Jesús Fuentes

ÁNGULOS INVERTIDOS

Jesús Fuentes


Árboles

17/09/2021

Ya en 1926, en el numero de enero de la revista de ‘Arte Toledo’, el periodista Santiago Camarasa constataba que «Toledo no se había distinguido por amor al árbol». Lo detectado por Santiago Camarasa en los años veinte continuó siendo profético en los siguientes hasta nuestros días. Incluso se ha incrementado con la tendencia de alguna arquitectura moderna a reproducir en España espacios duros, plazas de líneas limpias, bajo influencia de modelos del norte de Europa. Hace treinta años el Parque de la Bastida sufrió un incendio, limitado a uno de sus extremos. Precisamente el que se puede divisar desde las alturas norte de Toledo. Desde aquel momento se han sucedido Corporaciones y Administraciones de distintas ideologías, sensibilidades e interpretación de la ciudad. A ninguna de ellas se le ocurrió reforestar esa zona quemada por la importancia de los árboles. Más recientemente se sucedieron los atentados planificados contra ellos. Con el pretexto de que fuertes vientos podían causar accidentes en personas y objetos se talaron unos cuantos. Varios inocentes. Aún no se han repuesto.
El 28 de junio de 2019 un nuevo pavoroso incendio arrasó mil doscientas o mil trescientas hectáreas del bosque mediterráneo que se había ido formando en Montesión y prolongado en las lomas adyacentes en dirección a la Puebla de Montalbán. Dos años han transcurrido de aquellos fuegos que hicieron sentir a las viviendas cercanas el horror del fuego y sus consecuencias. En los dos últimos años han rebrotado parte de aquellas encinas y cornicabras que no se quemaron en sus raíces. Pero aún así la sucesión de esqueletos calcinados confiere al lugar una visión espectral. Después llegó Filomena con sus hielos destructores. Las ramas secas se extienden por el suelo, convirtiéndose en carburante para cualquier incendio, natural o provocado. Nadie ha cortado los árboles muertos, salvo algún furtivo en busca de leña gratis para sus chimeneas de invierno. Se impone, a quien corresponda, limpiar esos terrenos y reforestar zonas que ya estaban sin vegetación. Ayudar a la naturaleza en su proceso natural nunca está de más. Máxime en lugares con inclinación al desierto. Si no se actúa en este espacio, que durante siglos fuera bosque mediterráneo, se puede convertir en el que se observa al otro lado del río: un obsceno erial, apto solo para el ladrillo y la extracción de mineral.