Álvaro Alarcón dinamita San Isidro y sale por la Puerta Grande

Mario Gómez
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El torrijeño firma una tarde soñada ante una gran novillada de Fuente Ymbro y pasea tres orejas. 15 años después un novillero logra salir en hombros en San Isidro. Sale catapultado y las primeras ferias no debieran tardar en contar con él

Corrían los primeros días de junio de 2020. El coronavirus daba un leve respiro después de la dureza del confinamiento y los taurinos ansiaban campo. Los toreros portando salvoconductos podían ir a tentar a las ganaderías. Tarde de calor y moscas en una de tantas ganaderías con sabor de la provincia de Toledo. Los muros de piedra encalados de la centenaria plaza de tientas estaban preparados para un tentadero. Dos vacas, grandes, de esas que se tientan según tocan, sin tener en cuenta reatas ni fechas, sino porque son las preparadas para ese día. Un tentadero de esos donde no hay ni caballo de picar y sirve más para probar la toreabilidad de los animales que como prueba de bravura. Un matador de toros afincado en la provincia y junto a él un chaval. Un novillero con picadores de Torrijos, que a pesar de estar poco toreado, dio una dimensión extraordinaria. Salió y se arrimó como un perro, como si estuviera en Madrid. Entre la tremenda polvareda de la plaza se atisbaron muletazos de mano baja y trazo largo. Muletazos de mucho poder. Un revolcón muy fuerte rompe el polo blanco del novillero. "Me ha roto el polo de tentar", dijo apenado. Más allá de todo ello, fue tremendamente impactante como un novillero tan poco toreado puede estar así, aprovechando de ese modo cada embestida. 

Casi dos años  y tres orejas después, ese mismo novillero, ha dinamitado San Isidro, ha rendido Madrid. Se lidiaba en la decimosexta de San Isidro un encierro de Fuente Ymbro. Una novillada entipada y seria que traía un precedente tan bueno como que en 2019 Tomás Rufo salió en hombros como novillero allá por Otoño.

Cuando salió el sexto de la tarde por toriles, Álvaro Alarcón ya tenía entreabierta la puerta de los sueños. De tantos y tantos sueños, de tantos y tantos toreros. Quedaba un novillo y por qué no pensar en el milagro que supone abrir la Puerta Grande de Madrid. Quizá no es tanto milagro, si se tiene en cuenta que a su primero ya había saludado con gusto, y había recetado una faena en la que apostó el todo a nada con un cartucho de pescao en los medios apostando por cuajarlo al natural con seguridad y ligazón. Largura y temple por el pitón derecho, antes de un final por ajustadas bernadinas antes de reventar, de un estoconazo en todo lo alto, al novillo y su propia espada. Pues bien, si eso le había valido una oreja en el tercero, al sexto lo recibió con gusto y pareció acusar algún defecto de visión de salida. Se puso sin probaturas por estatuarios y lástima que en una trincherilla perdió las manos. Pero fue para Alarcón un punto de inflexión para saber que había de acariciar las embestidas y aguantar los derrotes secos. Encajado y con el mentón hundido, gustándose y sabedor de lo que suponía que «Embriagado» se viniera de lejos. Cada vez obligando más por abajo al novillo en las tres tandas por el derecho en las que muy quieto, solamente giró sobre los talones. Por el izquierdo aguantó coladas y pasó a pitón contrario sin miramientos cada vez que comenzó la tanda. Volvió al derecho y aumentaron los decibelios cuando Alarcón consiguió ralentizar las embestidas y correr templada la diestra. Permitió el relajo por el derecho y cuando la plaza estaba en ebullición, con acierto, se fue por la tizona. Se tiró derecho como una vela, con la ambición de un león, con las ganas de aquel que tiene aún todo por conquistar, de blanco y plata, como aquel polo blanco roto, que encerraba a un chaval con la ambición y las ganas de querer ser torero. Dos orejas más del sexto para un total de tres en el día de su presentación en Las Ventas. Si las contrataciones fueran justas, mañana mismo las grandes ferias anunciaban su nombre en los carteles.

Álvaro Alarcón dinamita San Isidro y sale por la Puerta GrandeÁlvaro Alarcón dinamita San Isidro y sale por la Puerta Grande - Foto: Plaza 1

Una oreja de peso paseó Manuel Diosleguarde del que abrió el festejo. Un trasteo que comenzó por estatuarios cerca de tablas para torear por el derecho con profundidad en los medios. Una estocada de ley le valió a Diosleguarde para pasear un trofeo que hacía justicia a un toreo de enjundia. No tuvo tanta suerte con el segundo de su lote que resultó soso y falto de contenido y, donde a pesar de plantear una faena con mucho oficio, no consiguió repercusión.

Ante el sexto llegaron muletazos con desmayo.
Ante el sexto llegaron muletazos con desmayo. - Foto: Plaza 1

Jorge Martínez se fue de vacío pero debió pasear al menos un apéndice. Más si cabe puesto que la estocada al 5º bien lo valía. Aguantó tarascadas y volteretas sin enmendarse y logró una faena a base de valor y basada en el pitón izquierdo. Cuando se echó la muleta a la derecha, logró tandas de mucho mérito al ralentí, lo que hizo que le pidieran la oreja con mucha fuerza a pesar de que el usía no se la concediese. En su primero empezó la faena doblándose por bajo y cuando sobrepasaba las rayas sufrió una dura voltereta y libró de milagro la cornada. El novillo desarrolló sentido sabiendo lo que se dejaba detrás y con peligro sordo en cada muletazo se venía por dentro. A pesar de ello, rubricó de forma magnífica con la espada y le valió para recoger una ovación con saludos desde el tercio.