Óscar del Hoyo

LA RAYUELA

Óscar del Hoyo

Periodista. Director de Servicios de Prensa Comunes (SPC) y Revista Osaca


Aulas vivas

29/05/2022

Todos colaboran para que tanto la escuela como la casa de la maestra puedan afrontar los rigores del duro invierno. El mercurio baja la mayoría de los días de los cero grados y las familias ceden parte de la leña para que la vetusta estufa que se ubica en el aula funcione a pleno rendimiento y los alumnos, sobre todo sus manos, entren en calor para poder comenzar a escribir.
Es la década de los ochenta y siete niños de distintas edades comparten el mismo espacio, divididos por zonas dependiendo de los cursos, mientras que la única profesora se las ingenia para, además de tratar de tener controlados a los críos, que cada uno dé su materia y los chavales crezcan en aptitudes y conocimientos. La atención es mucho más personalizada, pero a los niños no les queda más remedio que ir ganando autonomía para poder seguir el temario. Hay veces en las que el caos se apodera de la clase, peleas y riñas se dan la mano con bromas y risas que rompen el ritmo y sirven de respiro a lo largo de la jornada. Los recreos completan el aprendizaje con salidas al monte, actividades relacionadas con la flora, la fauna y la meteorología. Pese a las evidentes carencias, sobre todo a nivel de recursos y de socialización con compañeros, el sistema educativo es altamente enriquecedor, con una cercanía, un entorno y un compañerismo inigualable, bondades que no se registran en las grandes ciudades, a las que en determinadas fechas del año salen de excursión y les parecen otro mundo. 
A mediados del siglo pasado, la escuela de Navas del Pinar, pedanía burgalesa perteneciente al municipio serrano de Hontoria, había vivido su época de esplendor, con casi 40 alumnos. Entonces, debido a que muchos tenían que ayudar a las familias en diversas faenas -ya fueran diferentes trabajos en el campo o el cuidado de animales- había una especie de bula para poder llegar tarde o ausentarse, algo que sucedía también si alguno era monaguillo. No había clase los jueves por la tarde, pero sí los sábados por la mañana y las niñas, algo hoy impensable, eran las que se encargaban de limpiar el aula.
En aquellos años, nadie llevaba bocadillo. La escuela recibía leche en polvo del Estado y en los recreos se hacía siempre esa especie de ritual de cocer agua en la estufa para mezclarlos y, de esta manera, almorzar todos juntos. De esa edad de oro aún quedan fotografías en papel sepia, en las que los nietos reconocen a unos abuelos que, pese al paso inexorable del tiempo, todavía guardan un enorme parecido con lo que un día fueron. 
Los centros escolares de la denominada España vaciada se están clausurando desde hace décadas a pasos agigantados. La falta de población y el éxodo de los más jóvenes provoca que apenas haya nuevas generaciones que ocupen esos pupitres, que hoy forman parte de las piezas de algún museo etnográfico.
El aula de Navas desapareció en 1995 por falta de alumnos y en las últimas semanas ha sido noticia el anuncio y, finalmente, la marcha atrás del cierre del colegio de Hontoria del Pinar. Aunque en el municipio están censados 17 niños en edad escolar, la mayoría de ellos cursaba sus estudios en la localidad soriana de SanLeonardo de Yagüe -situada a nueve kilómetros-, algo que, lamentablemente, empujaba a la desaparición de su mítica escuela. Hacía falta que al menos los padres de tres de los pequeños quisieran que continuaran asistiendo al centro para que el mismo tuviera futuro. Tras días de desconcierto, en los que se daba por hecho su clausura, dimisiones y encontronazos entre los responsables municipales y una parte importante de la población, la Junta de Castilla yLeón confirmaba esta semana que el aula permanecerá abierta después de admitir la petición de seis familias para que sus hijos continúen estudiando en la localidad. Una noticia que llena de esperanza a un pueblo que, como muchos otros, trata de reinventarse con la finalidad de fijar habitantes y garantizar su futuro y que, con esta decisión, retiene un foco fundamental de singularidad pedagógica, que, al mismo tiempo, fortalece el tejido social y cultural.
Son muchos los casos similares. Hace unos meses, en el arranque del curso, la ministra de Educación, Pilar Alegría, ensalzaba el esfuerzo y el firme compromiso que el Gobierno de Castilla-La Mancha, la Diputación de Cuenca y el Ayuntamiento de Fuentenava de Jábaga habían puesto para recuperar la escuela rural de la localidad, a la vez que demandaba a las instituciones medios para mantener este tipo de educación en los entornos rurales, que representan el 75 por ciento del territorio nacional. La apuesta es decidida a todos los niveles y los problemas de subsistencia, generalizados.
No hay duda de que el objetivo de consolidar población sólo es posible si estos municipios de la España vaciada cuentan con los servicios esenciales. Mantener la escuela es fundamental, pero no hay que olvidar la asistencia sanitaria o las comunicaciones -viales y digitales-, que son auténticos ejes vertebradores para que la vida en los pueblos se mantenga y sigan siendo enclaves que generan progreso económico y esa riqueza inmaterial que aporta personalidad y llena el espíritu.