De la vivencia de un chapuzón a crear un movimiento social

Jaime Galán
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La Cátedra del Tajo presentó esta tarde los resultados de una investigación que busca construir un discurso colectivo sobre lo que significó el río. Participaron 22 personas que recuerdan experiencias de antes de que se prohibiera el baño

De izquierda a derecha, Eduardo Sánchez Butragueño, Beatriz Larraz, José María Bleda y Marta Aguilar.

Lo que hay que hacer para volver a tener un baño limpio y sano en el que bañarse es complicado de saber, pero quizás un camino para ello es el de aprender de los errores del pasado. En esa búsqueda de lo que ocurrió y de la evolución del río a lo largo de los años, La Cátedra del Tajo UCLM-Soliss ha presentado en la Real Fundación de Toledo los resultados de la primera fase de la investigación 'Testimonios del Tajo en Toledo'. Estudio que han desarrollado Marta Aguilar y José María Bleda, de la Universidad de Sevilla. 

Pretenden transformar la memoria histórica con la que han podido desarrollar el proyecto en una memoria colectiva, es decir, un discurso general de la población sobre sus experiencias, vivencias, sentimientos y emociones relacionadas con el río a su paso por Toledo. Para poder lograrlo, entrevistaron a un total de 22 personas de entre 55 y 97 años de edad, puesto que al prohibirse el baño en 1972 «los jóvenes ya han perdido esos recuerdos individuales que sí tenían sus padres o abuelos», explicó Marta Aguilar. A raíz de conocer esos testimonios, los investigadores detectaron que no solo se utilizaba el río como un lugar para el ocio, sino que también este aportaba al desarrollo económico de la ciudad, con profesiones como los pescadores que si no recogían peces para su consumo propio los vendían para la ciudad o «los aguadores que recogían el agua para subirlo a la ciudad al no contar con una red de abastecimiento», apuntó José María Bleda. También destacó la cantidad de fincas y pequeñas huertas que surgieron durante estos años a su alrededor.

Sin embargo, los testimonios les indicaron que empieza a haber un cambio de actitud en la sociedad que acaba dando de espaldas al Tajo. Y es que, tal y como indican los registros fotográficos, cinco años antes de la prohibición del baño empezaron a registrarse los primeros indicios de contaminación, «malos olores, espumas y peces muertos», señaló Bleda. Esto acaba desembocando en una concienciación de la sociedad que, aunque es leve al principio, provoca un movimiento social con importantes manifestaciones en la época.

Tras reunir experiencias, el siguiente paso para recuperar el río , según los investigadores, es proponer acciones para recobrar esos sentimientos y espacios naturales.