Cedillo del Condado, cuna de condes y nobles toledanos

José García Cano*
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En las crónicas del siglo XVIII ya aparece documentada como población a mediados del siglo XII (exactamente en 1152) con el nombre de Cidello, derivando de Cid o 'pequeño señor'

Iglesia de Nuestra Señora de la Natividad de Cedillo del Condado. - Foto: David Pérez

Se tienen pocos datos sobre el origen exacto de Cedillo del Condado, localidad enclavada en La Sagra toledana, si bien algunos restos arqueológicos nos desvelan que en la segunda Edad del Hierro ya había cierta población establecida en su contorno. Las crónicas del siglo XVIII cuentan que como población aparece documentada a mediados del siglo XII (exactamente en 1152) con el nombre de Cidello, derivando de Cid o ‘pequeño señor’. No obstante, los historiadores coinciden en recordarnos que muy cerca de Cedillo del Condado se tienen documentados decenas de restos romanos, como es el caso de Carranque, importante enclave arqueológico de nuestra provincia. Después de la conquista de Toledo por parte de Alfonso VI, el territorio de Cedillo pasó a ser de dominio cristiano y se incorporó a la corona de Castilla, comenzándose a repoblar todo este territorio o comarca de La Sagra. Uno de los más importantes documentos para la historia de Cedillo es la carta-puebla que concede por el conde Manrique de Lara en el citado año 1152, si bien no está del todo claro si Manrique tiene el papel de propietario del lugar o como representante de la ciudad de Toledo. Este documento comienza así: «Cristo. En el nombre de Dios y en su gracia. Yo el Conde Amalrico hago carta de donación a los pobladores de Cidello de esta misma aldea para que siempre ellos y sus hijos y toda la generación que de ellos provenga hayan y tengan y posean con derecho hereditario perpetuo y hagan de aquella heredad…» Igualmente aparecen los nombres de algunos beneficiarios de las tierras que se concedían, como por ejemplo Benedicto, Pelayo Garganta, Enego Pascual, García, Cristóbal, Sem Ferro, Enego Domingo, Pascual Flain, Raimundo de Fontanelas, Pedro Negro, Pedro Peláez y algunos otros. Durante unos años -ya del siglo XIII- la villa perteneció a la Orden de San Juan de Jerusalén que también estuvo presente en la encomienda de El Viso de San Juan y en el priorato de La Mancha hacia el sur de la provincia. En 1445 el rey Juan II hizo merced del lugar de Cedillo, junto a Humanes, Huecas, Peromoro y Guadamur a don Pedro López de Ayala (alias el Tuerto), hijo de otro don Pedro López de Ayala, Canciller Mayor de Castilla. De esta forma Cedillo y su término, fueron administrados por la conocida familia de los Ayala, hasta que don Pedro López de Ayala (segundo conde de Fuensalida y nieto del primero), vendería la localidad en 1487 -la cual ya se había convertido en villa- a don Fernando (o Hernán) Álvarez de Toledo, quien fundaría la casa de los Cedillo, a través de merced nobiliaria creada por los Reyes Católicos en 1496. Como curiosidad Cedillo fue vendido a don Fernando por la cantidad de un millón de maravedíes. Desde ese momento la villa se convertiría en la cabeza del condado de los Cedillo, para poco después agregarse el señorío de Tocenaque, cuyos titulares también eran los Álvarez de Toledo y cuyo territorio se despobló a principios del siglo XVI. Pasados los años la titular del condado sería doña Constanza Álvarez de Toledo, pasando la titularidad a la familia de los Ayalas, anecdóticamente a la primera familia a la que perteneció cuando fue donada por Juan II, como hemos citado. El patrón de la localidad en el siglo XVIII era San Roque, si bien en la actualidad es San Antonio de Padua, santo al que los vecinos tienen mucha devoción, que sigue manteniendo viva la hermandad del mismo nombre, que fue fundada en 1725. Es tradición ya en el lugar, que los días previos a la festividad del patrón o Día Grande (13 de junio), los vecinos acudan a los campos a recoger romero para luego preparar un arco que es colocado en la plaza y del que cuelgan limones y rosquillas, demostrando simbólicamente y como metáfora lo agridulce que es la vida. Luego el santo es pasado debajo del arco cuando la procesión llega a la plaza y en ese momento los niños que han nacido en el año, son ofrecidos al santo para que les de su bendición colocándoles sobre la carroza, acto al cual los vecinos cedillanos llaman ‘poner al niño en las andas’. Como curiosidad también se cuenta que, si un soltero o una soltera pasan por debajo del arco la misma noche de la procesión, muy pronto encontrarán novia o novio según corresponda. Por otro lado la patrona de Cedillo es Nuestra Señora de la Natividad, titular también de la parroquia. A esta imagen también la llaman coloquialmente la ‘Virgen de los Toros’, debido a que al llegar su festividad anual, era habitual que se celebrase una corrida de toros y el preceptivo encierro. En los últimos años esta festividad ha alcanzado un gran calado tanto entre los vecinos como en los visitantes de pueblos cercanos que no faltan a la celebración de la Natividad de la Virgen.
Cedillo del Condado tuvo algunos despoblados dentro de su término como Balaguera, apareciendo también en la citada carta puebla, el cual se despobló definitivamente en el año 1666, adjudicándose a mediados del siglo XVIII a la vecina localidad de Illescas. El despoblado de Tocenaque también fue de señorío, perteneciendo por tanto al conde de Cedillo ocupando su término 3.400 fanegas de tierra. En este siglo XVIII Cedillo el trigo que producía el terreno era de muy buena calidad y el vino se estimaba como de mediana, destacando que a finales de siglo se habían arruinado hasta treinta cueva y bodegas dedicadas al vino. Como industria aparece un molino de aceite y muchos vecinos se dedicaban a la arriería, «trajinando por todas las partes del reino». El pan que consumían los vecinos era traído de la localidad de Bargas, por carecer de horno. El ayuntamiento poseía como inmuebles, la casa del concejo, una fragua y una carnicería. Poseía la villa una tienda-abacería, una carnicería y dos mesones. Había una escuela que era atendida por un maestro de primeras letras. Una bonita localidad toledana que merece conocer y que se encuentra a poco más de 30 kilómetros de nuestra capital.

*José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo