«Vivir la vida loca gastando recursos no nos hace felices»

M.G
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El biólogo y científico ofrece una charla en la Biblioteca regional sobre el cambio climático, el medio ambiente, los problemas actuales y los grandes desafíos de la mano de 'Ciencia a la Carta'. Asegura que la pandemia nos podía haber enseñado más

«Vivir la vida loca gastando recursos no nos hace felices»

Volver la mirada hacia la naturaleza. La clave que divulga desde hace años el científico Fernando Valladares. Cada paso cuenta, sin duda, pero hay que echar a andar si no queremos llegar al punto de no retorno y a la extinción. El biólogo lanza mensajes positivos y muestra las consecuencias del cambio climático, de la destrucción de la naturaleza y de las agresiones que provoca la humanidad constantemente y sin freno. Hay oportunidades, aunque tampoco son ilimitadas y los científicos llevan mucho tiempo diciéndolo. A Fernando le gusta insistir que somos una especie que gana en salud y bienestar con la naturaleza. Y así lo explicará esta tarde en la conferencia que ofrecerá en la Biblioteca Regional de la mano de 'Ciencia a la Carta'.

¿Nos sentimos mejor cuando somos ecológicos? ¿Lo somos por mucho que lo intentemos?

Hay dos acepciones de la palabra ecología, una hace alusión a la propia ciencia y otra al comportamiento ecológico, y ambas están muy relacionadas. Lo que suelo hacer en las charlas es realizar un diagnóstico de la situación, confirmar que la cosa no está demasiado bien respecto al cambio climático y el medio ambiente y reflexionar sobre si hay margen y razones objetivas para pensar que tenemos salida. La principal razón del optimismo es pensar en todo lo que tenemos que ganar por poco que hagamos. Podemos cambiar nuestra relación con la naturaleza, reciclar, ser conscientes de nuestra huella ambiental y no pretender un modelo de desarrollo económico infinito en un mundo finito, algo que cualquier niño de Primaria entiende, pero aunque es obvio, estamos de espaldas a la realidad y a la naturaleza.

Llevamos siglos alejándonos de la naturaleza por el modo de vida y la tecnología, pero volver a ella no es solo abrazar árboles, ser perroflautas y amar a los pájaros, es cosa de todos nosotros. Somos una especie biológica y comportándonos como somos y aceptando nuestro papel en la naturaleza reduciremos nuestra huella ambiental y nos sentiremos mejor.

Así que no estamos todavía en un punto de no retorno, ¿no?

Mientras haya un ser humano o dos  de pie en el planeta siempre se está a tiempo, pero cuanto más tardemos en cambiar el rumbo menos opciones habrá en nuestra mano. Nada es del todo irreversible, pero algunas problemáticas pueden ser reversibles en un plazo muy lento de siglos o milenios, aun así las consecuencias se puedan amortiguar.

Si se van extinguiendo especies  y el clima va cambiando habrá opciones que no serán posibles y en algunas zonas de España no se podrá vivir en unas décadas, por ejemplo, por debajo de Despeñaperros, con lo que las personas tendrán que emigrar ordenadamente o desordenadamente, podemos ponerles vallas para que pase como en Melilla o ir planificando que se vayan moviendo más al norte. Ojalá no lleguemos a esa situación, pero es un escenario.

La gran prueba la tuvimos en los dos meses de confinamiento domiciliario con la pandemia en primavera de 2020. Ahí se redujo la contaminación, la huella ambiental...

Es una de las razones para el optimismo y un ejemplo de que cuando aflojas el acelerador la naturaleza se regenera, tiene músculo y capacidad. Es una buena señal, pero tampoco esa regeneración es infinita y las especies que se extinguen lo hacen para siempre, aunque la mayoría no las extinguimos a propósito. Y al desaparecer se van alterando funciones, como la de protegernos de las pandemias, así que cuando desaparece un ecosistema aumentan los riesgos de que salten las zoonosis.

Los científicos ya habéis dicho muchas veces que pueden surgir nuevas pandemias derivadas de esa destrucción de los ecosistemas. ¿La pandemia nos ha concenciado algo?

