Ignacio Ruiz

Cabalito

Ignacio Ruiz


44 y el descuento

14/12/2022

Parece el final de la pesadilla futbolera de Qatar, pero no tiene nada que ver. Es la edad de la Constitución vigente que nuestros abuelos y, nuestros padres, nos regalaron para poder vivir en paz durante el que ha sido el período más largo de la historia moderna.
Tras estos años, en los que la Carta Magna se ha visto vilipendiada y desgarrada por la tragedia que traía el terrorismo, que, además, superó un golpe militar gracias a la fortaleza de la Jefatura del Estado, está viendo como llega su tiempo de descuento. Nuestro futuro constitucional está de la mano de las minorías abusivas e independentistas y sin remedio.
De qué sirvieron los años en los que se temía por la vida de cualquiera en las calles del País Vasco, de qué ha servido el sacrificio de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado ante la acción irracional de los terroristas frente al orden constitucional que nos pone a todos por igual frente a la justicia, de qué sirve la separación de poderes que nos regalaron nuestros mayores si, ahora, por un miserable pesebre, son capaces de traernos de nuevo al desorden y el caciquismo del XIX.
Ya no hay ni debate. Hay trampas para introducir modificaciones en los textos legales sin que la mayoría se entere ni de lo que vota y no me refiero al esperpento de votaciones que Carmen Calvo dirige en la comisión legislativa del Congreso de los Diputados. Tampoco me refiero a la escasez de criterios políticos para la planificación a largo plazo de nuestro territorio y que, desde cualquier equipo diplomático están aprovechando para reírse de nosotros.
Estamos en tiempo de descuento y, de árbitro tenemos al mono loco, con un silbato montando batucadas, en lugar de poner orden en la gestión y el debate político tanto parlamentario como en la calle, ante la que se nos avecina. Hemos tenido el presupuesto europeo disponible para poder transformar nuestra economía y nuestro modelo productivo y, lo único que han sabido hacer es crear una maraña burocrática inaccesible y crear redes clientelares a base de bolsas de subvenciones y llenar los bolsillos de algunos allegados y afines. Serán tiempos duros y nos faltará un ingrediente fundamental que sirvió en 1978, la concordia.