitales que enriquecen.

Mi primera novela fue muy espontánea, me lo pasé muy bien y no tenía ninguna responsabilidad y poco a poco me fui haciendo a la idea de que tenía que escribir la siguiente y la siguiente y cada una de ellas tenía que ser mejor. Y quiero que la novena sea mejor que la de ahora.

¿Tiene alguna idea para la novena?

Sí, hay ideas. Tengo escritas algunas páginas, pero no hay nada definitivo. Ahora estoy leyendo y analizando el terreno. Necesito leer mucho para que, no sé cuándo ni porqué, me de el pálpito de empezar a escribir.