El fado llega al convento de San Antonio con fines solidarios

Redacción
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El patio del convento acogió el viernes y el sábado un concierto de fados ofrecido por Filipe Ribeiro y Ariel Acevedo. El dinero recaudado con las entradas se entregó a las monjas para sufragar obras en este cenobio toledano

Cualquier iniciativa es buena para impedir que los conventos del Casco se queden sin moradores y este patrimonio espiritual y conventual se pierda. Bien lo saben Filipe Ribeiro, Juan Ignacio Vázquez y Mariló de Ancos, tres guías que llevan dos años desarrollando iniciativas que pretenden integrar los conventos en la vida cultural de la ciudad y ayudar a que las hermanas puedan vivir de su trabajo.

Este fin de semana uno de los organizadores, Filipe Ribeiro, ofreció  una muestra de la cultura de su país, Portugal, y que mejor sitio que en el Convento de San Antonio, santo de origen portugués. Los fados, interpretados por la voz de Filipe Ribeiro y con la guitarra de Ariel Acevedo sonaron en un patio del Convento que no se abre habitualmente al público.

Al finalizar el concierto se pudieron comprar dulces elaborados por las Hermanas FranciscanasT.O.R. del convento y también empanadas caseras. 

Además, los 10 € que costó cada entrada fueron entregados para ayudar a las hermanas

 con las obras que tienen en el convento.

El concierto se celebró en uno de los patios del convento. El concierto se celebró en uno de los patios del convento.  El fado es la expresión más conocida internacionalmente de la música portuguesa. En el

 fado se expresan las experiencias de la vida a través del canto. Generalmente lo canta una sola persona, acompañado por la «viola» (guitarra española) y la guitarra portuguesa.

 Los temas más cantados en el fado son la melancolía, la nostalgia o pequeñas historias del vivir diario de los barrios humildes, pero especialmente el fatalismo y la frustración.

 Documentalmente se comprueba la existencia del fado desde 1838, aunque hay quien identifica su origen con los cantos de las gentes del mar, inspirados en la soledad, la

nostalgia y los balanceos de los barcos sobre el agua.

Una de las mejores definiciones de fado la ofrece Amália Rodrigues (1920-1999), considerada la embajadora artística de Portugal: «el fado es una cosa muy misteriosa,

 hay que sentirlo y hay que nacer con el lado angustioso de las gentes, sentirse como

 alguien que no tiene ni ambiciones, ni deseos. Una persona... como si no existiera.

 Esa persona soy yo y por eso he nacido para cantar el fado»

 En noviembre del 2011, la Unesco inscribió a El fado, canto popular urbano de Portugal como integrante de la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

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