La Quinta no fue lo único gris

Mario Gómez / VILLASECA
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La Quinta lidia una novillada con tres animales manejables y los tres primeros con peligro. La terna quiso por momentos pero no terminó de entenderse con la novillada

Arturo Gilio cortó la única oreja de la tarde. - Foto: Dominguín

El primero de la tarde resultó andarín y no permitió a Arturo Gilio más allá que dibujar algún natural. En la muleta y con el pitón partido el mexicano corrió la mano con mando por ambos pitones. Dejó retazos de buen toreo y un gran espadazo que motivó una petición insuficiente, y vociferada por los subalternos. Saludó una ovación rotunda y arrancó una vuelta al ruedo justa.

El cuarto estuvo más entipado y dio más opciones. Sin humillar, siguió la muleta allá donde Gilio se la propuso. Salió siempre por encima del palillo y no terminó de ofrecer rotundidad en un trasteo que, con momentos de calidad y una buena estocada le valió una oreja.

El segundo puso emoción. Hizo hilo a Solalito que se mostró firme con la muleta y variado en banderillas, donde dejó un gran tercer par. Estuvo el ¡uy! en todo momento con un animal que sabía lo que se dejaba detrás, aunque la sensación en el tendido fue de haber sido peor de lo era. Mató de forma habilidosa a la segunda y recibió leves palmas.

El quinto salió con muchos pies y fuerza y lo ahormaron en el caballo. Los pares de banderillas los solventó con facilidad ante un toro soso que en la muleta iba y venía dormidito, pero sin terminar de transmitir demasiado. Pecó de quererselo llevar detrás de la cadera quedándose a merced. Aguantó parones hasta que el toro lo empitonó de fea manera rompiendo la taleguilla. Con la espada no estuvo afortunado, pasando en varias ocasiones y necesitando un golpe de descabello.

García Pulido sorteó un animal que embestía en línea recta y sin humillar. El toledano hizo un esfuerzo, en el que a pesar de no tener lucimiento se vieron cosas del torero en el que se está cuajando. La espada no viajó certera.

La sangría que hizo a al sexto Mario Herrero no está en los escritos. Cogió mal al toro y el toro lo derribó, le recetó otra vara que pareció vendetta y fue abroncado. Con la muleta tomó precauciones y a pesar del buen trazo no logró levantar el vuelo de la faena. Con la espada no lo vio claro y recibió silencio.