Editorial

El pánico es más fácil y peligroso de propagar que el coronavirus

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Desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara el jueves la emergencia sanitaria internacional por el brote de coronavirus en China, numerosos países han anunciado el cierre de sus fronteras para quienes hayan estado en ese país en los últimos catorce días, muchas aerolíneas han cancelado sus conexiones aéreas con Pekín, los controles en los aeropuertos son exhaustivos, las restricciones de viajes y comercio se amplían cada día… El miedo a lo desconocido es natural. De hecho, es una de las cualidades a las que debemos nuestra supervivencia. Sin embargo, en este caso los expertos en salud pública mantienen que el pánico por el coronavirus fuera de China es injustificado y piden mantener la calma y que no haya reacciones desproporcionadas. Todos los indicios señalan que la epidemia tiene posibilidades de comenzar a remitir pronto.

Lo cierto es que el virus, que se originó en un mercado de animales salvajes de Wuhan, ha infectado a unas 15.000 personas y ha matado a más de 300 desde que a principios de diciembre se detectase el primer caso. Son cifras que pueden asustar, pero hay que examinarlas con perspectiva. La gripe estacional presenta un riesgo mucho mayor: se cree que causa alrededor de 400.000 muertes cada año en todo el mundo. Sin embargo, la familiaridad hace que subestimemos su amenaza. Hasta ahora, la tasa de mortalidad del coronavirus es inferior al 3 por ciento de los que contraen la enfermedad y el número de pacientes curados completamente supera al de fallecidos. La mayoría de los que han muerto eran ancianos o tenían otras dolencias que comprometían su sistema inmunológico. No parece, por tanto, tan peligroso si se compara con el 9,6% de mortalidad que causó la primera epidemia del siglo XXI: el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS) de 2013. Menos si la comparación se hace con el 34.5 por ciento de mortalidad que causó el brote de coronavirus conocido como Síndrome Respiratorio de Medio Oriente (MERS) de 2012. 

Nada de esto significa que debamos tomar el coronavirus de Wuhan o cualquier otro coronavirus a la ligera. En el brote de SARS, por ejemplo, los gobiernos y las autoridades sanitarias bajaron la guardia demasiado temprano. Una segunda oleada de casos golpeó un mes más tarde. Esta vez estamos mejor preparados. Se identificó y se determinó que era un virus nuevo más rápido que nunca. Una semana después de su descubrimiento, las autoridades chinas ya habían secuenciado el virus y lo compartieron con laboratorios de todo el mundo que están aunando esfuerzos para desarrollar una vacuna que frene el contagio. Por ahora, la opción más efectiva es evitar que las personas que ya están infectadas transmitan el virus a otras. Y hasta el momento todo hace indicar que se están tomando las medidas pertinentes para lograrlo.