La torre de la Catedral recuperará su llagueado original

F. J. Rodríguez
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Los trabajos de rehabilitación marchan en plazo y se espera poder terminar para junio de 2020. Se trata de una revisión general piedra a piedra en la que se usarán morteros originales

Pasar la mano por la superficie de la torre de la Catedral de Toledo sirve para hacerse una idea de su estado. El granito se descascarilla. Se hace polvo con tocarlo. Son muchos bloques los que se resienten de la lluvia y los cambios climáticos. Los más afectados comparten origen. Una cantera en concreto. Se trata de piedra de mala calidad que antaño era abundante por la zona de Las Nieves. Por fortuna, de allí no se sacaron todos los bloques. Los hay de mucha más nobleza. Más antiguos y compactos. Un granito de Ventas con Peña Aguilera que se identifica a simple vista. 

Junto a ellos también se pueden ver bloques más antiguos, con corte romano. Los investigadores apuntan a que formaron en su día parte del Circo. La reutilización de piedras tan magníficas era algo común. En la Seo Primada de España hay muchos ejemplos. Y su torre no se escapa.

Todos estos detalles se están pudiendo analizar ahora gracias a los trabajos de restauración iniciados en julio a consecuencia del desprendimiento, hace mañana un año (14 de octubre de 2018), de una pieza de una cornisa de granito.

El andamiaje ocupa cuatro de los cinco cuerpos de la torre de la Catedral, de 92 metros de altura.El andamiaje ocupa cuatro de los cinco cuerpos de la torre de la Catedral, de 92 metros de altura. - Foto: Yolanda LanchaLa caída de la piedra, de unos 20 kilos, encendió las alarmas, y tras un minucioso análisis se decidió una rápida intervención debido al estado del conjunto.

Los andamios cubren cuatro de los cinco cuerpos de altura de la torre. Gracias a ello se puede caminar alrededor de la imponente aguja gótica. Contemplar sus múltiples detalles, toques mudéjares y elementos decorativos que escapan de la vista del viandante. Eran ya conocidos, gracias a la fotografía y los drones, pero ahora pueden contemplarse frente a frente. Tocarlos, retirarlos, repararlos y volver a colocar en su sitio. Un trabajo meticuloso, piedra a piedra, que está siendo realizado por un equipo de expertos. El conservador Antonio Sánchez-Barriga está al frente de los trabajos, y cuenta con el respaldo de Miguel González, el mejor jefe de obra en lo que a catedrales se refiere. Por sus manos han pasado la práctica totalidad de las seos españolas, y en breve viajará a Jamaica y Panamá para restaurar sus catedrales.

Actualmente el equipo está integrado por 12 trabajadores, cuatro de los cuales son conservadores. Realizan una labor artesanal, puesto que se ha optado por una revisión general detallada de la torre.

«La estructura se vio desde el principio que está bien, pero la ‘piel’ de la torre está bastante dañada», explica el deán de la Catedral, Juan Miguel Ferrer, que reconoce que «nos hemos dado cuenta de que hay consolidar más piedras de lo que se creía por la apariencia de la torre».

Los trabajos comenzaron en julio, y se están desarrollando de arriba a abajo. El último cuerpo de la torre, de forma octogonal, no va a ser tocado debido a que su estado es más óptimo.

El ascenso por los 92 metros de la torre se puede realizar de forma cómoda por un ascensor de carga. La vista desde arriba es espectacular. En la parte más alta del andamiaje se ve que ya se ha limpiado y saneado la piedra. Solo falta el llagueado. Los escudos heráldicos del arzobispo Luna están por todas partes.

En la barandilla de ese quinto cuerpo de la torre asoman, cada cierto espacio, unos enormes clavos de hierro. Eran para colocar grandes cirios y encenderlos por las noches. La iluminación nocturna de monumentos tampoco es cosa nueva.

Justo por debajo de ese nivel superior se puede ver a los primeros operarios trabajando. Gran parte del daño de las piedras se ha producido por el agua de lluvia y la dilatación y contracción por los cambios de temperatura. El mortero se ha caído, y muchas piedras están sujetas por cuñas de madera o por la mera presión de otras. «Es un milagro que no se hayan caído más», confiesa uno de los trabajadores.

Las enormes rejas de hierro forjado que se colocaron en la zona de la Campana Gorda son otra fuente de problemas. Los apoyos que las sustentan se han separado del muro; cuando no se han roto. La mayoría, al oxidarse y ensanchar, ha desplazado hacia arriba los bloques de granito, creando una holgura muy peligrosa. Por eso, unos herreros especializados, procedentes de Guadamur, trabajar para recomponer sus soportes; además de revisarse todas las soldaduras.

Las cornisas son el elemento que desencadenó toda la rehabilitación, y son varias las que están en muy mal estado. No tienen mortero y las columnas que las sujetan presentan fisuras, cuando no están rotas directamente.

Además de la piedra, se está aprovechando para restaurar las esculturas y la azulejería que hay incrustada en la torre. La belleza de la talla de una Virgen coronada que hace relación directa al nombre de la seo (Catedral de Santa María) es un adelanto de las magníficas obras de arte que hay en la torre.

Una serie de cabezas en mármol circunda la estructura. Muchas de ellas presentan orificios de bala. Los francotiradores republicanos practicaron tiro con ellas durante la Guerra Civil. Después de retirar las piedras se han encontrado muchos casquillos.

Una serie de infrecuentes azulejos valencianos tampoco se libró del vandalismo de la guerra. Se trata de otro de los tesoros ocultos de la torre de la Catedral. Son unos conjuntos cerámicos de Manises que fueron muy cotizados durante los siglos XIII y XIV. Un ejemplo de alfarería gótico-mudéjar que ha despertado el interés de muchos investigadores, ya que escasea y su técnica de fabricación no es muy conocida. El haber estado colocados a tanta altura les ha valido para perdurar y alcanzar mucho valor histórico.

Se van a limpiar y completar, ya que faltan cuatro piezas que van a ser realizadas por la académica Rosalina Aguado, heredera de la ilustre estirpe de ceramistas toledanos.

Más abajo, entre el primer cuerpo y el segundo de la torre, se desarrolla horizontalmente un friso pizarra donde se ven realzados en mármol blanco los escudos del arzobispo Juan Martínez de Contreras. Faltan muchas piezas de sujeción, que serán reemplazadas, y se tiene que dar un buen lavado de cara a la pizarra, demasiado agrietada por la climatología.

A pocos metros de la base de la torre se puede ver, por último, la clave de todos los actuales trabajos de restauración. Se trata de la técnica de llagueado original de la torre. 

Actualmente entre piedra y piedra de la Catedral se observa el blanco del mortero, formando una cuadrícula. Con los trabajos previos a la obra se ha podido descubrir el mortero medieval original de la torre y su particular llagueado. Para nada es blanco. Todo lo contrario, es de un gris muy oscuro, con llagueado en negro de tal forma que se camufla la unión entre piedra y piedra. Le da a unidad al conjunto, y todo parece un único bloque de granito. «El efecto visual será espectacular», señala el deán. 

«Es jugar con la frase de ‘Tú eres Pedro y sobre esta piedra...’ la Catedral en su origen era visualmente como una sola pieza de granito. Y eso se va a recuperar», sentencia orgulloso el jefe de obra, Miguel González, particular cicerone de esta inusual y seguramente irrepetible forma de conocer la torre de la Primada.