Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


Espejuelo

19/01/2022

El espejuelo es una piedra de yeso formada por costras relucientes al sol y translúcidas, también conocida en nuestros pueblos como espejillo, piedra del lobo, espejillo de asno, piedra de luz o piedra de la luna, por su color lechoso parecido a la luz del satélite.
Los romanos apreciaron mucho el espejuelo, 'lapis specularis', como material para 'acristalar' ventanas, montado en armazones de madera, por dejar pasar la claridad y ser a la vez un buen aislante y también para pavimentar suelos y engalanar edificios públicos en ocasiones especiales. Por el escritor Varrón, en su 'De re rustica' ( 'De las cosas del campo'), sabemos que los romanos también lo utilizaban para las colmenas, de manera que se pudiera observar en ellas el trabajo de las abejas.
Esto dio lugar a que generara una gran industria de extracción y transporte; sacado desde las minas en grandes bloques, se serraban en láminas y se embalaban convenientemente para su traslado a los puertos y de allí a las diferentes ciudades del Imperio. El negocio decayó cuando a partir del siglo II el vidrio, a precios más económicos, lo sustituyó.
Ya Plinio el Viejo, en su 'Naturalis Historia', nos da cuenta de que las mayores minas de espejuelo de todo el Imperio Romano están enclavadas en la Hispania Citerior, concretamente en nuestra región, en las actuales provincias de Toledo y Cuenca.  Segóbriga es la capital imperial del 'lapis specularis' y en sus alrededores (Huete, Belmonte, Osa de la Vega…) podemos visitar y disfrutar de uno de los más grandes y mejor conservados conjuntos mineros de la antigüedad en el mundo. ¡Cerca de 150 kilómetros de galerías impresionantes! Un patrimonio único y que considero poco conocido, reconocido, publicitado y visitado. Debía tener, sin duda, dada su singularidad y espectacularidad mucho más protagonismo en las rutas turísticas por Castilla-La Mancha y Fitur siempre es un buen escaparate en el que debe aparecer.  
Como curiosidad, señalar que el primer invernadero de la historia de que tenemos noticias se lo hizo construir el emperador Tiberio, hace 2.000 años, con espejuelo en la isla de Capri para cultivar melones y pepinos. Plinio nos relata que Tiberio dirigió personalmente la construcción. «[Hizo] erguir unas plataformas hechas de marcos sobre ruedas, por medio de las cuales los frutos eran desplazados y expuestos al pleno calor del sol; mientras que, en invierno, eran retirados, y puestos bajo la protección de marcos vidriados con piedra».