Algo siempre se aprende, pero es un poco triste saber que podíamos haber aprovechado la situación para dar el giro que tenemos que dar. Si no lo damos no pasa nada, simplemente, nos extinguiremos y lo digo con un poco de cinismo porque los científicos ya no podemos decirlo más claro. Ahora con la guerra a Ucrania estamos viendo que la razón de esta guerra y la del cambio climático son más o menos la misma y si abordamos el origen del problema resolvemos dos cosas a la vez. El origen está en que quemar combustibles fósiles es insostenible y una de las manifestaciones de la insostenibilidad es el cambio climático, la invasión a Ucrania, la rotura de la cadena de suministros, el apagón...

Se hacen muchas bromas con el apagón y es algo muy serio. Austria ya ha dicho que tendrá el apagón dentro de dos años y en España el Gobierno ha salido a tranquilizar a la población, pero el apagón es inevitable, aunque puede tener distintas formas, durar unas horas, ser más racional o menos, pero son manifestaciones de un sistema insostenible y si no cambiamos el rumbo irán sobreviniendo cosas con muchos más efectos colaterales que cuando se pueden planear y gestionar.

Además, tenemos que aprender a ver las crisis energéticas y económicas como una manifestación de la crisis ambiental y lo dicen hasta los economistas en el Foro de Davos. La oportunidad histórica de hacer algo está ahí y hay que empoderarse y hacer algo cada uno en su escala y en sus circunstancias. Si somos capaces de dar el cambio podríamos ser una especie biológica en equilibrio con su entorno.

La naturaleza aporta un plus que no puede ofrecer nada más, ¿no?

Claro. Da mucha satisfacción el equilibrio con el entorno y ayuda a eliminar trastornos mentales, que están aumentando cada vez más. Muchos se curan con la naturaleza y  mucho de eso se debe a vivir en entornos que no son buenos para nuestra salud mental. Uno de los escenarios del homo sapiens es vivir la vida loca, yo no lo apoyo, pero podría entender que la humanidad quiera vivir así y reventar el planeta mientras se pueda.

Se mira para otro lado por egoísmo, desinformación, por el carpe diem...

Hay varios problemas desde la perspectiva de la sociedad. El carpe diem lo tenemos todos, pero quizá algunos reflexionamos y tenemos más tiempo que otros. Por ejemplo, los habitantes pobres de determinados países que no llegan a fin de mes no pueden hacerlo. Acabo de llegar de Perú, he disfrutado de la biodiversidad del país, pero también he observado que la gran pobreza que existe les impide afrontar el desafío del cambio climático aunque Perú sea el tercer país más vulnerable al cambio climático.

Sin embargo, los grandes empresarios de una ciudad están negando la realidad porque están viviendo la vida loca y las revistas científicas  muestran que esa orgía desenfrenada de gastar recursos y energía no nos hace felices. Es paradójico que algo tan dañino para el planeta no cause felicidad.

¿Se puede considerar un avance importante el acuerdo de la ONU para elaborar un tratado que frene la contaminación por plásticos?

Son avances absolutos. También el año pasado arrancamos con una directiva europea para no pasar plásticos a terceros países. Europa está muy bien, pero ha estado haciendo unas cosas vergonzosas y todos hemos visto las imágenes de países del tercer mundo en África y Asia haciéndose cargo de toda la basura europea. Estos avances no son suficientes, pero hay que verlos en positivo para poder hacer más.

¿Son avances o locuras proyectos como la limpieza de océanos con bacterias come plásticos...?

Hay una doble dimensión, la de ciencia ficción o una tecnología no muy bien comprobada que hay que coger con pinzas, pero las iniciativas de limpiar los océanos en general e incentivar a los pescadores, incluso con algún incentivo económico, para que puedan ir limpiando los plásticos van en la buena dirección porque se está haciendo algo.

Sueles decir que vivir cerca de zonas verdes alarga la esperanza de vida tres o cuatro años.

Son datos en las ciudades, que se han llevado a cabo en una docena de países. Tener una zona verde en un radio de 500 metros de tu vivienda estadísticamente te alarga la vida tres años. Y tener un árbol a la vista en la ventana nos cambia el humor, la fisiología y se acaba traduciendo en parámetros tan potentes como la esperanza de vida.