Victoria Abril fue Caperucita en Nambroca

Adolfo de Mingo
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El municipio toledano acogió parte del rodaje de Caperucita y Roja, de Luis Revenga de Ancos. Participaron también Patxi Andión, Esperanza Roy, Lola Gaos y Pilar Bardem

Victoria Abril fue Caperucita en Nambroca

Antonio Lara definió la película Caperucita y Roja (Luis Revenga de Ancos, 1976) como una muestra de «humor celtibérico». Estaba, escribía en el diario El País en 1977, mucho más próxima que a la fábula de Perrault, «al mundo de La Latina, Pasapoga y el Guerrero del Antifaz». Filmada en Nambroca, transformada en un «distrito municipal y extrarradial» gobernado por un síndico enano (el actor Enrique Fernández, ‘Sonio’), trasunto de Manuel Fraga, Caperucita y Roja recoge la historia de Juan Lobo (Patxi Andión), un seductor en busca y captura perseguido por la policía que se topa con una Caperucita no tan inocente (Victoria Abril) y con una Abuelita liberada (Esperanza Roy).

Se trataba de la adaptación, más que de la fábula clásica, de una obra de teatro musical, Quién teme al lobo feroz, de Moncho Aguirre, Fernando Albares y Aitor Goiricelaya, que había alcanzado cierta popularidad en el Madrid de comienzos de los setenta. Su director ha manifestado en varias ocasiones que fueron dos las únicas cláusulas que impuso para hacer la película: mantener el título de Caperucita y Roja -lo que le valió nuevamente un enfrentamiento con la censura, en esta ocasión, con éxito- y mostrar el culo de Patxi Andión, que este actor acababa de enseñar en El libro del buen amor (Tomás Aznar, 1975). En esas mismas fechas también compartiría protagonismo con la actriz Amparo Muñoz en La otra alcoba (Eloy de la Iglesia, 1976), con quien contraería un breve y convulso matrimonio.

Victoria Abril no había cumplido todavía los dieciocho años. «Había hecho solamente un par de películas -entre ellas una mínima intervención en Robin y Marian (Richard Lester, 1975)-, aunque sin apenas peso. La vi en Fotogramas y contacté con su representante. Le di más de lo que pedía: me daba vergüenza y tenía asegurados los riesgos, con un adelanto de distribución de seis o siete millones, si no recuerdo mal». Según el propio Luis Revenga, «era maravillosa, pero con un problema (o quizás una virtud, no lo sé). Quería estar en el mismo plano que Esperanza Roy y que todo el equipo, peluquería y maquillaje, la tratase por igual. Yo le decía: ‘Pero Victoria, ¿qué maquillaje quieres llevar tú, si tienes la suerte de tener diecisiete años...?’. Ya en aquellos años tenía vocación de estrella».

Además de Esperanza Roy, estrella de la revista y popular actriz de cine por aquel entonces, la película contó con otras dos grandes intérpretes: Pilar Bardem, en el papel de la vieja vedette conocida como ‘La Lechuza’, y Lola Gaos, en el rol de una intransigente farmacéutica. «Eran todas maravillosas actrices -recuerda su director-, aunque hay quien me ha preguntado: ¿Quién te habría gustado que hiciera de Caperucita...? Yo a eso contesto rápido: Marlon Brando, que es el actor con el que siento no haber trabajado nunca. Cambiaba toda la película y le ponía a él de protagonista, se pusieran como se pusieran las peluqueras...».

Caperucita y Roja contó además con un gran equipo técnico, formado, entre otros, por el director de fotografía Teo Escamilla (1940-1997) y por la montadora Carmen Frías (1938-2019), que en aquellos años iniciaba su carrera dando forma, también, a la interesante El perro (Antonio Isasi-Isasmendi, 1976), filmada en tierras de Guadalajara. Políticamente comprometida -fue secretaria general del Sindicato de Técnicos Audiovisuales y Cinematográficos-, Frías se convertiría años después en la montadora de referencia del director Fernando Trueba, siendo un nombre destacado dentro de la cinematografía técnica entre los años ochenta y la primera década del nuevo siglo.

«Carnaval para eliminar frustraciones» (Rosa M. Pereda, en El País), «cachondez personal» y «diversión contagiosa» (José Luis Guarner, en Fotogramas), Caperucita y Roja es un ejercicio desacomplejado que merecería ser mucho más conocido. Al menos, en tierras toledanas.