Aflora el poderío del Toledo Romano

Jaime Galán
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Los últimos restos arqueológicos hallados en el Casco Histórico forman parte del gran complejo termal de la ciudad en el siglo II. La ingeniería de la calle Navarro Ledesma reúne piscinas de agua fría decoradas con mármol y morteros impermeables

Restos de piscinas romanas halladas en Navarro Ledesma número 2. - Foto: Yolanda Lancha

El patrimonio de Toledo es como un pozo sin fondo, siempre hay algo más de lo que presumir. Hace apenas unas semanas, se descubrieron en el semisótano de un inmueble de la calle Navarro Ledesma, la continuación del complejo termal de la ciudad. Un hallazgo que deja boquiabiertos a arqueólogos, arquitectos y visitantes, pese a que estos yacimientos todavía no están abiertos al público. Este nuevo descubrimiento, unido a las termas romanas con las que ya cuenta la ciudad, hacen un complejo de aproximadamente 2.400 metros cuadrados. Quién sabe si esa superficie no es aún mayor y todavía permanece oculta por debajo de las calles del Casco Histórico. 

En cualquier caso, para adentrarse en el interior de los recién hallados restos arqueológicos, habrá que seguir el consejo de Carmelo Fernández, uno de los implicados en la investigación: «hacer volar la imaginación para comprender el entorno», sobre todo por la ausencia de ornamentación que contiene. Y es que al ojo del visitante, para entrar en el recinto hay que bajar unos metros de altura para aterrizar en lo que sería una de las piscinas del lugar, cada una de unos 20 metros cuadrados aproximadamente. La temperatura actual del entorno, unos cuantos grados por debajo de los que marcan los termómetros en la vía pública, ya indica que esas cuencas albergaban agua fría. Además, tampoco cuentan con salas de calefacción en niveles inferiores como sí se puede apreciar en otras termas de la ciudad. Entonces, en la primera de las cuencas, se puede observar en detalle el tipo de muro que aún sustenta los edificios residenciales que se han construido sobre su eje. De hecho, se puede ver el cambio de la pared entre un muro que sería del siglo II y otro más alto que sería mucho más moderno, del XVI o XVII, según los expertos. Estos son los primeros que se sorprendieron al ver como quedaba algún resto del mármol de cuatro centímetros de grosor y que utilizaban para decorar las paredes de la piscina. «Con fragmentos como este podemos hacernos una idea de cómo era inicialmente», explica Santiago Moreno, otro de los arqueólogos del yacimiento. De ahí también se rescata esa invitación a la imaginación de Carmelo Fernández, porque «todo estaría cubierto de mármol y de estatuas de lo mejorcito del mundo romano».

Junto a esta piscina, se encuentra una bóveda bajo la cual se pueden ver los pasillos por los que ahora circulan las visitas guiadas. De hecho, uno de los trabajadores de la excavación cuenta, a modo de anécdota, cómo las excursiones que pasan por allí les saludaban mientras ellos realizaban los trabajos arqueológicos. En su día, eran los pasillos por los que circulaban los operarios de las termas romanas. A la derecha de la bóveda se encuentra otra pequeña sala que «debería albergar algo bastante valioso que fue saqueado», comenta Moreno. A pocos centímetros se observa la basa de lo que sería una columna romana de grandes dimensiones.

Restos de piscinas romanas halladas en Navarro Ledesma número 2.Restos de piscinas romanas halladas en Navarro Ledesma número 2. - Foto: Yolanda LanchaEl recinto también reúne un aljibe del que todavía no hay muchas respuestas y otra piscina de gran tamaño que comunica con el Oratorio de San Felipe Neri, que ya en su día dio pistas de lo que podían encontrar ahí. En esa misma piscina se ven detalles tales como un desagüe por el que fluía el agua y restos de un mortero impermeable hecho con trozos de cerámica machacados, del que tampoco quedan muchos restos.

Restos de piscinas romanas halladas en Navarro Ledesma número 2.
Restos de piscinas romanas halladas en Navarro Ledesma número 2. - Foto: Yolanda Lancha
Aún se escaparán muchos detalles de lo allí expuesto en estas líneas, pero lo que no se puede obviar es el asombro por la ingeniería que brindaron estas construcciones. Santiago Moreno no da crédito a la fórmula que usaban para ello. «Cualquier arquitecto que venga no sabría describir como llevaron a cabo estos edificios con los pocos medios que tenían», dice gratamente sorprendido. Un hallazgo que abre la puerta al mundo romano de Toledo, sin duda alguna, oculto e infravalorado.