El Stabat de Pergolesi y la Escuela Napolitana

José María Domínguez*
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La Orquesta del Teatro Real de Madrid interpreta desde las ocho de la tarde el Stabat Mater de Pergolesi en la Catedral de Toledo, un concierto que cierra el Festival de Música 'El Greco en Toledo'

Foto de archivo de la orquesta y coro del Teatro Real actuando en la Catedral de Toledo. - Foto: Yolanda Redondo

Para Vincenzo Bellini el Stabat Mater de Giovanni Battista Pergolesi (1710-1736) era un «súblime poema del dolor». El romanticismo encontró en esta obra y en la fama de su compositor un emblema de la escuela napolitana, por analogía con Mozart y su Requiem. Según la leyenda, el doloroso carácter del Stabat procedía del amor imposible de Pergolesi por su alumna, la noble María Spinelli, en cuyas exequias dirigió la obra, ya moribundo. En realidad, según la hipótesis más plausible, el Stabat fue encargado en 1734 por una cofradía napolitana para sustituir la homónima composición de Alessandro Scarlatti con una obra más moderna, inspirada en una religiosidad intimista y subjetiva.

Aquella leyenda fue creada por Francesco Florimo (1800-1888), el estudioso amigo de Bellini que fabricó una identidad común para la legión de compositores de fama internacional forjada en Nápoles desde siglos atrás, inventando el concepto de escuela napolitana, cuyo máximo exponente sería Alessandro Scarlatti (1660-1725). Pero el fundamento histórico de la propuesta de Florimo ha sido cuestionado desde hace décadas. Es imposible distinguir la música napolitana de la escrita en Roma o en Venecia sobre bases estilísticas. Y, sin embargo, algo de escuela hay en el origen de la obra religiosa de Pergolesi.

El Stabat está de hecho hoy en el centro de la agenda musicológica internacional interesada por los métodos didácticos que se utilizaban en los prestigiosos conservatorios de la ciudad. Se trata de los partimenti, ejercicios para aprender los fundamentos de la composición a través de la práctica. A modo de puzzle, los partimenti eran esquemas de bajo continuo que encerraban diversas posibilidades combinatorias. El alumno las exploraba realizándolos improvisadamente al teclado y aprendiendo a la vez las reglas compositivas. Giorgio Sanguinetti ha demostrado recientemente cómo estos esquemas subyacen en la estructura musical del Stabat. Por ejemplo, el n. 5: «Quis est homo qui non fleret» se basa en uno de los principales topoi del llanto y del dolor, el tetracordo cromático descendente que, por su abundancia, cualquier compositor tenía que dominar. Los cuatro primeros compases coinciden sustancialmente con un partimento recogido por Fedele Fenaroli en un compendio pedagógico publicado a finales del XVIII, pero con esquemas probablemente compuestos por los maestros de Pergolesi. Éste, al componer, lo transforma creativamente hasta el punto de hacerlo irreconocible. Desde el punto de vista estilístico y compositivo, los partimenti serían como un capitel corintio: elementos que conforman un patrimonio común y que todos utilizan sin menoscabo de la propia originalidad. Las obras religiosas de Pergolesi, como las sonatas de Domenico Scarlatti, comparten esta génesis. Son producto de una forma mentis entrenada en el método de enseñanza de los Conservatorios de Nápoles, verdadera apoteosis de la escuela napolitana.

(*)José María Domínguez es profesor del Departamento de Musicología de la Universidad Complutense. Este texto fue escrito por encargo del CNDM para el concierto de la Academia Bizantina en el ciclo Universo Barroco, Auditorio Nacional de Música, 18-12-2016.